16 de septiembre de 2024

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De Crónicas

CANTERÍA Y CANTEROS HECHOS LITERATURA

CANTERÍA Y CANTEROS HECHOS LITERATURA
CANTERÍA Y CANTEROS HECHOS LITERATURA
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 13 de Enero de 2024

La cantería y los canteros, símbolos del oficio ancestral de trabajar piedras y rocas para la construcción de obras de ingeniería y arquitectura, se han hecho literatura en el Concurso de relatos breves de la “Asociación de vecinos La Tusa” de Mingorría, convocado «con el propósito de fomentar el interés por la lectura y la creación literaria».

Con el conjunto de escrituras presentadas componemos aquí el relato global de los cuentos concursantes bajo el tema universal titulado “Cantería y canteros”. Para ello, tomamos las experiencias y recuerdos de los protagonistas de los diversos textos, de los que entresacando el alma y el espíritu de sus historias y formamos la singular historia de un oficio atávico.

Las letras y las palabras escritas sustituyen a las rudimentarias herramientas de los antiguos artesanos, y con ellas se modelan evocaciones y emociones sobre formas de vida y hábitos de trabajo que trascienden a lo que es una mera ocupación en la transformación de materias pétreas alumbradas entre berrocales graníticos.

Escribir ahora sobre cantería y canteros solo es una mera excusa para hacer literatura de una actividad cuyos vestigios en la provincia de Ávila salpican mayoritariamente el paisaje de Mingorría y Cardeñosa, también de La Colilla, San Esteban de los Patos, la Venta de San Vicente y La Alameda en Tolbaños, Brieva, Berrocalejo, Hoyo de Pinares, San Bartolomé, Muñopepe, etc., lo que hacemos extensivo a otras muchas partes del mundo.

A la vista de la variada muestra geográfica de los lugares de procedencia de los participantes en el concurso narrativo, llegados de Argentina, Bélgica, Colombia, Cuba, España, México y Perú, observamos una significativa topografía terráquea, en la cual se mezclan sensibilidades y sueños de geólogos buscadores de minas, o mejor aún de cartógrafos que reviven recuerdos de infancia y ahondan en experiencias de hombres y mujeres que fiaron su supervivencia a la domesticación de rocas graníticas, dando tiempo y espacio a la añoranza e incluso a la fantasía.

Sobre los temas tratados en los 43 relatos presentados encontramos llamativos detalles sobre el dolor, la enfermedad y la muerte con la que conviven los canteros convertidos en mineros a cielo abierto. Las piedras hablan y suenan al toque rítmico con improvisados instrumentos. La cantera se explota en el tajo de entornos adehesados, peñascales o berrocales, también en campos de concentración. Picar la piedra es un duro modo de vida no deseado para los hijos, al tiempo que sirvió de castigo a prisioneros y encarcelados, o empleo de esclavos desde el antiguo Egipto, por ejemplo. Las marcas masónicas de cantería se asoman enigmáticas en algunos monumentos.

En el seno gremial de los canteros algunos despuntan como escultores y otros son reclamados como trabajadores errantes. Varios relatos beben de la memoria familiar para testimoniar la actividad artesanal transmitida de generación en generación y otros lo hacen de textos que escribimos en su día. El nombre de las herramientas y las faenas propias de la cantería arrojan un glosario de términos y vocablos propios que se resisten a desaparecer. La magia y la ciencia ficción juegan con la fantasía de algunos canteros subyugados por el oficio, mientras piedras y cantos se convierten en talismanes de suerte y metas ilusorias de vida. Finalmente, la mujer se reinventa como cantera, picapedrera o artista talladora de esculturas.

 RELATO GLOBAL. Adentrados en las intimidades de los relatos presentados al concurso, y sin meternos en su valoración literaria, cosa que queda para el jurado constituido al efecto, entresacamos de los mismos su aliento y esencia, y con ello construimos un relato global que encierra una multiplicidad de impresiones sobre un oficio milenario cautivador de hombres y mujeres, y herencia viva en monumentos y arquitecturas, lo que hacemos atendiendo al siguiente orden de inscripción de los participantes.

