13 de marzo de 2025

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CONFERENCIA: «DEL CHICO AL GRANDE. EL MERCADO HISTÓRICO DE ÁVILA. IMAGEN Y TRADICIÓN».

  • Miércoles, 05 de Marzo de 2025
  • 20:00
  • PALACIO DE LOS SERRANO
  • Ávila
  • GRATUITO

EVENTOCONFERENCIA  TÍTULO:   «DEL GRANDE AL CHICO. EL MERCADO HISTÓRICO DE ÁVILA. IMAGEN Y TRADICIÓN». -CONFERENCIANTE: Jesús Mª Sanchidrián Gallego. Cronista Oficial de Ávila - ORGANIZA: CLUB ROTARY ÁVILA - COLABORA: FUNDACIÓN ÁVILA - LUGAR: PALACIO DE LOS SERRANO. PZA DE ITALIA, 1 - FECHA: Miércoles, 5 de marzo de 2025 - HORA20:00 h. - Entrada libre hasta completar aforo

RESUMEN

Las plazas del Mercado Grande y del Mercado Chico de Ávila surgen en su entramado urbano unidas ambas por una misma tradición histórica: la de celebrar en el espacio arquitectónico que las configura las transacciones mercantiles y de aprovisionamiento, reuniendo en su entorno el bullicio de una ciudad siempre viva. Esto es el mercado, lugar de concentración de mercaderes y gentes de cualquier condición social, reunidos para el intercambio de alimentos, productos exóticos y artículos diversos, conversaciones y miradas, experiencias y recuerdos, todo mezclado en algarabía y trasiego de gentes y animales de carga.

            Las plazas del Mercado Grande y del Mercado Chico deben su nombre, precisamente, a la celebración en las misma de una intensa actividad mercantil donde convergen el campo y la ciudad. Son el mercado urbano de Ávila, donde desde 1144 se daban cita periódica los mercaderes de las “tres culturas” para vender sus productos. Ya en el año 1230, el ‘mercado de Sant Pedro’ figura como un mercado estable y permanente.

 El Mercado Chico es el nombre con el que la tradición oral siempre ha llamado a la plaza mayor de Ávila que preside el Ayuntamiento enfrentado a la iglesia de San Juan, mientras el Mercado Grande se configuró como plaza en el siglo XIII con la terminación de la construcción de las Murallas y el fin de las obras de la iglesia de San Pedro, junto al antiguo convento de Santa María la Antigua, así como las de la iglesia de la Magdalena.

Tradicionalmente la ciudad ha tenido su centro vital en los cosos de San Juan o el Mercado Chico y en el coso de San Pedro o el Mercado Grande, también en el coso de San Vicente. Además, ambas plazas, a lo largo del tiempo han sido testigos de hechos históricos, han servido de coso taurino, de fiestas y verbenas, actos religiosos, deportivos, procesiones, proclamaciones y recibimientos regios, homenajes y todo tipo de actos populares y manifestaciones. 

Tal fue la importancia que tenía la celebración de mercados en la ciudad, que los Reyes Católicos, el 29 de noviembre de 1494, ordenaron a sus contadores y recaudadores que respetaran la merced que han hecho al concejo de Ávila del mercado franco de todos los viernes del año, lo que  confirmaron días después el 8 de diciembre: «y en su virtud todas y cualesquiera mercaderías y otras cosas que se vendiesen y comprasen y trocasen y cambiasen en el dicho día de viernes del dicho mercado por cualesquier persona, así de la dicha ciudad y de su Tierra como de fuera de ella, fuesen libres y francos de toda alcabala».        

Según la tradición histórica, los mercados de los viernes se vendía toda especie de géneros y toda clase de legumbres y frutas, diversidad de carnes, aves de corral, caza y algunos pescados.

 En tiempos medievales el desarrollo normal de las actividades el mercado requiere evitar las molestias que producían los animales de carga de los que se servían arrieros, trajinantes y demás mercaderes, por lo que el Concejo abulense decidió en 1487:  «Ordenamos y mandamos, que por cuanto estaba ordenado por el concejo, que las bestias que vine a las plazas del Mercado Chico y el Mercado Grande en los días de mercados francos las bestias y acémilas que estuviese descargadas de sus mercaderías ocupaban mucho en las dichas plazas en los dichos días de mercado, y fue mandado que allí no estuvieran so pena de dos maravedíes».

Por otro lado, los días de mercado también eran aprovechados para pedir limosna, y en ello se afanaban las cuadrillas de San Juan en el Mercado Chico y de San Pedro de la Cofradía de la Veracruz en el Mercado Grande, pues con esta recaudación debía atender a los pobres de la cárcel según la encomienda hecha por las ordenanzas de 1551.

En su relato de 1912, el pintor Gutiérrez Solana cuenta:

«Es viernes y hay mercado en la plaza. Se ven bueyes, mulas y otros ganados; viejos labradores, mujeres con cestas al brazo, pastores con medias azules y perneras de piel de oveja, y pobres pidiendo comida entre los feriantes; sacos de legumbres, patata y frutas, pellejos de vino y barriles de pescado».

