25 de noviembre de 2024

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De Crónicas

ÁVILA EN EL ANECDOTARIO DE CLAUDIO SÁNCHEZ ALBORNOZ (1893-1984). PRIMERA PARTE

ÁVILA EN EL ANECDOTARIO DE CLAUDIO SÁNCHEZ ALBORNOZ (1893-1984).   PRIMERA PARTE
ÁVILA EN EL ANECDOTARIO DE CLAUDIO SÁNCHEZ ALBORNOZ (1893-1984).   PRIMERA PARTE
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 21 de Abril de 2024

Ávila tiene en el linaje de los Sánchez-Albornoz a algunos de los más ilustres personajes de su historia contada desde el último tercio del siglo XIX, historia que cobra especial protagonismo este año al cumplirse el cuarenta aniversario de la muerte de su hijo más célebre, Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña (Madrid, 7 de abril de 1893 - Ávila, 8 de julio de 1984), sobre quien conferenciaremos el próximo 23 de abril en la clausura de la Feria del Libro.

En este caso, Ávila debe una cuota importante de su grandeza en el mundo a la figura de don Claudio, historiador, político, diputado y ministro durante la Segunda República y presidente de su Gobierno en el exilio entre 1962 y 1971, por lo que ha sido extraordinariamente laureado a lo largo de su carrera. Su prestigio internacional, así como a su asombrosa trayectoria académica, publicista y política le hizo merecedor de numerosas distinciones, reconocimientos y premios por parte de universidades, academias, patronatos, ayuntamientos, diputaciones, gobiernos y otras instituciones.

Ahora destacamos la permanente presencia de Ávila en su obra, donde se cita en incontables publicaciones, escritos, entrevistas, declaraciones, estudios, conferencias, homenajes y exposiciones que recogen el pensamiento y el discurso de nuestro historiador, en cuya añoranza de desterrado durante 43 años escribe:

«Sentado ante mi mesa de trabajo… una fotografía de la gran puerta de la muralla de Ávila frontera a San Vicente, fotografía que tengo de continuo ante mis ojos, me tortura con una lluvia de remembranzas y de emociones de antaño».

El recuerdo de Ávila se repite en bastantes ocasiones:

«Yo escribo estas líneas teniendo delante de los ojos una foto de la gran puerta de San Vicente de nuestra muralla, junto a la cual, en el interior de la ciudad, se alzaba la torreada casa de mis abuelos [en el palacio de los Verdugo]».

Y en carta de agradecimiento al Ayuntamiento de Ávila por las distinciones que le otorgó, de 27 de mayo de 1980, añade:

«Durante cuarenta y cuatro años que he estado en exilio siempre, siempre Ávila ha estado en mi corazón y en mi pluma y he consagrado a su recuerdo y a su elogio muchas páginas… contemplando un óleo de un pintor conciudadano nuestro (Caprotti?) en que aparecen las murallas» (DAV, 11/06/1980).

Por ello, puede decirse que, de alguna manera, su prolija producción bibliográfica sobre la España medieval y libros de memorias se fraguó a la sombra de dicha cautivadora imagen.  Así, el libro Anecdotario político tiene la siguiente dedicatoria (Ed. Planeta, 1976):

 «A la ciudad de Ávila, cuna y sepultura de los míos, en agradecimiento por la confianza que a ellos y a mí nos ha otorgado durante  largas décadas».

Querencia que recuerda en una entrevista dada un año antes de fallecer:

 «Yo quiero mucho a Ávila; fíjense ustedes que de Madrid a Ávila, cuando yo era niño, se tardaban cinco horas en tren y ponían unas cosas de hoja de lata con agua caliente para que no se helaran los pies. Todo esto es la prehistoria. Pero aquí tenía que la llegada a Ávila era la libertad, porque Madrid era el Colegio, la Universidad, las oposiciones, el trabajo. Ávila era la vida alegre, la chiquillada, se paseaba por los alrededores de la estatua de Santa Teresa que estaba en el Mercado Grande» (DAV, 19/08/1983).

