A los quince días de la muerte de Francisco Franco, el teniente de alcalde Manuel Ventero y el concejal Arturo Gómez, quienes dicen recoger el sentir y la opinión del pueblo de Ávila compartidos por muchos españoles, presentan al Pleno municipal una moción fechada el 4 de diciembre de 1975 solicitando se acuerde instar el regreso a esta ciudad del ilustre abulense don Claudio Sánchez-Albornoz.
No obstante, el Pleno celebrado el día 9 de diciembre, bajo la presidencia de Fernando López Muñoz, su sobrino segundo, acordó que primero debía conocerse la opinión de propio don Claudio, consulta que hicieron directamente por correo los concejales proponentes.
Como respuesta, mediante carta de fecha del 30/12/1975, Don Claudio contesta emocionado:
«No he vuelto a España por conservar mi dignidad, la de mi estirpe y la de Ávila. Solo podía regresar con la frente alta y las manos limpias y a ruego de los españoles. Ninguna invitación puede ser más eficaz para decidirme volver a la patria que la solicitud de esa ciudad que adoro». Y aunque es tarde para iniciar una nueva vida tras cuarenta años de exilio, añade, sí que acepta la invitación para «pasar unos meses con mis compatriotas y para poder gozar de la tierra española, en especial, de la abulense…
¡Díganlo a todos los abulenses y a todos los españoles! ¡Con qué emoción besaría la tierra abulense a mi llegada a ella! ¡Con qué emoción acudiría al cementerio a rezar ante la tumba de los míos! ¡Con qué emoción acudiría a Sonsoles con todos mis hijos, mis nietos, mis biznietos! ¡Qué importa que esas emociones puedan matarme! ¡Qué muerte más feliz podría apetecer!» (DAV, 14/01/1976).
A la vista de dicha cara, el Pleno municipal, por su parte, en sesión celebrada el 13 de enero de 1976, acordó por unanimidad la siguiente declaración: «La Ciudad de Ávila, desea unánimemente el regreso a esta su querida ciudad del Sr. don Claudio Sánchez Albornoz, rogándole complazca tal deseo y sea pronto realidad el hecho de tenerle entre nosotros».
Ante el inminente visita a España de don Claudio, prevista para el 23 de abril de 1976, el cronista oficial de Ávila, Eduardo Ruiz Ayúcar, lo celebra, «como muchos españoles, entre ellos, muchos abulenses…, por la recuperación para la intelectualidad española del que hoy es probablemente el más relevante historiador español y uno de los primeros de mundo… y por lo mucho que su regreso supone para la eliminación de la frontera entre las dos Españas» (13/04/1976).
Llegado el día 23 de abril de 1976, día del esperado regreso don Claudio, este se despide de Argentina contestando a los periodistas interesados en el cambio político de España:
«Lo único que pido a mis compatriotas es que olviden sus rencillas y se abracen como hermanos» (DAV, 23/04/1976). Ya en el aeropuerto de Barajas, entre los familiares y las numerosas autoridades que fueron a recibirlo, una delegación abulense con el alcalde, Fernando López Muñoz, su sobrino segundo, a la cabeza, le hizo entrega de la invitación para que visitara Ávila» (DAV, 24/04/1976).
El 3 de mayo de 1976, después de cuarenta años en el exilio, Ávila recibe a don Claudio. Una primera parada tiene lugar en el cementerio donde reza ante la sepultura de su esposa y ante sus mayores fallecidos de los Sánchez-Albornoz y los condes de Montefrío. Le acompañan su hermano Luis, sus hijos María Cruz, Concepción y Nicolás, y su nieta Sonsoles Cabeza, además de hijos políticos, nietos, bisnietos y algunos amigos. A continuación, celebraron el encuentro con una comida en el restaurante “Pepillo”. Ya por la tarde, acudieron al santuario de Sonsoles, donde ofició misa su pariente Ignacio Ortiz Aboín (DAV, 3/05/1976).
Antes de comer, numerosos abulenses se acercaron a saludar a don Claudio en Mercado Grande. Ya en el interior del restaurante, de forma improvisada, los miembros de la “Peña de la Cruz” del barrio de Santiago, acompañados de las gaitillas de Cándido y Román, y el tamboril de Eutiquio tocaron y bailaron piezas de nuestro folclore.
