Una vez más, Ávila se hace teatrera en Madrid durante el mes de octubre al unirse al movimiento solidario de la ONG ‘Caídos del cielo’ en la dramatización de la obra ‘Isla’, escrita por Paloma Pedrero y dirigida por ella misma y Pilar Rodríguez. En esta aventura, la aportación abulense viene dada por el buen hacer y la participación en la función de una parte de su gente más comprometida, como la directora Pilar Rodríguez, la actriz Magali Parra y el músico Alberto Cavero, además del público que se desplaza desde Ávila para compartir la experiencia y la emoción escenográfica.
Llegamos al Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa (Sala Jardiel Poncela) y descubrimos que en Madrid se esconde una ‘ciudad’ perdida bañada por aguas cristalinas que lamen una playa de fina arena. Se trata de una isla rodeada de frondosas palmeras cubiertas por un cielo luminoso de intenso azul.
Es la misma Isla amarilla de la obra de Paloma Pedrero, con la que la autora quedó prendada hace cuarenta años, y que transportada en el tiempo y el espacio descubrimos en Ávila de la mano de Pilar Rodríguez y el grupo ‘Titiriteros’ del IES Isabel de Castilla, galardonados en el XVII Certamen de Teatro de Mingorría’2009, entre otros escenarios, con los premios al mejor grupo, a la mejor dirección y a la mejor actriz (Natalia Sánchez).
Nos reencontramos entonces en una ínsula poblada por una tribu primitiva y salvaje de hombres y mujeres indígenas, desconocedores de lo que llamamos civilización, que vive en lugar paradisíaco, el cual ha sido recreado con doce mil kilos de arena que cubren toda la sala en una colosal escenografía ideada por Alessio Meloni.
Dichos habitantes se ajustan a los cánones teóricos del buen salvaje de Rousseau (1755), pues son «buenos, felices, libres, sociables, pacíficos e igualitarios» que moran en estado de naturaleza sin corromperse por la sociedad y regidos sólo por la ‘Ley natural’. Los indígenas descubren el nuevo mundo de los hombres blancos, unos extraños a los que llaman “papalagis” en idioma de Samoa (Polinesia), ellos «mostrarán nuestros vicios para mover nuestras virtudes», se dice en el programa. Igualmente, nos enseñarán cómo las formas de vida modernas resultan esperpénticas a sus ojos, lo mismo que ocurre en el juego de espejos, en los cuales el personaje de Valle Inclán, Max Estrella, veía la «deformación grotesca de la civilización», y Gómez de la Serna advertía «la deformación en don Quijote y Sancho a todo el que se miraba en ellos».
El cautivador texto original de la obra, que data de 1920, se encuentra recogido en el libro titulado Discursos de Tuiavii de Tiavea, jefe samoano, reunidos y prologados por Erich Scheurmann, donde, desde las tierras lejanas del Pacífico Sur, el jefe de la tribu cuenta y reprocha las absurdas contradicciones de la cultura de los hombres blancos frente a la pureza de su pueblo.
La plena actualidad de estos relatos, adaptados y recompuestos por Paloma Pedrero en varias ocasiones, es asombrosa. Han pasado más de cien años y seguimos igual o peor. Así, los buenos salvajes, a través de la palabra amable, ingenua y certera, rechazan la pecaminosa civilización colonialista y las formas de vida de los ‘papalagis’, los extraños hombres blancos, y defienden una vuelta a lo natural.
En el espectáculo ‘Isla’ se reflejan nuestra propia realidad y sus miserias, y la deshumanización de los “papalagis”, haciendo un ejercicio de antropología a la inversa, lo que se muestra sin tremendismo y en un ambiente de fiesta con amor y con humor.
En este ambiente se «abordan aspectos como el dinero (papel tosco) el tiempo, el trabajo, la información, la salud mental o el maltrato al planeta, los animales y hasta la guerra nuclear. La crítica es brutal pero divertida y piadosa, esto es sopa caliente para el alma», concluye Paloma Pedrero. Finalmente, el público, que es la tribu entera, y los actores, convertidos en embajadores indígenas que han conocido los ritos y costumbres de la civilización, deciden democráticamente el futuro de ‘Isla’.