Claro que no basta con sentirse orgulloso de ser abulense para merecer tan alta estima como la brindada a Claudio Sánchez-Albornoz, sino que es preciso engarzar esa vanidad con un proyecto de vida en el que apoyar el engrandecimiento de Ávila que se predica. Pues bien, adentrados en su rica biografía, observamos que la misma ha sido escrita con profusión de datos a golpe de noticias sobre su persona y otros acontecimientos sucedidos a lo largo de los años, los cuales han llenado páginas y páginas de periódicos, lo mismo que otras publicaciones han recogido sabrosos pensamientos y recuerdos de su vida.

Uno de los medios que ha seguido con más detalle la biografía del ilustre vecino ha sido el Diario de Ávila, el periódico que ha reseñado gran parte del itinerario de su existencia dando cuenta de éxitos y fracasos, alabanzas y críticas y, por encima de ello, de la desbordante valía de un hombre que decía de sí mismo ser:

 «Católico, liberal, demócrata y republicano como me he definido muchas veces, no encajo en ninguna de las grandes falanges que se disputan el dominio espiritual y político de España. Estorbo, además, a los intelectuales que entusiastas y hasta devotísimos franquistas otrora, con frecuencia han  evolucionado en su pro personal, detestan a este viejísimo Quijote del Río de la Plata y le cierran los centros donde ellos caciquean» (Postrimerías, 1981).

Claudio Sánchez Albornoz nació en Madrid el 7 de abril de 1893, en la calle Prim, el mismo día en que su padre juraba el cargo de diputado a Cortes por Ávila, siendo bautizado en la cercana Iglesia de San José (Calle Alcalá, nº 43). Sus padrinos fueron sus tíos Pedro Muñoz Morera  y María Ignacia Sánchez-Albornoz Hurtado, de quien dice:

«Era la hermana mayor de mi padre, a la que pertenecía la “casa del marrano” (Palacio de los Verdugo)», donde estaba «el despacho de mi padre presidido por el magno retrato al óleo de su antepasado el conde Campomanes» (La Prensa, 25/02/1973).

Entre los memorables parientes del linaje Sánchez-Albornoz, cabe citar al abuelo, Claudio Nemesio Sánchez-Albornoz De la Cruz, casado con Teresa Hurtado Campomanes Verdugo, que fue Alcalde de Ávila, a cuya intercesión se debe la implantación en Ávila de la Academia de Administración Militar inaugurada en 1875. El padre fue Nicolás Sánchez-Albornoz Hurtado, casado con Teresa Menduiña Jove, que ocupó los cargos de diputado y senador por la provincia de Ávila en el periodo 1893-1922.

Claudio, el historiador, fue el mayor de nueve hermanos, de los que sobrevivieron cinco, él mismo, José, Luis, Mariano y María. Todos fueron amamantados por un ama de cría. Su nodriza fue una fuerte labradora de Solosancho, pueblo que pertenecía al señorío del duque de la Roca, una institución feudal que fue objeto de su tesis doctoral. Los vecinos de Solosancho eran los labradores de solariego del siglo XI y XII, quienes solo eran dueños de la madera que empleaban en las ventanas y puertas de sus pobres moradas. (La Prensa, 25/02/1973).

Desde la calle Prim, la familia se trasladó a la vivienda de la familia materna sita en la Plaza Celenque, nº 2, y en la cercana iglesia de san Ginés el niño Claudio toma la primera comunión el 3 de mayo de 1903, hecho que treinta años después sirve de excusa torticera para la crítica en El Diario por concurrir a las elecciones generales en la candidatura laica de Acción Republicana de Azaña que había promovido leyes ‘anticatólicas’.

«¡Quién lo creyera! El actual ministro de Estado, hijo en política muy mimado, del ‘dictador de Casas Viejas’ [Azaña], colaborador entusiasta en la política socialista o socializante, separatista, atea, masónica, judía etc., otra vez pide los votos a los electores de la provincia de Avila… ¡Quien lo creyera! Aquél niño que el 3 de mayo del 903 se aproximó a recibir o Jesucristo en la Hostia consagrada, a los 30 años después votó leyes inicuas, injustas contra ese Señor, y su Iglesia Santa, y cooperó a desmembrar a España, a la que hizo una la doctrina de Jesucristo» (DAV, 10/11/1933).