«Don Claudio pronunció con lágrimas en los ojos unas palabras muy emocionado, en las que habló de sus recuerdos jóvenes en Ávila y les pidió lanzasen una docena de cohetes en la plaza de la Santa Teresa, en honor de los de su tiempo y por la paz de Ávila y España» (DAV, 4/05/1976).
Por otra parte, se convocó para el 4 de mayo un Pleno extraordinario con el siguiente único punto del orden día: «Recibimiento por el Excmo. Ayuntamiento de Ávila al Excmo. Sr. D. Claudio Sánchez Albornoz, Historiador, Miembro de la Real Academia de la Historia». Pleno que se celebró con gran afluencia de familiares, autoridades locales y provinciales, delegados ministeriales, jueces, amigos, estudiantes y público en general.
Según el acta de la sesión, a la que excusaron su asistencia cinco concejales de los catorce que forman el Ayuntamiento,
«el Ilmo. Sr. Alcalde expresó la alegría de la Corporación Municipal y de la ciudad de Ávila por la visita de don Claudio Sánchez Albornoz a esta Capital, deseando al ilustre visitante una grata estancia entre los abulenses».
Así mismo, el acta recoge la entrega de una placa conmemorativa con la siguiente inscripción:
«El Ayuntamiento de Ávila, al Académico e Historiador, Don Claudio Sánchez Albornoz, Hijo Adoptivo de la Ciudad, en reconocimiento a su ingente labor investigadora».
Como se observa, con la concesión de dicha placa se da por inexistente y no producido, y por lo tanto declarado tácitamente nulo, el acuerdo municipal del 15 de febrero de 1937 por el que se le retiraba el título de hijo adoptivo, el cual ahora se declara restituido. Igual que hizo la Real Academia de la Historia el 12 de diciembre de 1975 al entregarle la medalla académica de la institución que le había sido retirada en 1940.
Y de la misma manera, el Ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática entregó a los familiares de don Claudio la Declaración de Reparación y Reconocimiento como Rector de la Universidad Central represaliado por la dictadura.
A continuación de la entrega de la placa de bienvenida, leemos en el acta,
«la Presidencia concedió la palabra al Ilmo. Sr. Don Teodomiro Martín González, Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia do Burgos y Juez Eclesiástico de esta Diócesis abulense, el cual pronunció una lección magistral en torno a la figura de Don Claudio Sánchez Albornoz, su vocación histórica, su dimensión internacional, su fe religiosa y su gran cariño por la ciudad de Ávila».
Acto seguido, tomó la palabra don Claudio Sánchez Albornoz, continuamos leyendo en el acta de la sesión, quien
«con emocionadas frases, puso de relieve el gran cariño que siempre profesó a la ciudad de Ávila, su nostalgia y su recuerdo durante los cuarenta años de su exilio, haciendo un canto emocionado a la libertad del hombre y su deseo de que en el futuro la paz y la concordia entre los españoles nos proporcione una Patria unida que pueda cumplir en el Mundo la tarea universal a que España está obligada».
Además, don Claudio añadió:
«Ávila ha estado presente, a lo largo de toda mi vida en mi corazón y hoy es el momento más emocionante de ella porque estoy aquí», haciendo suyo el título de la antigua leyenda titulada «Manqueospese la he de ver», refiriéndose a que volvería a Ávila y dijo «aquí estoy».
«Soy abulense en el corazón, en la pluma, en la mente. No ha habido fiestas, no ha habido descanso durante estos años. Y de la misma manera que «Ávila duerme, sueña... Yo también he dormido y soñado con Ávila y muchas noches, en un ímpetu, he saltado de la cama para recrearme en ella» (DAV, 5/05/1976).
Por último, don Claudio invitó a todos a la paz y a la reconciliación:
«Olvidemos el triste ayer que nos ha apartado y tratemos de hacer una España nueva... Para hacer una España grande tenemos que poner en ello nuestros espíritus, colaboración y entusiasmo... Castilla y España pueden seguir las rutas de siempre, y podemos seguir siendo la avanzada del mundo... Tenemos el deber de hacer un esfuerzo gigantesco para salvamos de la tiranía y vivir libremente como vivieron nuestros abuelos».