‘Isla’ es una obra coral, que interpretan Rocío Agost, Mariu Del Amo, Alberto Cavero, Carmen Céspedes, Juan Cruz Guerra (Juancho), Pedro Fajardo, Charo Gabella, Julio Gil Gómez, Teresa De La Hera, Amaury Millán, Daniela Millán, Esther Mora, Marta Navas, Magali Parra, Rober Ruiz, Sonia Sánchez, Ana Sánchez Cano, Josep Segarra / Kike Munsa y Semilla, quienes forman el elenco de este montaje “efímero” que puede verse Madrid hasta el 29 de octubre.
Al frente de todo se encuentra Paloma Pedrero (Madrid, 1957), una de las figuras de dramaturgia española más estudiada y representada internacionalmente con una carrera imparable plagada de premios iniciada en 1984. A su lado está nuestra paisana Pilar Rodríguez (nac. 1975), codirectora de muchas de las obras de Paloma Pedrero, con quien colabora desde 2009 en la ONG ‘Caídos del cielo’, convertida en una especial y singular compañía de teatro social, aparte de trabajar con niños y jóvenes para iniciarles en mundo del teatro, de cuya escuela salieron Nacho Sánchez (Premio Max 2018), Rodrigo Casillas y Flor Hidalgo, por ejemplo, y dirigir a estrellas como Ana Peinado, labores estas reconocidas con la concesión del Premio al Compromiso Humano de la Agencia Ical’2019.
Gracias a ellas y a su dramaturgia y puesta en escena sabemos que el teatro es capaz de transformar conciencias: «una semilla puede cambiar una montaña»; de ser espejo y reflejo de la sociedad; de integrar a personas en riesgo de exclusión y en especial vulnerabilidad y alumbrar su corazón artista; y de contribuir al pleno desarrollo de la personalidad de escolares y adolescentes; así como de despertar en los “marginados” y en niños y jóvenes cualidades artísticas y de fomentar su capacidad creativa en la realización de actividades útiles de la sociedad. Para todo esto, y mucho más, sirve el teatro, también para entretener y disfrutar, reivindicar, hacer activismo social y cultural, enseñar y aprender, etc.
Más aún, según Paloma Pedrero el teatro ahonda en lo humano desde una mirada poética y es «una herramienta poderosísima para que la gente tenga ganas de vivir». Pilar Rodríguez añade: «El teatro puede transformar, curar, y darte una identidad».
Vaya si lo consiguen, pues el movimiento humanista que rodea el teatro que hacen estas dos mujeres da sentido al propósito de la singular compañía que sustentan, cuyo «objetivo es hacer del teatro una herramienta para la transformación social y personal, que contribuya a combatir las barreras que dificultan la inclusión e integración», para lo que, dicen, «trabajan a favor de la diversidad, la solidaridad y la igualdad desde el teatro, porque el teatro puede».
La ONG ‘Caídos del cielo’ es entonces «pura magia, superación, amistad, alegría, satisfacción, humanidad, ilusión». En la larga historia de la ONG, los participantes en los talleres de teatro son tan diversos como la amalgama social de donde proceden, y así se cuentan «personas sin hogar, transgénero, mujeres maltratadas, en soledad no deseada, y con deficiencias intelectuales o físicas, enfermos terminales, adictos al alcohol y las drogas, es decir, un abanico de gente que necesita herramientas para salir adelante».
También participan actores y actrices profesionales que de alguna manera «están en riesgo de exclusión porque no hay trabajo» en este colectivo. Pero sobre todo, cada uno de ellos llega porque ‘lo necesita’, señala Paloma Pedrero, quien añade: «No hacemos terapia, hacemos arte. Porque la terapia te cura a ti mismo, pero con el arte también curas a tus compañeros».
A dicha troupe se unen también otros intérpretes y colaboradores voluntarios que apuestan por la iniciativa socio cultural emprendida: «lo social y lo cultural se abrazan».
Por todo, los siete montajes teatrales de ‘Caídos del cielo’ desarrollados a lo largo de catorce años han sido merecedores de numerosos reconocimientos por su defensa de los derechos humanos y por su valor social y artístico, destacando el Premio Max Social 2022 o el VII Premio Dionisios 2017 otorgado por la UNESCO.