1) El sonido de la cantera, el repique y martilleo sobre la piedra se hace música hip hop a ritmo rap latino que canta Juan Agustín Franco Martínez (Cáceres) en Al borde, mientras golpea sudoroso con manos heridas y dedos terrosos «rimas líquidas sin fondo ni trombo»:  

           2) El niño quiere ser cantero, un oficio que proporciona dinero de las piedras escribe Juan de la Cruz Mayo Garcinuño (Béjar) en Comulgar con ruedas de molino eléctrico en un particular lenguaje sonoro de ricos vocablos: «La primitiva variedad tímbrica que podía escucharse en las canteras era el obcecado y metálico puntero, y también el más sostenido y grave abujardar, que bien podía hacer los bajos cuando estuvieran un poco conjuntados con los punteros: Heavy Metal real y verdadero».

3) ‘Piedraluna’ es un pueblo imaginario de canteros que tiene un especial ingenio para el cincelado donde «la cantería no solo era un oficio, sino una pasión que trascendía al tiempo y el espacio, un arte que convertía la piedra en poesía y el trabajo en arte». Un idealizado lugar que contrasta con la realidad del oficio en el que María Jesús Cañamares Muñoz (Cuenca) recibe a un Cantero apasionado que aprende el oficio viendo «en cada bloque de piedra una historia por contar».

4)  En tiempos del viejo cantero Don Fulgencio, Lourdes Aso Torralba (Huesca) dice que «en Mingorría nos regíamos por dos ruidos, el de las campanas llamando a la hora del Ángelus, y el de la cantera». Don Fulgencio, herido de guerra, acoge a un joven pupilo a quien inculca la sabiduría del oficio en el que «las piedras hablan» y «el puntero era como el lápiz».

5) La historia de persecución de templarios y cátaros en tiempos de Felipe IV de Francia se reinventa de forma particular por Daniel Ortiz Mata (Alcoy) en La piedra nunca muere, donde las marcas de cantería sirven de guía en la huida por pasadizos bajo una iglesia.

6) En Las piedras hablan Sonsoles Alonso Alcaide (Madrid) nos dice que «las piedras albergan grandes secretos y, aunque parecen silenciosas, si la escuchas te hablan». Además,  en un recorrido misterioso por Mingorría nos descubre un megalito del paleolítico en cuya traza confluyen el cerro de San Cristóbal, un verraco vettón, el Berrocal del Cristo, la Piedra Caballera, la Raja del Diablo y la Cruz de Cabizuela.

7) La ciencia ficción y un suceso sobrenatural hace posible la transformación de un torpe aprendiz de cantería en un artista gracias a un meteorito, material denominado Teatraenita con el que fabricó un puntero mágico, escribe Fernando Salcedo Alfayate (Ávila).

8) En El destino de los mártires, de José Antonio Gago Martín (Segovia), el noble oficio se ve enturbiado con los trabajos forzados en las canteras de la Sierra de Madrid. Allí se emplean prisioneros de la guerra civil hacinados en barracones entre nieve y lluvia de piedras, y mueren y se fusilan reclusos picapedreros

9) La gran variedad de herramientas de las que se arman los canteros para trabajar la piedra es descrita por Fernando Salcedo Alfayate en El Porrillo. Y por las palabras del padre cantero a su hija sabemos del porrillo, la engrabadora, los grillos o cuñas, las uñetas, la forja, los cinceles, la campana, el escalfilador y la abujardadora; también de términos como rajo, mazarrón, barrones, etc.

10) La construcción de las pirámides egipcias por esclavos es narrada por Antonio Olmos Belmonte (Murcia) en Kherperu, el cantero, quien recuerda «los duros días en las canteras, el calor abrasador del desierto y la esperanza que había crecido en mi corazón a medida que avanzaba hacia la libertad». Finalmente, el esclavo cantero despierta volando en una nave extraterrestre y se ve «tallando piedras y ayudando a construir pirámides para otra civilización».