Terminado el acto oficial, don Claudio firmó ejemplares de sus libros. Luego la familia y la Corporación Municipal se trasladaron al Parador Nacional de Turismo «Raimundo de Borgoña», y en el transcurso de comida el alcalde de Ávila le impuso la insignia de oro de la Ciudad.
A la mañana siguiente, en la abarrotada Casa de la Cultura, don Claudio pronunció una conferencia sobre la Historia de España organizada por la Asociación de Abulense de Estudiantes de la UNED, a la que siguió una comida de homenaje en el hotel Cuatro Postes.
Contrasta el recibimiento dado en Ávila con lo ocurrido en Madrid, donde la librería «Antonio Machado» recibió la amenaza de que sus escaparates serían «volados» por vender las invitaciones de la cena-homenaje a Claudio Sánchez-Albornoz, calificado de «rojo y republicano» (DAV, 17/05/1876).
Además, la Dirección General de Seguridad, prohibió en la cena las intervenciones orales y la difusión de cualquier tipo de escritos, lo que provocó que dicho homenaje fuera suspendido (El País, 20/05/1976).
Otros eventos en los que participó Claudio Sánchez Albornoz durante su estancia en España, antes de regresar a Argentina el 30 de junio de 1976, fueron la recepción en audiencia especial con el Rey Juan Carlos. También impartió una conferencia en el Instituto Nacional de Previsión titulada «El porqué de España, un enigma histórico», y fue homenajeado por la Universidad Complutense de la que fue rector.
Así mismo, el 21 de mayo, don Claudio fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo, a la vez que el Instituto de Estudios Asturianos le nombró miembro de honor y publicó los tres volúmenes sobre Los orígenes de la nación española. Don Claudio aprovechó la visita a Asturias para visitar Covadonga, lugar donde nació España de la mano de don Pelayo, según había escrito. De vuelta a Madrid, paró en Valladolid, de cuya universidad fue catedrático en 1919, y donde conoció a su futura mujer, Concepción Aboín Pinto.
DISTINCIONES Y HOMENAJES. Después de la breve visita a España de Sánchez Albornoz, y del reencuentro con sus paisanos de Ávila, son numerosos los homenajes, reconocimientos premios y distinciones de los se hace merecedor, tanto por parte de instituciones abulenses como del resto de España.
Así, poco después de su vuelta a Argentina, el Hogar de Ávila en Madrid acordó distinguirle como Socio de Honor (DAV, 25/10/1976). La entrega del título, que recogió su hija doña Concha, tuvo lugar el 11 de diciembre de 1976, durante la tradicional cena-homenaje del Hogar, la cual cada año acoge el «encuentro fraternal y gozoso de unas gentes unidas por las mismas raíces de paisanaje y afectos y sentimientos comunes» (DAV, 13/12/1976).
En Ávila sigue vivo el predicamento de don Claudio en las páginas de El Diario, donde se llama la atención sobre su voto categórico de un «Sí» en el referéndum sobre el proyecto de ley para la reforma política en España (DAV, 4/12/1976).
Igualmente, se reseñan, una vez más, sus palabras de paz:
«Volví a mi patria en 1976 como predicador de paz. Exclamé. - Ya nos hemos matado demasiado; reconciliémonos y hagamos entre todos una España nueva» (DAV, 13/12/1977).
La pesadumbre de los años y la distancia de su tierra se nota en artículo «En mi prisión», publicado en La Vanguardia el 14 de marzo de 1978 y en El Diario: «Estoy prisionero del peso de mis años y de mis muchos libros y papeles: crecen mis males cada día y cada día crecen mis volúmenes» (DAV, 30/03/1978).
Este artículo, que finaliza con las palabras de Góngora: «Cuiden otros del gobierno del mundo y sus monarquías», obtuvo el premio “Godó” de periodismo, y en la misma edición Josefina Carabias, de Arenas de San Pedro, fue galardonada con un premio especial por su trayectoria en el diario «Ya» (DAV, 11/05/1978).