En un viaje cultural y de estudios del año 1916, llegó a Ávila Federico García Lorca, que por entonces destacaba como un joven músico de 18 años. La ciudad monumental le pareció a Lorca la edad media levantada del suelo, y qué asombro le produjo el colorido de los trajes de hombres y mujeres que son el tipismo del campo, los cuales llenaban la ciudad para honrar a Santa Teresa en su fiesta, según carta a sus padres que escribió el 19 de octubre de 1916.

Siguiendo las palabras de Azorín, diremos que Ávila es una Atenas gótica que señorea los graneros, las eras y los mercados de toda Castilla.

 La transformación de la ciudad durante los días de mercado es un recuerdo inolvidable para los viajeros y los propios abulenses, pues no en vano tanto el Mercado Chico como el Mercado Grande ejercen una especial atracción visual y sentimental que siempre permanece en la memoria, tal y como el filósofo y pensador Jorge Santayana lo describe recordando la imagen que ofrecía el mercado semanal de los cosos de San Juan y de San Pedro a principios del siglo pasado:

«El campo invade la ciudad todos los viernes por la mañana, y llena el mercado de campesinos y mercancías rurales. Llegan al amanecer en grupos desde sus pueblos, montados en sus temblorosos borriquillos, a la grupa el hombre o la mujer detrás de las alforjas de mimbre cuádruples, rebosantes de tomates colorados, de pimientos verdes y rojos relucientes, de lechugas y garbanzos o patatas de color terroso… No eran sólo hortalizas lo que estos campesinos autosuficientes llevaban al mercado: había también gran cantidad de prendas de fabricación casera, como alpargatas con suela de cuerda, y cacharrería campesina, botijos y cántaros relucientes de nuevos y no menos lisos y rotundos que los maravillosos melones y las sandías de pleno verano».

En 1935, Antonio Veredas nos describe así un día de mercado:

«De todo el territorio avilés llegaban también sus gentes con el fin de adquirir lo que para la semana precisaban, recueros, acemileros y comerciantes. Solo comprende el mercado, que continúa celebrándose los viernes, los artículos que producen las huertas de los arrabales de la capital y algunos pueblos del territorio, más ganados y baratijas de quincallero. Esto no obstante, todavía resulta ese día en Ávila extraordinariamente animado y de gran color regional; no faltando interesantes tipos serranos y morañegos, con sus listadas alforjas al hombro; los carros de mulas, yuntadas a la usanza de hace cuatro o cinco siglos; los grupos de borricos en las puertas de los mesones; los sacamuelas; los músicos callejeros; el romancero de crímenes espeluznantes; los tullidos, proclamando a gritos sus calamidades; la familia pueblerina que viene ‘de vistas’ y, en fin, el cura de aldea, envuelto en su capote de campo y montado en pacífico corce».

Ávila es como Constantinopla, escribió José Jiménez Lozano, donde el Mercado Grande constituye, junto con el Chico, el grueso de la actividad comercial.

Los tipos humanos que pululan por las plazas del Grande y el Chico en días de mercado encontraron en la llamada pintura de género o costumbrista una extraordinaria forma de recreación plástica, y en  ello se afanaron un significativo elenco de pintores, cuyas obras son importantes exponentes de la historia de la pintura.  Los hombres y mujeres retratados son la expresión de una arraigada tradición cultural que todavía hoy puede apreciarse en la distancia, engrandecidos por la luz y color que  sabiamente combinan los creadores artísticos.

En las pinturas de Bécquer, Zuloaga, Sorolla, Echevarría, López Mezquita, Eduardo Chicharro, Soria Aedo, Caprotti, y Martínez Vázquez la realidad se adentra en el interior de los personajes con una fuerza desgarradora tal que los despoja de  cualquier  localismo  para profundizar en  el ser humano.

Por su parte, la fotografía es uno de los soportes gráficos más agradecidos para explicar la historia y mostrar la realidad física y material de las cosas. La belleza plástica de los tipos avileses integrados en la monumentalidad de Ávila y en los escenarios de mercados y ferias tiene en la fotografía uno de sus mejores testimonios.

Ávila no era sólo una ciudad monumental, también era un hervidero de mercaderes y feriantes, de aldeanos y arrieros que llenaban las posadas, de lecheros y panaderos que acudían diariamente ofreciendo sus productos, de lugareños en traje de fiesta, de militares y soldados de la Academia, de curas y seminaristas de la diócesis, de aguadores y criadas que amenizan las fuentes de la ciudad con bullicio y jolgorio entre animales y la muchachería.

En las típicas estampas del trasiego humano en ferias y mercados aparecen hombres y mujeres entretenidos en sus faenas y ocupaciones, pasan animales de carga y transporte, y se advierte la alegría y la miseria, el bullicio festivo y la piadosidad. El gusto por estas imágenes mezcla el puro amor romántico  con el apego a las tradiciones y costumbres de nuestros antepasados, lo cual se acrecienta en el caso de la pintura al gozarse de nuevas sensaciones por su riqueza compositiva y cromática, sin intenciones de análisis antropológicos.

Finalmente, sirva cuanto hemos reseñado para saber de la riqueza histórica del mercado abulense como parte de nuestra identidad cultural, recuperado hace  y en él puede imaginarse el Mercado de las tres culturas recuperado hace XXVII ediciones como Fiesta de Interés Turístico Nacional. 

 

CONFERENCIA: «DEL CHICO AL GRANDE. EL MERCADO HISTÓRICO DE ÁVILA. IMAGEN Y TRADICIÓN».

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