25 de noviembre de 2024

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De Crónicas

ÁVILA EN EL PARAÍSO DE SOROLLA

ÁVILA EN EL PARAÍSO DE SOROLLA
ÁVILA EN EL PARAÍSO DE SOROLLA
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 18 de Marzo de 2023

Este año de 2023 España celebra el centenario del Joaquín Sorolla (1863-1923), efeméride a la que sumamos la ciudad de Ávila por su estrecha vinculación con su pintura y los lazos que encontramos en el álbum intimista y familiar de su vida, que también es muestrario de su trabajo artístico. Y al mismo tiempo,  Ávila celebra el año jubilar teresiano con motivo del IV Centenario de la Canonización de Santa Teresa que se extiende desde el 12 de marzo de 2022 hasta el 15 de octubre de 2023. Ambas conmemoraciones nos sirven ahora como motivo para el reencuentro entre la pintura costumbrista y paisajística que pintó Sorolla en Ávila con la espiritualidad de su obra y la figura de Teresa de Jesús.

El tema religioso es minoritario en el conjunto de la obra de Sorolla, pues los títulos de los que se ocupa no sobrepasan medio centenar entre los más dos mil doscientos catalogados. En dichos cuadros aflora la religiosidad popular, la piadosidad de la feligresía, el arrobamiento conventual, el paisanaje fervoroso y la penitencia de cofrades en semana santa. En esta pintura aflora su sentimiento de creyente, el mismo que pudo contemplarse en las exposiciones Sorolla y la espiritualidad (Fundación Bancaja, 2018) y Tormento y devoción (Museo Sorolla, 2021). Igualmente, en su prolija correspondencia observamos interesantes guiños teresianos que comparten espacio con las fuentes de inspiración abulense.

Con todo, Ávila, singular exponente de los territorios creativos de Sorolla, y ahora también protagonista del misticismo heredado de su hija más ilustre, se nos aparece entre los recuerdos del largo peregrinaje del pintor plasmando viejas estampas de su historia monumental, antiguas costumbres y atavíos de sus gentes; en el epistolario donde Ávila aparece como germen de inspiración o motivo de felicitación, o como imagen de postal añorada; en las lecturas librescas compartidas de nuestra historia abulense; en el trato con interlocutores amantes de esta tierra y su tradición; en los retratos del pintor de personajes de raigambre o herencia familiar abulense, de los que testimonian su querencia en hermosos cuadros y textos literarios; y en los retratistas amigos que también fotografiaron Ávila, tal y como ya contamos hace unos años (Diario de Ávila, 8/03/2020).

Sorolla no retrató a Santa Teresa. En su lugar pintó Monja en oración, Medalla de Oro en la Exposición Regional de Valencia de 1883, cuadro de honda inspiración teresiana, y por ende de raigrambre abulense, como  escribió Mercedes Tamara: «La pintura está inspirada en la Santa Catalina de Alonso Cano: claramente podemos establecer una verdadera línea de interrelaciones a través del tiempo, que se inicía con esta tela del maestro español del siglo XVII , para continuar con la Santa Teresa pintada por Barón François Gérard en 1828 -este pintor romántico se dejó influenciar por la obra de Murillo "El éxtasis de Santa Teresa" que había ingresado en el Museo del Louvre en 1803-, y finalizar con Francisco Domingo y su Santa Clara en éxtasis. De este último, Sorolla recoge el testigo y el tema, que vendría a cerrar, con esta obra, este curiosísimo arco de influencias».

Otros títulos de temática religiosa del joven Sorolla en los que atisbamos semblanzas de esta tierra de santos son: Estudio de monje 1981), Virgen María (1885), El buen ladrón crucificado (1885), El entierro de Cristo (1885), Santa Clotilde (1888), Procesión en Burgos  (1890), Duelo (1892), Mesa petitoria (1892), La bendición de la barca (1895), El pan de la vida (1896), La primera comunión de Carmen Magariños  (1896), Levantando la cruz. Crucifixión (1898), Triste herencia  (1899) y el El bautizo  (1900), entre las 46 pinturas que expuso el Museo Sorolla en 2021:

«Son obras que tienen buena acogida en el mercado. Unas veces se realizan motivadas por encargos de mecenas y protectores, otras, principalmente los cuadros de costumbrismo religioso, buscan en la anécdota la excusa para representar escenas, cotidianas, con las que cosecha sus primeros éxitos en exposiciones nacionales e internacionales».