En la sección «Ávila hace medio siglo», El Diario recuerda la conferencia de don Claudio dio en el Teatro Principal con motivo de la presentación de la película «Ávila y América» de José Mª Sánchez Bermejo (DAV, 20/10/1978), igual que había hecho dos años después con titulada «El origen y el futuro de Castilla» (25/01/1980).
La primera condecoración española recibida en Buenos Aires, a la que seguirían otras más, fue la medalla de la Orden de Alfonso X el Sabio que le impuso el rey don Juan Carlos por sus méritos en el campo de la investigación histórica, acto que tuvo lugar en la audiencia celebrada en la embajada española en Buenos Aires (DAV, 30/11/1978).
Por su parte, la Diputación Provincial de Oviedo, en sesión celebrada el 27 de julio de 1979, acordó nombrar al Excmo. Sr. Don Claudio Sánchez Albornoz Hijo adoptivo de Asturias, a propuesta del Instituto de Estudios Asturianos (DAV, 24/02/1979).
El acto de entrega de dicho título tuvo lugar en el Centro Asturiano de Buenos Aires el 6 de diciembre de 1979 con asistencia del embajador de España en Argentina, el presidente de la Diputación asturiana y el rector de la Universidad de Oviedo.
Al recibir el título asturiano, don Claudio dijo:
«Yo soy, en definitiva, más que un trabajador que para escribir mi obra sobre Asturias, esa tierra magnífica y bellísima, la he recorrido a caballo, en automóvil, a pie… Los asturianos son la cuna de España, y han hecho mucho por España y por el mundo» (El País, 8/12/1979).
Y terminó añadiendo:
«Cuando muera y me lleven a Ávila y me entierren en el panteón familiar, junto a mis padres, mis hermanos, la madre de mis hijos, quisiera que, según una vieja costumbre abulense, un monaguillo tañera la campana de la torre de la Iglesia y dijera: ha muerto Claudio Sánchez Albornoz en Argentina, adorando a España» (DAV, 10/12/1979).
Al mismo tiempo, en Ávila tiene lugar la entrega de premios «Santa Teresa» del concurso convocado por la preautonómica Delegación de Cultura, contando para ello con la escritora Carmen Conde. El trabajo ganador fue el titulado «Claudio Sánchez-Albornoz», del alumno del Colegio Diocesano Alfonso de Vicente Delgado (16/07/1979).
Por su lado, la Diputación, en sesión del 27 de julio de 1979, acuerda «iniciar el expediente para la concesión al ilustre escritor e historiador don Claudio Sánchez Albornoz, la medalla de oro de la provincia, muestra del aprecio que todo el pueblo de Ávila tiene hacia su ilustre paisano» (DAV, 28/07/1979), distinción que fue aprobada por unanimidad meses después (DAV, 8/1071979).
En septiembre, don Claudio celebra la llegada de la primavera del hemisferio sur (21 de septiembre) «tosiendo a pata pelada, que dicen los chilenos, y disfrutando de la vigésima inyección balsámica», por una faringitis que le hace guardar cama desde hace un mes, lo que no le impide seguir escribiendo, tal y como dijo a la agencia EFE (DAV, 22/09/1979).
Al mismo tiempo, se publica en Buenos Aires publica Los reinos cristianos españoles hasta el descubrimiento de América (DAV, 22/10/1979), mientras la editorial Planeta edita Nuevas páginas sobre el pasado de España (DAV, 26/12/1979).
Ávila de nuevo se asoma en el artículo de triste añoranza aparecido en La Vanguardia del 3 de enero de 1980 titulado «¡Por el alma…!», en el que rememora:
«Coro general de las campanas de Ávila saludando a la imagen de Teresa, que arrodillada sobre sus andas de plata, el 15 de octubre, recorría la ciudad desde la catedral hasta la que había sido otrora su casa, seguida de la misma imagen de la Virgen ante la que ella se postrara cuando recorría por su pie la muralla de Ávila que ahora la veneraba devota. Broncas campanas, de San Juan, San Vicente, Santiago o San Pedro, agitadas por las manos juveniles de un monaguillo que, a cada golpe de badajo, anunciaba la muerte de un abulense caído al peso de sus males o de sus años» (DAV, 9/01/1980).