11) El cantero, de Carlos Augusto Polack (Perú), es un caso curioso de intimidad: «Genuflexo de amor por la piedra he quedado, décadas le he dedicado, y más de un siglo ella me ha regalado, y es que, hay amores que no mueren, pero matan».

12) Masonería y beatlemanía se mezclan en la peluquería “The Quarrymen” (Los canteros, en inglés), lo que sirve a Maximiliano Sacristán para inventarse una logia de canteros mezclando cantería y masonería al son de la música beatle en El rito de los canteros.

13) Como tú, de Ignacio del Dedo (Jaraíz de la Vera), es la entrañable evocación del poema de León Felipe musicado por Paco Ibáñez, el cual es leído despacio por el sobrino aprendiz de escultor a su tío cantero enfermo por las ¡condenadas piedras!: «Como tú..., piedra, piedra pequeña; piedra ligera; canto que ruedas, guijarro humilde; ni piedra de una lonja, ni piedra de una audiencia, ni piedra de un palacio, ni piedra de una iglesia; piedra aventurera; sólo para una honda, piedra pequeña y ligera...». Al final, el poema esculpido en piedra es el «regalo de mucha vida» con el que el tío Ciro combate la tuberculosis.

14) En Jacobo y la cantera Miguel Ángel Flores Manzano (Argentina) recoge el pensamiento y el espíritu de un picapedrero condenado por sus crímenes: «Yo soy Jacobo Herrera, un asesino de los míos…Un torturado cantero, hijo y nieto de picapedreros de oficio. Aquí estoy, labrando la roca, con tantos callos por fuera como por dentro».

15) Un operario de numerosos oficioso encuentra, por fin, su verdadera vocación en un curso de cantería donde le atrapa el oficio, cuenta Javier Rodríguez Rodríguez (Madrid) en Alma gemela: «En mis manos, el cincel parecía cómodo, dócil, como si quisiera hacer una parte de mi trabajo… Mis manos mi corazón— han encontrado, por fin, su lugar».

16) Una jornada de Enero 1961 es la vida entera de un cantero. A modo de fogonazos, Óscar Hernández Hernández (Segovia), describe las primeras experiencias de adolescente en las canteras de Cardeñosa donde retrata la figura del padre en el camino al tajo, en la carga de las pesadas herramientas, en el transporte con mulas y carros, en los fríos del invierno, en la hora del almuerzo, en el abuso de los contratistas, en la necesidad vital de romper piedras para comer, en los golpes y llagas en las manos y en los accidentes fatales. En todo vuela la incertidumbre obsesiva por el futuro: «Volviendo a casa reflexiono. Noto como padre me observa. Quizás sabe lo que estoy pensando. Él quiere que me dedique a la piedra. ‘Es duro, pero te dará de comer, repite. Madre quiere que siga estudiando». Es lo mismo que desean las madres para los hijos de mineros, y en la cantera «se percibe un hilo de esperanza en sus miradas, al menos en los más jóvenes. Quizás esperan una vida mejor que sus padres y abuelos. De Madrid llegan noticias de otros modos de vida. Corren vientos de libertad. El aire de la ciudad nos hará libres».

17) Los Guantes de cantero son en realidad sus manos, escribe Fernando Salcedo Alfayate: «Nunca olvidaré esas manos enormes y duras como un cuero. Tenía toda la palma cubierta de callos y a mí me parecía que llevaba uno de esos guantes gruesos de soldador, que mantenían forma de garra sin poder abrirlas del todo ni ponerlas planas».

18) Se dice en El cantero de Mingorría que «la piedra era como una segunda piel para los habitantes de este pueblo». En este ambiente, Giovanni Paternina Rada (Colombia) destaca el virtuosismo de un joven convertido en prometedor concursante para intervenir en la restauración de la muralla de Ávila, para lo que modela una piedra rojiza que tiene vida propia.

19) En la historia titulada Atón, nombre de una deidad solar egipcia, escrita por Javier David Bárcena Vallejo (México), el oficio se dota de identidad propia de la mano del personaje Adom, pulidor de piedras en el antiguo Egipto, cuya vida transcurre paralela a la del ‘cantero’ Moisés, libertador del pueblo judío.