En este viaje que realizamos desde Ávila por el paraíso de Sorolla descubrimos que la plasticidad de la ciudad le llega de la mano de Eduardo Chicharro y Agüera, aventajado discípulo suyo, cuando visita su taller en 1908-1909 y comprueba que el pintor abulense de adopción ejercía de profesor y guía artístico presentando la ciudad como modelo para sus alumnos, y cuyo espíritu y alma castellana traslada a su estudio madrileño de la calle Ayala. Chicharro había pintado entonces Las tres esposas, donde destaca la figura de Santa Teresa en primer plano arrodillada a los pies de Cristo crucificado, cuadro que fue galardonado con el primer premio de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908.

Paseando ahora por el imaginario y biblioteca de Sorolla, encontramos la ciudad histórica de Ávila, la de tiempos de Felipe II y de Santa Teresa, entre las lecturas del pintor, y todo gracias al ejemplar que el 15 de mayo de 1909 le envía Federico de Sousa, militar y yerno del pintor José Jiménez Aranda que le había retratado en 1901, diciéndole: “Por este correo remito a V. el libro ‘La gloria de Don Ramiro, que el Sr. Larreta dedica a V. por si en la travesía [viaje de vuelta de sus exposiciones en Nueva York, Buffalo y Boston] quiere hojearlo”. En el libro figura la siguiente dedicatoria: «Al gran artista Joaquín Sorolla,/ su admirador entusiasta/ E. R. Larreta». Y en este libro no faltan referencias a la santa abulenese de quien Doña Guiomar, madre de don Ramiro, dice ser parienta por línea materna. Lo mismo que los “conjurados” contra los impuestos reales tienen presente: «El nombre de Teresa de Jesús, a religiosa andante, la garduña de almas, la pícara sublime, reaparecía con frecuencia en los diálogos… Referíanse  con el mismo entusiasmo sus prodigios que sus gracejos, y todos se complacían en hablar llanamente de un ser que los ojos del alma veían ahora en la gloria del Paraíso». Años después, el 29 de enero de 1913, Galdós encabeza las firmas de petición al alcalde de Ávila de una calle para Larreta que finaliza diciendo:

«No dudamos que la ciudad de Santa Teresa accederá gustosa al deseo tan justo como patriótico de los que quieren rendir este homenaje al autor de ‘La Gloria de Don Ramiro’».

SOROLLA EN ÁVILA. En 1910 Sorolla visita Ávila, y la primera impresión que le produce la ciudad, según dejó escrito el 26 de marzo de 1910, denota una sorprendente atracción por la dureza de esta tierra: «Yo no sé lo que me ocurre con la luz de Ávila y el frío mezclados, que sin sentirme mal, hay algo que te quita el deseo de pintar a gusto, será la triste pobreza de esta naturaleza. No lo sé, pero al mismo tiempo atrae la severidad… Me fastidia lo castellano, es demasiado bárbaro».  Desde aquí envía una postal de Ávila a su amigo el ingeniero e ilustrador Pedro Gil Moreno, quien le contesta el 4 de abril envidiando la hermosura de la ciudad nevada.

Igualmente, escribe sendas cartas a su esposa Clotilde y a su amigo el pintor Aureliano Beruete. Y de Beruete Sorolla recuerda la misiva del 30 de mayo de 1909 donde aquél le decía que «ha tomado una casa en Ávila para trabajar cómodamente en agosto y parte de septiembre», donde coincide con los pintores Chicharro y Villegas, según cuenta en otra carta del 15 de agosto siguiente, señalando que trabaja cuanto puede en los alrededores, con vistas a la ciudad y sus murallas, en medio de un paisaje «árido y gris, con los amarillos del campo agostado y de los rastrojos. Es tremendo armonizar todo esto, pero es la naturaleza, la verdad, y es siempre hermoso».