Sin olvidar entonces la tradición ancestral recogida en el artículo de La Vanguardia que reprodujo El Diario, este finaliza con las palabras que ya pronunció al recibir el título de Hijo Adoptivo de Asturias: «cuando llegue mi cadáver a la alta ciudad de mis abuelos un monago, desde la torre de San Pedro, grite: Por el alma de don Claudio-Sánchez Albornoz, muerto en la Argentina adorando España». El obispo de Ávila, don Felipe Fernández, tomó el testigo y contestó prometiendo dar cumplimiento al deseo de don Claudio (DAV, 20/03/1980).
Otro encargo, distinto al de su funeral, fue el que hizo don Claudio a Luis María Ansón, presidente de la agencia EFE, coincidiendo con el inmediato viaje que iba a hacer por Hispanoamérica, el cual no era otro que le llevara Yemas de Santa Teresa de su Ávila querida, encargo que fue dulcemente cumplido (DAV, 1/03/1980).
En el libro Confidencias, de reciente aparición, prologado por Carlos Seco Serrano (Espasa Calpe, 1979), Claudio Sánchez-Albornoz se confiesa escribiendo ensayos históricos y autobiográficos y glosas de actualidad, en los que deslizan diversos pasajes de Ávila, como el deseo de legar un ejemplar de sus obras a la ciudad, la subida a Gredos con Menéndez Pidal, y el trágico recuerdo de que podría haber sido fusilado en el Mercado Grande en 1936. Son los testimonios de un hombre «insobornable amante de la democracia, cuya conducta es un modelo de coherencia y de amor a España» (DAV, 26/03/1980).
La llama prendida en Ávila desde su última visita a la ciudad se avivó en el Ayuntamiento en la sesión celebrada el 13 de mayo de 1980. Entonces, el Pleno Municipal, presidido por Pedro García Burguillo, acordó por aclamación aprobar la moción del Partido Socialista defendida por José Luis Blázquez Canales y conceder al historiador Claudio Sánchez Albornoz la Medalla de Oro, así como nominar la calle Circuito de san Pedro con su nombre y colocar en la misma un busto de su figura (DAV, 14/05/1980).
En contestación a los honores concedidos por el Ayuntamiento de Ávila, don Claudio envía desde Buenos Aires una carta de agradecimiento fechada el 27 de mayo de 1980:
«Todos saben a uno y otro lado del Atlántico, lo firme y lo permanente de mi amor por Ávila, cuna y sepultura de los míos. Su recuerdo ha presidido todos los días de mi largo exilio. Desde muy niño he sentido por Ávila férvida adoración. Su recuerdo va unido a días muy felices y muy tristes de mi vida de antaño… [Y] como homenaje a mi adorada Ávila quiero que en Archivo de ese Ayuntamiento se guarde como póstumo obsequio un ejemplar de cada una de mis muchas obras».
Por su parte, la Corporación Municipal, en sesión plenaria del 10 de junio de 1980, tomó conocimiento de la citada carta, y «teniendo en cuenta las circunstancias y méritos que concurren en la persona del Excmo. Sr. Don Claudio Sánchez Albornoz, Académico de la Historia, Premio Faltrinelli, miembro de varias academias de distintos países, circunstancias y méritos públicos y notorios, conocidos, no solo e España, sino también en el mundo, dada su categoría intelectual y su gran producción histórica y literaria», acordó, por unanimidad, ratificar la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad, cuya entrega se efectuará en Buenos Aires a la mayor brevedad en vida del ilustre historiador (DAV, 11/06/1980).
Al objeto de hacer entrega de sendas Medallas de Oro de la Provincia y de la Ciudad de Ávila, ambas instituciones formaron una comitiva que debía desplazarse hasta Buenos Aires con tal fin. Y si bien don Claudio hubiera preferido que los gastos del viajes se donaran a los pobres abulenses, se fijó el 25 de julio, fiesta de Santiago Apóstol, como fecha para la entrega de las medallas (DAV, 19 y 21/06/1980).