20) Lucía Salcedo Jiménez (Ávila) describe en Todos los días se levantaba para ir a trabajar una jornada laboral ordinaria en la cantera, «esa cantera que amaba y odiaba por igual». En su desarrollo, imágenes del madrugón, del recorrido al lugar de trabajo, del llenado del botijo, del sabor del cigarrillo, del refugio en el chamizo y de las operaciones de abrir la piedra, rajarla, pulirla y picarla. También se suceden las faenas de desbastar, marcar, escalfilar, subir al camión, almorzar potaje, cocido o judías en invierno, y acabar con dolor de espalda y brazos.

21)  La descripción del paisaje urbano del lugar en el que habitan los artesanos de la piedra se recrea en El arte de crear realidades, de Francisco Javier González Gallardo (Verjer de la Frontera): «En las remotas tierras de Castilla, se alzaban majestuosos los cimientos de una iglesia… La iglesia era un monumento a la fe, un testamento de la destreza de los canteros. En esta tierra, la cantería era una vocación sagrada, y los canteros, artistas divinos». Entonces, al cantero le asaltan pensamientos sobre la naturaleza humana y visiones ilusorias y enigmáticas en las que se convierte en escultor de atractivas obras funerarias.

22)  La magia y lo sobrenatural en época medieval ambienta la pasión por la cantería del aprendiz protagonista de El secreto de la piedra, de Ana González Coll (Elche): «Martín trabajó incansablemente en su obra maestra, la escultura de la piedra dorada… La escultura cobró vida y se convirtió en un ser de piedra con ojos brillantes... Juntos, comenzaron a esculpir monumentos que asombraron al mundo, y el pueblo [de Mingorría] se llenó de visitantes que admiraban las obras maestras de Martín y su misterioso compañero».

           23) Renacer a la vida es lo que siente el deprimido protagonista del original cuento Instrucciones para sobrevivir al invierno, de Óscar Antonio Sipán Sanz (Huesca), al encontrar una piedra de río con la inscripción del título del relato y una dirección de correo electrónico. A dicho contacto contesta una joven bellísima, para quien «comunicarse mediante un canto rodado era su forma de homenajear a su abuelo» que fue cantero y desapareció en la guerra civil. Ella también se esfumó después de una noche juntos, así que, dice el protagonista, «le escribo una vez a la semana desde el trabajo -a día de hoy, sin contestación-, y levanto piedras obsesivamente en los parterres de todos los parques que visito con un galgo dependiente y friolero que responde al nombre de Cielorraso. Todavía guardo la esperanza de encontrar un último mensaje».

24) En Mingorría viven un anciano sabio y humilde llamado don José y su joven aprendiz, de nombre Antonio. «Ambos son canteros, hábiles y astutos, que trabajan la piedra con talento», se dice en el cuento La alquimia de la roca, de Miguel Rafael Pérez Hernández (Cuba), «pero la cantería no es solo un arte para ellos; es una forma de conectar con la esencia de la tierra y rendir homenaje a los dioses. Según ellos, en cada piedra se encuentra el espíritu de la tierra, y su tarea es refugiar ese espíritu para que pueda respirar de manera libre». Esta es la reflexión con la que el autor quiere homenajear «a dos hombres cuyas manos transforman las piedras en maravillas y sirven para inspirar a las generaciones futuras».

25) La fantasía de Gustavo Martínez Figueroa (Argentina) se recrea en Piedra que va, una piedra milenaria sobre la que el protagonista proyecta levantar su morada: «Ese sería mi lugarcito para construir mi casa. Para que el devenir no me secuestre a cada instante y el amor no siga deshaciéndose en su cuerpo de nube».