Otras residencias en Madrid estuvieron en la calle Martín de los Heros 82, según consta en la su cédula personal de 1935, y en Ferraz 2, desde donde cartea su participación en las elecciones de 1936. En Ávila, la casa familiar era la misma cuyo expolio recuerda Maruja Torres:

«Los franquistas, después de la guerra, le expropiaron la magnífica casa que fue de sus abuelos. ‘Que venga un periodista, que venga’, bramaba ese día, lleno de indignación, ‘que voy a contar cómo me la quitaron’» (El País, 13/08/1983).

La casa abulense era la

«casa de mi padre en Duque de Alba, 2,  [frente al antiguo seminario, y a la torre mocha de San Pedro, actualmente restaurada], en la que jugué, amé, sufrí, recé desde mi más lejana infancia. He contemplado su patio cubierto por una parra centenaria y rodeado de geranios y rosales. La sala de billar amada con muy hermosos cuadros y en la que he jugado muchas veces con lejanos amigos y cuya mesa destrozaron a hachazos los soldados de Franco» (La Vanguardia,  10/10/1980). Es la casa cargada de vida e ilusiones que describe Ventura Pindado en recuerdo de las visitas que hacía con su padre desde Mingorría (DAV, 25/08/1983).

Con motivo de la vista del rey Alfonso XIII el 22 de junio de 1904, su padre, el senador, encargó unas canastas de flores que debían ser arrojadas al monarca desde la tribuna dispuesta en el jardín de su casa para ver pasar la comitiva real, pero las flores estaban mojadas y arreciaron sobre el rey que no ocultó cierta burla.

Y en este hogar familiar, cuenta,

«he pasado algunos inviernos en Ávila, pero de ordinario acabadas las fiestas de La Santa, avanzado octubre, la familia se trasladaba a la casa de mi madre en Madrid, Celenque esquina a Arenal. Por los Santos, nieve en los altos, / por San Andrés, nieve en los pies, reza un adagio castellano, y acudíamos al reparo de los soles madrileños. Frente a los silencios abulenses, el aire de Madrid me parecía poblado de ruidos» (La Prensa, 25.02.1973).

 Ciertamente, Ávila era entonces una atractiva ciudad de veraneo, y a la cita estival nunca faltaba la familia Sánchez-Albornoz que siempre regresaba de sus estancias fuera de la ciudad, tal y como se reseña en las notas de viajeros ilustres que llegaban en tren (DAV, 23/07/1917), noticia que se repite cada año.

CÁTEDRÁTICO.

Claudio Sánchez-Albornoz estudió el bachillerato en las Escuelas Pías de San Fernando en el barrio de Lavapiés, el mismo centro, dependiente del Instituto de San Isidro, en el que unos años después lo hizo también el escritor Arturo Barea Ogazón (La forja de un rebelde, 1941), donde se recibía una formación abierta y sin complejos:

«Nos habíamos educado en un convento de frailes: Ortega y Gasset con los jesuitas de Málaga, Azaña con los agustinos de El Escorial, y yo en las Escuelas Pías de San Fernando. Y ninguno teníamos declarada hostilidad ni al catolicismo ni a la Iglesia. Y a ninguno había deformado la conciencia jesuitas, agustinos o escolapios» (Anecdotario político, 1972).

 En las Escuelas Pías, en 1909, obtuvo uno de los premios extraordinarios de Bachillerato (DAV, 1/10/1909).

Luego se  matricula en la Universidad Central en las carreras de Filosofía y Letras y de Derecho.

Al verano siguiente de 1910, finalizado el primer curso universitario se aventura en el paisaje pintoresco del cerro del monasterio jerónimo de Guisando y la venta juradera  de los famosos toros,  lugar donde en 1498 se firma el  'Tratado de los Toros de Guisando' entre el entonces rey de Castilla Enrique IV y su hermanastra Isabel, proclamándose esta princesa de Asturias y heredera legítima del trono castellano.

El relato de la visita al monasterio de Guisando fue publicado en el Diario de Ávila (01/07/1910) como primicia de una fructífera carrera literaria que compatibiliza con buenísimas notas en sus estudios universitarios (DAV. 2/06/1911). Posteriormente, publica el monográfico artículo titulado «Ávila desde 1808 hasta 1814» (Nuestro tiempo, 00/09/1911), sobre la historia de la ciudad en tiempos de la invasión francesa hasta su liberación.