Finalmente, llegó el día de rendir honores a Claudio Sánchez Albornoz en Buenos Aires, y hasta allí llegó la delegación abulense de los 38 compuesta de miembros de la familia, la Diputación, el Ayuntamiento, el Hogar de Ávila y otros allegados, quienes participaron en un emotivo programa y sucesivas recepciones en diversos centros bonaerenses, trayendo el siguiente mensaje de don Claudio:
«Al regresar a vuestros lares, abrazad en mi nombre a todos los hermanos abulenses. Decidles que me siento orgulloso de mi patria local» (DAV, 26/07/1980 y 5/08/1980).
Como recuerdo apasionado de aquella visita, don Claudio publicó en La Vanguardia del 10 de octubre de 1980 un entrañable artículo en el que revive al detalle su vida en Ávila:
«Me han honrado mis paisanos abulenses viniendo en masa a Buenos Aires para testimoniarme amistad y devoción. El viaje de los 38 llegados a la Argentina desde Ávila, tierra de mis padres, de mis antepasados y sepulcro de todos y de la madre de mis hijos, me ha producido una infinita emoción». El artículo finaliza rogando a sus paisanos que «siempre, siempre luchéis civilmente y heroicamente si llegara el caso, por la gloria y por la paz de España».
Además, don Claudio, en sendas cartas dirigidas al Alcalde de Ávila y al Presidente de la Diputación, fechadas el 27 de diciembre de 1980, agradece los honores concedidos, así como su visita y la de los regidores y hermanos abulenses que se desplazaron hasta estas tierras. Gracias a todos los paisanos. Ni un solo día de mi largo exilio he dejado de pensar y de exaltar mis devociones hacia Ávila (DAV, 9/01/1981).
Meses después, El Diario publica su artículo «Teresa de Ávila y Ávila de Teresa», donde dice: ¿Qué sería hoy Ávila sin ella? (DAV, 2/10/1981)
A los homenajes y honores abulenses rendidos a Sánchez-Albornoz, se suceden entre 1980 y 1981, según en las «Glosas Avilesas» de El Diario de Ávila, la colocación de una placa conmemorativa en la plaza Celenque de Madrid, donde vivió con su familia durante muchos años; la distinción con el título de «Asturiano del año», concedido por el diario La Voz de España de Oviedo; la designación como miembro de honor de la Fundación Príncipe de Asturias; la publicación del libro Homenaje de Asturias a Claudio Sánchez Albornoz por la Caja de Ahorros asturiana; la concesión de la Medalla de Oro de la Universidad Complutense; el nombramiento como miembro de honor del Instituto de Cultura Hispánica de Buenos Aires; la investidura como doctor honoris causa por la universidad de Valladolid; y la designación como presidente de honor del Partido Nacionalista de Castilla y León (PANCAL).
Más «Glosas Avilesas» y reseñas de El Diario de 1983 dan cuenta de la concesión del la Gran Cruz de Carlos III por su obra a favor de la nación; de la solicitud del Hogar de Ávila de la nominación de una calle en Madrid; la concesión del «Premio Liderman» a los valores humanos; y de la investidura como doctor honoris causa por la Universidad argentina de La Plata.
Con motivo del noventa cumpleaños de Claudio Sánchez-Albornoz, el Ayuntamiento de Ávila inauguró un busto esculpido por Santiago Muñoz en el circuito de San Pedro, plaza que también llevará su nombre, impartiéndose después una conferencia por el catedrático José Manuel Pérez-Prendes, a la vez que El Diario publica el primer artículo que escribió cuando tenía 17años titulado «Una visita al cero de Guisando» (DAV, 7 Y 8/04/1983).
Así mismo, es destacable el extraordinario programa desarrollado por el Hogar de Ávila y las Casas provinciales de Castilla y León en Madrid en homenaje a la figura de don Claudio con motivo de su nonagenario aniversario, confirmándose entonces la colocación de una placa en la plaza Celenque donde vivió. Intervinieron en los distintos actos organizados Pérez Prendes, García Verdugo, López Sancho, Julio Caro Baroja, López Aranguren, Gregorio Marañón, Luis Calvo, Carmen Llorca, Sainz Rodríguez, Vaca de Osma, Emilio Romero y su hijo Nicolás Sánchez-Albornoz, entre otras personalidades (DAV, 3 y 5/05/1983; 1, 3, 9 y 11/06/1983).