A pesar de todo, o mejor dicho por todo, Sorolla pinta la luminosidad del cielo abulense y el dorado radiante de sus piedras que reflejan el puente sobre el Adaja, las arquivoltas del pórtico meridional de la basílica de San Vicente, la fachada norte de la catedral, y la portada del palacio de los Dávila. Son cuatro cuadros de 104x82 cms. de rápida elaboración realizados durante los días del 25 al 28 de marzo, fecha ésta última en la que Ávila celebra el natalicio de su paisana Santa Teresa.

Es posible que en este viaje que acabó en Burgos, donde una nevada le hará regresar a Madrid, Sorolla tuviera intención de ir a Salamanca desde Ávila, como reseña el arquitecto Enrique Mª Repullés, restaurador de los monumentos abulenses (Muralla, San Vicente, Mosén Rubí, etc.), proyectista de la basílica dedicada a Santa Teresa en Alba de Tormes,  y también autor del estudio y mansión palaciega que Sorolla va a construir en Madrid. Entonces, Repullés que se afincaba en Ávila durante largas temporadas y de quien Sorolla acaba de pintar un retrato de medio cuerpo, escribe el 23 de marzo a Unamuno para presentarle al pintor en su inminente visita a Salamanca, al mismo tiempo, en otra carta del 4 de abril le pregunta «¿Qué tal Ávila? Tengo ganas de verle para que me cuente sus impresiones».

De la estancia de Sorolla en Ávila dio cuenta el periódico La Correspondencia de España del domingo 27 de marzo de 1910:

«Se encuentra en esta capital el ilustre pintor Sorolla. Ha visitado los más importantes monumentos, de los que ha hecho un cumplido elogio. Amigos y admiradores dedican a Sorolla delicadas atenciones».

Igualmente, el diario valenciano “Pueblo” del martes 29 de marzo informa que «el pintor Joaquín Sorolla ha visitado la Basílica de San Vicente, tomando apuntes para un cuadro». Y a la vez que Sorolla recorre las calles de Ávila imbuído del espíritu de Teresa de Ahumada, el tren mixto que para en la estación abulense lleva entre sus ilustres pasajeros al socialista Pablo Iglesias y al escritor Benito Pérez Galdós, a los cuales se une en el siguiente tren el republicano Félix de la Torre al que había retratado en 1894,  quienes darán un mitin electoral en Valladolid.

En 1912, la imagen de Teresa de Jesús llega a casa de Sorolla. Lo hace a través de una fotografía del cuadro del pintor alicantino Vicente Aldás Marti titulado Santa Teresa que acompaña a una misiva dirigida al maestro, donde le comentaba la obra y le pedía se interesara por el cuadro que acaba de presentar a la Exposición Nacional de Bellas Artes. Vicente Aldás apela entonces al paisanaje que tanto les une, y lo mismo hizo el también pintor Lorenzo Pericás Ferrer, autor de Santa Teresa de Jesús, en otra carta dirigida a Sorolla pidiéndole se interesara también por su pintura presentada, igualmente, a la Exposición Nacional. Parece como si Santa Teresa se hubiera afincado en la academia artística que dirigía Lorenzo Casanova Ruiz en Alicante, maestro también de José López Tomás, autor de Últimos momentos de Santa Teresa (1894). Por su parte, Casanova había retratado, a su vez, a Miguel Jadraque, autor de Santa Teresa de Jesús en éxtasis (1882) y Retrato de Joaquín Sorolla y su esposa Clotilde, mientras que Sorolla guarda las  letras epistolares que le hablan de la santa abulense.