Otros textos suyos se incluyen la revista España Escolar  (DAV, 1/02/1912) y nuevos artículos que ven la luz en El Diario son: «Ávila y Jovellanos» (DAV, 9/09/1912), a propósito del centenario del ilustrado que se graduó en Ávila; «Ávila y las Cortes de Cádiz» (DAV, 23/09/1911); «Conmemoraciones y Centenarios» (DAV, 5/08/1912); «Vuelta de Maura», (DAV, 17/03/1913); «Vuelta de Azcárate a Palacio» (DAV, 22/02/1913); y «La política española durante el mes de enero» (DAV, 24/03/1913).

En 1913, Claudio Sánchez-Albornoz se licencia en Filosofía y Letras en la Universidad Central con premio extraordinario (DAV, 1/10/1913). Y en 1914, publica varios artículos con el título «El Renacimiento de Castilla» que subtitula «Las Mancomunidades», «La Mancomunidad castellana» y «Un proyecto» (DAV 11, 14, 16  y 24/04/ 1914).

Poco después, obtiene el doctorado con una tesis titulada «La Monarquía en Asturias, León y Castilla durante los siglos VIII al XIII. La Potestad Real y los Señoríos», obra que publica en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (9/12/1914) y es reseñada con orgullo en El Diario (DAV, 13/02/1915), mientras que el diploma doctoral con premio extraordinario se le concede en el acto de apertura del nuevo curso académico (DAV, 2/10/1915). Antes había entrado en el sorteo de quintos de Ávila verificado en el Ayuntamiento (DAV, 14/02/1914) y cumple el servicio militar:

«Yo no he disparado nunca un tiro. Miento. Cuando hice el servicio militar disparé algunos durante los ejercicios a que el adiestramiento nos forzaba» (La Vanguardia, 16/08/1980)

Pasado un año obtiene, el número uno en las oposiciones al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, recibiendo las felicitaciones de sus paisanos (DAV, 12/07/1915). Más tarde es nombrado catedrático auxiliar de la Universidad de Madrid (DAV, 29/09/1917), y se integra en el Centro de Estudios Históricos, gran revitalizador de las ciencias históricas y sociales que dirigía Menéndez Pidal dependiente de la Institución Libre de Enseñanza.

Aquí se ocupa con su maestro, Eduardo de Hinojosa, de la sección de historia medieval, mientras otras secciones están a cargo de Américo Castro (filología), Elías Tormo (arte), autor de una cartilla excursionista de Ávila, y Manuel  Gómez Moreno (arqueología), autor del catálogo Monumental de la Provincia abulense.

En 1918, gana la cátedra de la Universidad de Barcelona (DAV, 4/05/1918), trasladándose después a la cátedra de historia de la Universidad de Valladolid (DAV, 26/02/1919), donde vive su novia, y donde conferencia sobre «Reivindicación histórica de Castilla» (DAV, 9/04/1919). Finalmente, accede a la plaza de catedrático de Historia Antigua y Media de España de la Universidad de Madrid (DAV, 30/12/1919).

En medio de su meteórica carrera académica, el joven Claudio tiene tiempo para el galanteo y el noviazgo con su futura esposa, lo que rememora con emoción cuarenta años después:

 «Me he visto montado en la máquina de un tren de mercancías que un maquinista amigo detenía a la entrada de la trinchera de El Gansino, para que yo pudiera saltar a la vía y acudir a platicar con la que era y mi prometida». (La Vanguardia, 15/10/1980).

Posteriormente, en mayo de 1921, su boda en Ávila es todo un acontecimiento social protagonizado por la alta burguesía local, típico de los usos y costumbres sociales de alta alcurnia de la época (Los de siempre, E. Cabezas, 2000). Para darnos una idea del evento reseñamos la celebración que tuvo lugar según lo cuenta El Diario de Ávila:

«En la capilla de la elegante casa de los excelentísimos señores condes de Montefrío [Calle Reyes Católicos, 2-4], han contraído matrimonio, su encantadora hija Concepción, con el joven catedrático de la Universidad Central, Claudio Sánchez-Albornoz Menduiña, hijo del senador vitalicio, don Nicolás. Bendijo la unión, el padre Deba, dominico, siendo apadrinados los contrayentes, por la madre del novio y el padre de la novia, doña Teresa Menduiña y don Siro Aboín.