EN CASA Y DESPEDIDA. El 12 de agosto de 1983, don Claudio Sánchez-Albornoz descansa en Ávila con los suyos, después de su llegada a Barajas el pasado 29 de julio y una parada en el Clínico de Madrid (DAV, 13/08/1983). Ávila será entonces el destino final de su ajetreada y turbulenta vida, y aquí permanecerá hasta su muerte el 8 de julio de 1984.
En el tiempo en el que don Claudio permanece en Ávila, primero en casa de su hija Mari Cruz en el Paseo San Roque, y luego en la Residencia Sanitaria de la Seguridad Social donde se la practicaron varias intervenciones de traumatología, son reseñables las numerosas las visitas y atenciones de todo tipo que recibe. Todo cuanto sucede en torno a su figura, así como sus declaraciones y entrevistas es noticia, y así lo publica El Diario de Ávila, siendo un ilustrativo ejemplo la entrevista concedida a Maximiliano Fernández (DAV, 19/08/1983).
Entre las personalidades que le visitan, están el Presidente de la Diputación, Jesús Terciado; una delegación de León que le anuncia la declaración de hijo adoptivo la provincia acordado por la Diputación; el Presidente de la Junta de Castilla y León, Demetrio Madrid; el alcalde José Luis Pujades; Ramón Areces y otros miembros directivos de esta fundación que lleva su nombre, como Federico Mayor Zaragoza, quien le concede un premio anula vitalicio; el amigo y diputado nacional por Ávila, Agustín Rodríguez Sahagún; el rector de la Universidad Complutense, Francisco Bustelo, y el gobernador civil Pedro Temboury; los directivos del Hogar de Ávila en Madrid; el alcalde de Burgos; el Defensor del Pueblo, Joaquín Ruiz Jiménez; el rector de la Universidad Complutense, un directivo de la editorial Planeta y el presidente del Centro Asturiano en Madrid, que le hicieron entrega de medallas, libros y otras distinciones; el ex presidente de la Generalitat de Cataluña, José Tarradellas; el obispo de Ávila, don Felipe Fernández; etcétera.
Mas cosas rodearon en este tiempo de vida en Ávila a don Claudio. Así, se le ofrece la Presidencia del Congreso de Historia de Burgos programado por la Junta de Castilla y León; el Hogar de Ávila en Madrid convoca el “Premio Ávila” en su honor, que ganó José Antonio Vaca de Osma; se instala la placa con su nombre en la antigua plaza del Circuito de san Pedro; se crea en Burgos el Instituto Internacional de Estudios Históricos “Sánchez Albornoz”; la editorial Planeta le encarga escriba la crónica de nuestros días; en Madrid, el alcalde Tierno Galván descubre una placa en su honor en la plaza Celenque; las Asociaciones Comuneras de Barcelona, Palencia y Madrid le conceden el título de “Castellano de Pro” junto al folclorista Joaquín Díaz; le entregan los dos primeros tomos correspondientes al homenaje que le tributan 140 estudiosos de la Universidad y el Consejo de Investigaciones Científicas de Buenos Aires; la Universidad de Buenos Aires le renueva el contrato de profesor; y León levantará un monumento en su honor.
Por último, como hechos más relevantes, cabe citar la creación de la Fundación Claudio Sánchez-Albornoz y la concesión del Premio Príncipe de Asturias.
La Fundación quedó construida en Oviedo y sede en Ávila (DAV, 27/06/1984) con naturaleza de carácter científico y cultural dedicada a la promoción de actividades de formación, investigación, difusión cultural, intercambio científico y cooperación internacional, entre otros fines. Fue creada por iniciativa del Principado de Asturias, las diputaciones provinciales de Ávila y León y la familia Sánchez-Albornoz. Posteriormente se adhirieron a la institución la Junta de Castilla y León y la Comunidad de Madrid. Durante sus primeros años la Fundación se dedicó de forma prioritaria al estudio de la historia de España y a la formación de historiadores.