Meses antes de la segunda visita de Sorolla a Ávila, el 5 de enero de 1912, muere el pintor Aureliano Beruete, y su amigo Sorolla abre su casa y estudio madrileño para una magna exposición y allí están algunos de los cuadros de Ávila que había pintado Beruete en 1909, sobre los que Emilia Pardo Bazán escribe: “Viajero incansable por España,  y sobre todo Ávila, que retrató en su panorama austero, en sus huertas, en sus murallas rudas y dramáticas, en su agostadas eras, en su traza castellana cerrada, firme, con vistas al cielo” (La Ilustración Artística, 29/04/1912). Y Ávila encuentra acomodo también en los textos de Pardo Bazán cuando se apoya en la Teresa de Jesús en su reivindicación feminista defendiendo el acceso de la mujer a la Academia de la Lengua (“La España Moderna”, 01/02/1889).

Pocos días después de clausurar la exposición de Beruete, Sorolla viaja de nuevo a Ávila, esta vez viene acompañado de su amigo el pintor sueco Anders Zorn, y así lo cuenta a su esposa el 11 de mayo de 1912: «Tres botellas de champagne nos bebimos de Madrid a Ávila. Zorn es una cuba insaciable, al final ya no podía entender lo que decía, él quería marearme y no lo consiguió, pues a pesar de que bebí más de lo que tengo por costumbre, le pude engañar y él fue el que quedo en el wagon medio pipo, ¡qué lástima de hombre!». En Ávila permanece hasta el día 20, tiempo suficiente para pintar los cuadros “Tipos de Ávila”, “Vista general” y “Murallas de Ávila”, así como los estudios preparatorios para su obra “Castilla. La fiesta del pan”, trabajos que en este último caso completó con tipos y figuras que aparecían en las fotografías de Laurent (“Sorolla y la Hispanic Society”, 1998).

Igualmente, toma nota de la fuente del Pradillo adquiriendo varias postales de la misma, una de las cuales se la envía el 13 de mayo de 1912 a su amigo el ingeniero y artista grabador Pedro Gil Moreno de Mora. A su vez, Sorolla recibe una postal del Mercado Grande remitida el día 21 de mayo por Luis María de Silva y Carvajal (Conde de la Unión emparentado con los linajes abulenses de Parcent y Abrantes) quien espera acompañarle en Ávila para almorzar si todavía sigue allí.

En este viaje, Sorolla debió interesarse por la adquisición de obras y antigüedades para su mecenas americano Archer M. Huntington, de ahí que el aparejador de Ávila, Victor Gil Jiménez, le escribiera el 31 de mayo de 1912 sobre su encargo relativo al precio de la portada Renacimiento que V. vio en la calle de los Caños [donde están las casas-palacio del duque de Parcent y de Pedro del Águila].

Al mismo tiempo, Sorolla trabaja en el cuadro San José con el niño para la iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza ("Our Lady of Esperanza" de Nueva York) que se acababa de construir en terrenos cedidos por Huntington en Audubon Terrace, donde se estaba construyendo la Hispanic Society. Y Huntington también promovió parte de la decoración interior de la iglesia a petición de María Barril, hija del antiguo Cónsul español, encargando  en 1910 dos cuadros, uno a Sorolla y otro a Madrazo para los altares de las capillas de San José y Santa Teresa. En  1912, María Barril y el Arzobispo de Nueva York (John Murphy Farley) expresan a Sorolla su entusiasmo por el "San José" que había sido colocado en la capilla española con su marco de mármol.

En cuanto al retrato de Santa Teresa, encomendado a Raimundo de Madrazo, este no se realizó por impedírselo una grave enfermedad que le causó la muerte en 1920, y aunque  se encargó a otro “eminente artista”, este retrato tampoco llegó a pintarse. Sea como fuere, allí queda San José, a quien Santa Teresa dedicó en Ávila la primera de sus fundaciones en 1562

Tiempo después, el 15 de mayo de 1913 es la datación de una vista general que pinta Sorolla desde los Cuatro Postes que refleja la parte norte del paisaje que desde aquí se divisa, mientras que la última visita de Sorolla a Ávila se produce en noviembre de 1913, lo que recoge en una carta a su esposa Clotilde el día 4, donde cuenta que ha ido a ver la fuente del Pradillo y que al día siguiente comenzará a pintarla. De esta fuente, Sorolla ya había tomado apuntes el año anterior para el cuadro “La fiesta del pan” y de la misma había adquirido varias postales editadas en Ávila por Lucas Martín.