Fueron testigos, el diputado a Cortes por Arévalo, don Pascual Amat; el capitán de Artillería, tío de la novia, don Gabriel Moyano; el arquitecto, don Pedro [Isidro] Benito; el propietario, don Basilio Aboín; el diputado provincial por Ávila, don Pedro Muñoz; el ex-alcalde, don Bonifacio de Paz; los administradores de la hacienda del conde de Montefrío, don Juan Mangrané y don Emilio Martín. Los numerosos invitados fueron obsequiados con un espléndido banquete, que les preparó con su esmero habitual, don José Tomé, dueño del Hotel Inglés.

El nuevo matrimonio, al que deseamos felicidades, ha salido en automóvil para sus posesiones de Cenicientos (Madrid). El conde de Montefrío entregó en la Casa de Misericordia y las Conferencias de San Vicente Paúl, grandes donativos en dinero» (DAV, 16/05/1921 y 10/05/1971).

El matrimonio Sánchez Albornoz – Aboín, del que nacen los hijos Nicolás, Concepción y Mari Cruz, será a partir de entonces noticia habitual en sus idas y venidas a la ciudad, y sus partidas y llegadas del veraneo, tal y como se reseña en los ecos de sociedad de El Diario (DAV, 30/06/1922, ídem años sucesivos).

Coincide el año de la boda con la celebración del III Centenario de la canonización de Santa Teresa de Jesús, en cuyo desarrollo Claudio participa formando parte de la ‘Subcomisión de Certamen y Congreso’, igual que su padre es miembro de la Junta Nacional de Caballeros (DAV, 7/06/1921) y su madre lleva con orgullo el nombre de La Santa, de la que fue una gran devota y contribuyente para la compra de un nuevo manto (DAV, 7/08/1911). Pasado el tiempo, y ante la deriva republicana, rememora los versos de su madre:  

«Después de escuchar el discurso de Azaña de la tarde del 14 de octubre [de 1932], marché a Ávila a abrazar a mi madre que el 15, día de Santa teresa, celebraba su santo. -Lee lo que acabo de escribir – me dijo en seguida. Misión tan delicada / Pusiste sobre mí / Que sin querer, Dios mío, / no la supe cumplir. / Fui madre cual ninguna / En cariño y amor, / Procuré que mis hijos / Fueran todos a Vos. / Señor, si se extravía, / No me culpes a mí. / Perdónalos, Dios mío, / Que ello vuelvan a mí… Leí su poesía, la besé y la dije:… Hay que distinguir, madre, entre religiosidad y clericalismo» (Anecdotario político, 1972)

HIJO ADOPTIVO DE ÁVILA Y ACADÉMICO.

En 1924, la Academia de la Historia conmemora el Centenario de Covadonga con un concurso histórico literario sobre el tema Covadonga, Instituciones sociales y políticas del reino de Asturias. Así que, animado por Ramón Menéndez Pidal, Claudio Sánchez Albornoz se presentó al Premio Covadonga con un estudio en cinco volúmenes dedicado a las instituciones del reino astur-leonés, por el que fue premiado con 25.000 pesetas (DAV, 14/02/1924), lo que es efusivamente aclamado en Ávila por José María Sánchez Bermejo, Presbítero Licenciado y director de la película Ávila y América (DAV, 20/02/1924).

Dicho premio,

«reservado para hombres de la alcurnia intelectual de Sánchez Albornoz», al decir de José Mayoral Fernández, es también orgullo abulense por los éxitos de su paisano, lo que propició que «la Corporación municipal, haciéndole interprete del sentir de Ávila, tomara el acuerdo, de nombrar al señor Sánchez-Albornoz hijo adoptivo de la ciudad» (DAV, 26/02/1924).

Como muestra de agradecimiento, don Claudio dirige la siguiente carta al Ayuntamiento:

«La ciudad de Ávila, representada por su concejo me ha adoptado por hijo. Gracias. Si ayer la casualidad quiso privarme del honor de ver la luz primera donde nacieron mis abuelos, hoy mi buena fortuna me reintegra gozoso al seno de la noble  familia abulense. Ávila paga así mis fervores por ello, no mis merecimientos... No quiero ser un hijo más de la vieja Ávila sino el primero en honrarle como madre. Si mis antepasados la sirvieron con las armas hace siglos y en las ingratas tareas del gobierno hace poco, yo quiero servirla con la pluma... Quiero honrarme trabajando obscura y silenciosamente en los archivos para desentrañar las instituciones sociales y políticas de Castilla y con ellas la historia del gobierno de Ávila, de ese gobierno que llevaron muchas veces sobre sí mis abuelos» (DAV, 11/03/1924).