En 2011 la Fundación reformó sus estatutos y amplió su ámbito de actuación a cuatro nuevas áreas de trabajo: Administración pública y reforma del Estado, Arte y cultura, Economía y Nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sin embargo, en la actualidad, la Fundación apenas tiene actividad alguna.
La concesión del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades fue el punto y final a la extensa carrera de Sánchez-Albornoz. El premio fue recibido con sorpresa por don Claudio en la Residencia Sanitaria de la Seguridad Social “Nuestra Señora de Sonsoles”, donde estaba internado con un precario estado de salud. Ello le produjo una intensa emoción, «se echó a llorar y no pudo articular la menor palabra».
Según el acta del jurado, con este premio se reconocía una vida ejemplar dedicada por entero al servicio de España y los españoles desde el compromiso intelectual con la política, y también el íntegro humanismo y carácter universal de Sánchez Albornoz como pensador y como persona (DAV, 26/05/1984).
Finalmente, la muerte de don Claudio se produjo el 8 de julio de 1984. La capilla ardiente quedó instalada en el Gobierno civil, hasta donde se acercaron el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón y numerosas personalidades.
Al día siguiente de la muerte del ilustre historiador, el Ayuntamiento que presidía el alcalde Mario Galán celebró una sesión extraordinaria, con el objeto de «premiar los méritos extraordinarios que concurren en su figura, habiendo sido varias las resoluciones municipales que han tratado de agradecerle su abulensismo, reflejado reiteradamente en su Historia de España y en sus referencias a nuestra ciudad, a la que siempre ha estado íntimamente ligado…
Por ello, considerando que tales méritos contraídos a lo largo de su vida para con Ávila deben ser reconocidos una vez más en este triste momento de su desaparición el Pleno Corporativo, por unanimidad, acordó hacer constar y trasladar a los familiares el sentimiento Corporativo por su fallecimiento, concederle a título póstumo, el título de Hijo predilecto de la ciudad de Ávila, y que este Ayuntamiento se hará cargo de las honras fúnebres.
A los dos días del óbito, el féretro con los restos mortales se trasladó en coche fúnebre hasta el Mercado Grande, desde donde fue llevado a hombros de familiares y amigos hasta la catedral. Al paso del cortejo, las campanas de San Pedro doblaban y el monaguillo, asomado a la ventana de la torre, repetía la frase que don Claudio quiso se pregonara ese día: ´
«Por el alma de don Claudio Sánchez-Albornoz, muerto en Ávila adorando a España».
El entierro que tuvo lugar el 10 de julio constituyó una impresionante manifestación de duelo, a la que se sumó el pueblo de Ávila junto a destacadas personalidades, entre las que estuvieron el Presidente de Gobierno, Felipe González, el presidente de la Junta de Castilla y León, Demetrio Madrid, y consejeros de su gobierno; los ministros de Educación y de Cultura, José Maraval y Javier Solana; el ex presidente del Gobierno, Adolfo Suárez; los representantes municipales y provinciales, el ex ministro Agustín Rodríguez Sahagún; y un largo etcétera, además de familiares y amigos, alumnos y compañeros universitarios (DAV, 11/08/1984).
Después de la misa de funeral oficiada por el obispo Felipe Fernández, don Claudio fue sepultado en el claustro de la catedral abulense con el siguiente epitafio: «Ubi autem spiritus domini, ibi libertas (Donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad)», palabras tomadas de San Pablo (2 Cor 3,17), tal y como había escrito en uno de sus últimos artículos titulado “El cielo y yo” (DAV, 5/112/1983).
Después de su muerte, su memoria todavía perdura en numerosos homenajes y reconocimientos que se suceden hasta hoy. Así el Ayuntamiento de Ávila, en sesión del 10 de octubre de 1984 acuerda nominar con su nombre el colegio de la Aneja y la Junta de Castilla y León le concede en julio de 1984, con carácter póstumo, la Medalla de Oro de la Comunidad.