SOROLLA EN EL MUSEO CAPROTTI-DE LA TORRE. Por otro lado, en Ávila descubrimos que la pintura rompedora de Joaquín Sorolla se ocupa de nuestros personajes célebres con los que creamos relaciones de paisanaje  compartiendo espacios e identidades comunes.

Entre ellos, actualmente se exhiben en el palacio de Superunda, que adquirió el pintor Guido Caprotti (1887-1966) y que ahora es museo municipal, dos grandes retratos de cuerpo entero, uno de Félix de la Torre y otro de su esposa Laura Hernández Acuña pintados en 1894 y cedidos por Ana Isabel Aizpurúa de Caprotti. Félix de la Torre entró a formar parte de la singular historia abulense en 1894 al emparentar con el gran teresianista Bernardino Melgar (marqués Benavites) cuando contrajo matrimonio con Laura Hernández, hermana de la esposa del marqués, dueño del palacio renacentista construido por el regidor Juan de Henao. Y más aún, su memoria toma asiento en Ávila cuando en 1920 su hija Laura de la Torre (1895-1988) se casó con el pintor Güido Caprotti  y ambos se afincaron en 1930 en el palacio de los Superunda o del regidor Ochoa Aguirre. Antes, Félix de la Torre había luchado ardientemente en Ávila por obtener el escaño de diputado a Cortes Generales por el distrito de Barco-Piedrahita que perdió escandalosamente frente a Jorge Silvela (“El País”, 28/05/1910). Más aún. Sorolla realizó unos ocho cuadros de la familia de la Torre (1 retrato de Félix de la Torre, 1 de su esposa y 2 de sus hijos; 2 retratos de Silverio de la Torre y 1 de su esposa; y 1 busto de Manuel de la Torre), además de colaborar en la revista “Apuntes” que regentan Félix y Silverio de la Torre con 6 ilustraciones insertadas en otras tantas entregas de la novela “Las brujas” de José Mª Pereda  (“Apuntes”, 22/03/ y 10/05/1986).

 La cercanía de Sorolla con la familia De la Torre, se observa en la carta de su Laura Hernández de la Torre del 10 de marzo de 1914 pidiéndole recibir a la Srta. O`Neill, estudiante estadounidense que está interesada en conocerle y estudiar con él, carta que finaliza diciendo:

«Recuerdos a Clotilde así como a sus hijas y creo que aunque hace mucho que no nos vemos me acuerdo mucho de Vd. y siento verdadera satisfacción cuando oigo o leo que Sorolla es una de las glorias de España, Su afectísima amiga».

Güido CaprottI, retratista de las hermanas carmelitas de Santa Teresa, por su parte, mantiene también esta amistad familiar con Sorolla, tal como prueban las felicitaciones y muestras de admiración que le remite en cartas fechadas el 5 de junio y 24 de diciembre de 1918, así como en la postal de la basílica de San Vicente enviada el 15 de agosto de 1919.

Otro cuadro de Sorolla con personajes de linaje abulense es el que hizo en 1905 a la familia del duque de Parcent cuando tenía diez años, dueño y patrono que lo fue en Ávila del palacio y la fundación de Mosén Rubí. Años después, el niño del retrato, Casimiro Florencio Granzow de la Cerda, se reencuentra con Sorolla en Alicante, de cuyo momento le dedica una fotografía fechada el 14 de diciembre de 1918 con la leyenda: «A mi querido amigo D. Joaquín Sorolla, en testimonio de sincera amistad y profunda admiración».