La entrega del Título solemne de Hijo adoptivo de Ávila a don Claudio Sánchez-Albornoz tuvo lugar en el Palacio Consistorial la mañana del 15 de agosto de 1924. Por la noche, se celebró un gran banquete servido por el café La Amistad (Pepillo) en el casino.

Dicho acto, organizado por los estudiantes universitarios, contó también con la asistencia de las autoridades civiles, militares, eclesiásticas y académicas. Pronunciaron discursos el alcalde José Tomé, José Bayo, José María Sánchez Bermejo, Pedro Sánchez Baquero, Carlos Luis de Cuenca, Nicasio Velayos, Salvador Represa, Manuel Gómez Moreno y el propio homenajeado que, entre aplausos y ovaciones

«termina diciendo que quiere hacer notar dos notas plenas de simpatía que en el acto en su honor han resaltado; la primera, el desinterés, ya que de él nadie puede esperar nada ya que no ha seguir otros derroteros que los emprendidos; y la segunda, el hecho de que en estos tiempos, dominados por el materialismo, Avila da una nota netamente espiritual que le alentará en todo momento en su obra, que es obra de cultura, encaminada a formar la España que todos soñamos y que por desgracia no hemos acertado aún a crear». (DAV, 25 y 26/081924) (DAV, 25 y 26/081924).

Trece años después, la guerra civil lo trastocó y subvirtió todo, y el nuevo Ayuntamiento surgido después del alzamiento nacional renegó de su hijo más preclaro y acordó retirarle el título de hijo adoptivo (DAV, 16/01/1937), cuando algunos querían declararlo «hijo indeseable» (DAV, 15/02/1937), siguiendo en ello una sangrante política de depuración cultural, tema al que nos referiremos en la segunda parte de este artículo en una próxima entrega.

El 15 de abril de 1925, la Real Academia de la Historia nombró académico de número a D. Claudio Sánchez Albornoz a propuesta de Julián Ribera y Tarragó, Ramón Menéndez Pidal y Manuel Gómez Moreno.

En la misma sesión, la Academia también nombró académico correspondiente de Ávila a D. José Mayoral Fernández, cronista oficial de la ciudad. Por su parte, el Ayuntamiento y la Diputación de Ávila no tardaron en felicitar al ilustre académico por el «galardón dignamente conquistado» muestras de reconocimiento (DAV, 21 y 28/04/1925).

Dichas muestras de admiración y paisanaje se repitieron el 28 de Febrero de 1926 con motivo de la recepción del nuevo académico, en cuyo acto leyó el discurso de ingreso titulado Estampas de la Vida en León durante el Siglo X, el cual fue contestado por el presidente de la Academia, Ramón Menéndez Pidal, con otro Sobre el hablar de la época (DAV, 1/03/1926).

         No ceja la ciudad de sorprenderse de los logros y distinciones de su hijo más célebre, recibiendo por ello entusiastas felicitaciones reseñando que

«su obra Las Behetrías, la encomendación en Asturias, León y Castilla... ha sido calificada entre las diez mejores publicadas en el mundo durante el aludido año de 1924, según la comisión de cooperación intelectual, a propuesta de la Junta española para Ampliación de estudios del Ministerio de Instrucción Pública» (DAV, 30/12/1926).

La obra dedicada a Las Beherías [poblaciones medievales cuyos vecinos tenían derecho a elegir su señor] había sido publicada en el primer número del Anuario de Historia del Derecho Español, revista fundada por Sánchez-Albornoz en 1924 junto con un joven equipo de discípulos de Hinojosa del Centro de Estudios Históricos, cuya la labor en la revista y en dicho centro es ampliamente comentada por El Diario:

La labor de don Claudio en la revista y en dicho centro es ampliamente comentada por El Diario: «La actividad y la cultura del profesor Sánchez Albornoz están contribuyendo poderosamente a que vayan dilucidándosa los múltiples problemas que surgen ante algo interesantísimo para nuestra historia: las instituciones medievales españolas. Al historiador le interesa hoy principalmente un aspecto histórico que se funde con la historia del Derecho, campo inmenso y poco cultivado hasta el presente y que ofrece al investigador sugestivas promesas» (DAV, 3/01/1929).

En el periodo comprendido entre los años  1927 y 1928, Claudio Sánchez-Albornoz fue pensionado durante cinco meses por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), para realizar estudios en la Universidad de Viena, en el Seminario dirigido por Prof. Alfons Dopsch (DAV, 9/06/1927).

Esta nueva etapa la aprovechó para conocer las teorías historiográficas de otros países, y su funcionamiento institucional y académico con el fin de contribuir mejor a la formación de historiadores y la gestión de institutos y revistas, así como mejorar su alemán:

«Estaba yo mejorando mi alemán en Munich en el verano de 1927 en compañía de mi mujer, muy dotada para las lenguas -hablaba correctamente el francés y el inglés-, y de mis hijos» (Anecdotario,  1972).

El 22 de octubre de 1928 se estrena en Ávila la película Ávila y América filmada por Agustín Macasoli bajo la dirección del sacerdote y archivero municipal José María Sánchez Bermejo. Con tal motivo, Claudio Sánchez Albornoz

«accede a pronunciar un discurso por pedírselo para colaborar en nombre de Ávila en cuyos templos aprendió a rezar con su madre y en su tierra yacen los restos de sus mayores… [Y] quiere completar los poderes de embajador de Ávila que se otorgan al Sr. Sánchez Bermejo, enviando un saludo a América en nombre de la España que estudia y que trabaja» (DAV, 22/101924).

A la ingente actividad investigadora y docente de Don Claudio se suman las concurridas e interesantes conferencias que imparte, las cuales son reseñadas por El Diario en atención a los muchos amigos que tiene en Ávila. En la capital conferenció en el Teatro Principal sobre El origen y el futuro de Castilla (DAV, 24/01/930), conferencia que repitió en el Ateneo de Burgos. En una primera crónica se reseña la protesta y escándalo entre el público burgalés contra Sánchez-Albornoz por

«reprochar a los españoles de los siglos XVII y XVIII no haber imitado la conducta de los ingleses y franceses haciendo rodar en el cadalso las cabezas de sus monarcas y gobernantes», y por poner como «modelo de pueblos cultos a la Rusia Soviética» (DAV, 3/02/1930).  

Días después del espectáculo dado en el Ateneo de Burgos, El Diario  modula las críticas que había tomado del periódico El Castellano, y recoge la crónica de El Diario de Burgos:

«Ayudándose con proyecciones de preciosas vistas de los puntos principales en que ocurrieron los hechos, [Sánchez Albornoz] relata la historia de Castilla desde los tiempos románicos, la invasión de los visigodos y la de los árabes; las luchas entre estos, que aprovechó Alfonso el Católico para extender sus estados; las razzias que hacía los invasores destruyendo iglesia y arrasando pueblo, cuyos habitantes huían a refugiarse en sus baluartes de las Galias y Cantabria» (DAV, 7/02/1930).

En la Universidad de Salamanca departió con el título Un precursor hispano-musulmán de Francisco de Vitoria:

«Las destacadas dotes del señor Albornoz como historiador competente, literato de brillante estilo y elocuentísimo orador se pusieron de manifiesto en su documentada disertación, durante la cual escuchó muchos y entusiastas aplausos» (DAV, 3/02/1931).

 

 Por último, Los anales y los orígenes del feudalismo, fue el título de la conferencia impartida en el Instituto francés de Madrid que fue muy aplaudida (DAV, 23/04/1931).

De forma paralela a la meteórica carrera académica, Sánchez-Albornoz se interesa por política siguiendo su larga tradición familiar. Es por ello que afilia al partido de Acción Republicana (AR), una agrupación progresista y republicana fundada durante la dictadura de Primo de Rivera por Manuel Azaña en 1925. Su ideario pasa por la autonomía regional, el laicismo, y las reformas Agraria y del Ejército. Bajo dichas siglas concurre a las elecciones generales del 28 de junio de 1931 en las que sale elegido diputado, con lo que se inicia una nueva etapa en las Cortes generales y el gobierno, a la que sigue otra en el exilio que concluye con el regreso a España y numerosos reconocimientos y homenajes, de todo lo cual nos ocuparemos en sucesivas entregas.  ?