Casimiro F. Granzow heredó en 1927 por vía materna el título de II Duque de Parcent y fue encargado de asuntos culturales en Varsovia durante 1939-1946, escribiendo entonces El drama de Varsovia, donde cuenta su experiencia durante la segunda guerra mundial en un clima de terror y persecución nazi y soviética y su colaboración en la salvación de numerosos judíos. Le sucedió su hijo Fernando (1922-2014), III Duque de Parcent, quien fue un entusiasta miembro de la Asociación de Amigos del Museo de Ávila hasta su fallecimiento el 18 de enero de 2014, siguiendo en ello su apoyo al museo abulense al igual que lo hiciera el I Duque de Parcent, activo participante en su fundación en 1911.

Un nuevo hecho sobre la cercanía de Sorolla con la familia Parcent es el producido el 17 de mayo de 1918, cuando los duques, Don Fernando de la Cerda y Carvajal y Dña. Trinidad von Scholtz, recibieron a los artistas franceses en su palacio de la calle madrileña de San Bernardo, en la que los ilustres asistentes admiraron soberbios tapices, grandes mesas, viejos arcones, candelabros labrados, porcelanas chinas y japonesas, tablas de pintores primitivos, lienzos de grandes maestros, obras de Murillo, El Greco y Coello y de pintores de la antigua Escuela española, y el retrato de la duquesa hecho por Raimundo de Madrazo. A esta recepción asistió Sorolla, produciéndose el siguiente diálogo: «-Duquesa, dijo Sorolla a la de Parcent; los artistas debían venir con frecuencia a esta casa. Siempre tenemos cosas que aprender. - Pues abierta está -contestó rápidamente la dama; - con ello me darán una alegría».  

Para concluir, diremos que aparte Santa Teresa y los personajes que citamos antes, econtramos otros muchos que también vinculamos con Ávila a través de sus obras y la absorvente personalidad de Sorolla.

Deteniéndonos en los retratos que hizo Sorolla que nos recuerdan las antiguas querencias por Ávila a través de sus obras de los personajes que pinta, observamos los del pintor Martín Rico, Beruete, Muñoz Degrain, y Carlos Lezcano. A estos artistas se suman los retratos de los escritores Blasco Ibáñez, Pérez Galdós, Pardo Bazán, Unamuno, Baroja, Azorín y Juan Ramón Jiménez, quien recorre la meseta castellana transitada por Teresa de Jesús y Juan de Yepes.

Y así mismo, destacamos los retratos del Duque de Alba, guardian de Santa Teresa en Alba de Tormes, el pedagogo Manuel Bartolomé Cossio, el arqueólogo José Ramón Mélida, el arquitecto Repullés, el político y académico Benigno de la Vega Inclán, y del médico Gregorio Marañón. También en el rico epistolario de Sorolla de su casa-museo encontramos los nombres de los pintores Regoyos, Hernández Nájera, López Mezquita, Muñoz Degrain y Daniel Vázquez Díaz, y Diego Rivera; del paisajista Winthuysen y de Mariano Foronda, hijo del cronista de Ávila.

Finalmente, en el valioso álbum formado por Sorolla, Ávila figura en la fotografía de Laurent de 1878 tomada del grupo de danzantes asistente a la boda de Alfonso XIII; en la foto de Ángel Redondo de Zúñiga, peregrino teresino, del nuevo mercado de abastos de Ávila proyectado por Repullés en 1898 con dedicatoria del propio arquitecto; en el caserío de Arenas de san Pedro fotografiado por Diego G. Ragel en 1911 que también lo hizo de Ávila; y en las postales del Mercado Grande, de la basílica de san Vicente y de un campesino a caballo camino de Ávila.

Y con todo, así ha quedado construida la ciudad de Ávila en el imaginario paraíso de Sorolla, y sobre ello, y mucho más, conferenciaremos el próximo martes 21 de marzo de el Palacio Superunta (20:00h).

Jesús Mª Sanchidrián Gallego