26)  En lugar de seguir los pasos de sus antepasados, una joven decide dedicarse a la canción, logrando un gran éxito, cuenta Paola Lizbeth Sandoval Bermúdez (México) en La voz de la cantería. Si bien, no se olvida de su pueblo y «organizó un concierto especial en Caliza del Cielo, donde la música se fusionaría con la cantería. Alice subió al escenario, su voz resonando en el aire. Acompañada por músicos locales, cantó canciones que celebraban la belleza de la cantería, la naturaleza y la comunidad».

27) En Mi casa, Iraldo Ramírez Tapanes (Cuba) dice: «Quiero escribir un cuento que no sea un disparate... Estoy escribiendo un cuento sobre un hombre que ha dedicado muchos años de su vida a trabajar en la cantería, moldeando los cantos de las edificaciones de la ciudad».

28) La historia ficticia del cantero Blas Salvador Carmona se narra en Una noticia inesperada, de Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez (Cádiz), donde se cuenta como con «mucho esfuerzo, se convirtió en uno de los mejores canteros del país. Había salido de la capital en aquel mes de mayo de 1756 con destino al Palacio Real de la Granja, ahí tenía que concertar un importante encargo junto a su primo Luis para el panteón del rey Felipe V. Al día siguiente continuó su viaje pernoctando en Villacastín para, finalmente, llegar al tercer día a Nava del Rey, no sin antes pasar por Mingorría para visitar a su anciano tío Francisco Carmona, admirando la impresionante torre campanario de sillería de la iglesia de San Pedro».

29) Maestros canteros, de Sonsoles Alonso Alcaide (Madrid), emula a los concursos televisivos como la propuesta estrella de un candidato a la Alcaldía que proyectaba la explotación mediática de la antigua Cantera Grande de la localidad. Una promesa original que cumplió el victorioso alcalde. El concurso empezó con la voladura del mineral, siguieron la apertura de agujeros en la roca, el taqueado de bloques para la obtención piezas regulares y manejables utilizando herramientas adecuadas, los trabajos de entallador y desbaste, el aplantillado de piezas, y el acabado de tallista, al final, el mejor de los concursantes es distinguido como el “maestro cantero”. «El programa fue líder de audiencia en toda su emisión. Un éxito rotundo… Y así fue como una descabellada idea despertó el interés por el arte de la piedra y el pueblo volvió a recuperar la cantería y a los canteros».

30) La seducción de la cantería es la obsesión del Cantero de almas, de Natividad Villar Martínez (Jaén), tal y como se expresa el protagonista del relato: «reconozco, que era ver una piedra y la emoción me embargaba, me abstraía en su observación silenciosa, me ofrecía calma y sosiego, calor en el crudo invierno y frescor en los sofocantes veranos. Igual me daba una catedral gótica que una pequeña iglesia románica, lo mismo una fortaleza del siglo quince que un acueducto romano… Era tan sorprendente como inverosímil, que amara y encontrara consuelo en este material, el mismo que en aquella cantera de mi pueblo causara la muerte de mi padre».

31) En los pueblos de Burgos (Yuguedo, Iglesias, Sasamón, Omillos, Melgar, Castrillo de Murcia, etc.), como en otros tantos lugares, también suenan las piedras: «Cuando la piedra no cantaba, había que dejarla». Así nos lo cuenta Francisco Sacristán (Madrid) en Ilusiones canteras, donde de la mano de un viejo cantero, Ubaldo Pascual, habla del trabajo de los canteros, las dolencias, los accidentes, la fragua, el labrado, el arrastre, el transporte en carro de bueyes y los modos constructivos en obra.

32) Alberto Herranz Cuesta (Collado Mediano) revive en El exilio del cantero el viaje en tren de sus abuelos a Suiza, al tiempo que rememora las penurias del oficio de picapedrero dejado atrás al son de canciones de ánimo y orgullo (‘Soy barrenero porque a mí nada me espanta / Y sólo quiero el sonido de una taranta’) y de rabia y nostalgia (‘Maldito sea el parné’). Al mirarse las manos, nuestro protagonista comprueba cumplidos los deseos de su abuelo, cantero aquejado de silicosis: «que las manos de mis hijos, mi hija, mis nietos y nietas no sufran tanto como las nuestras». Finalmente, en este viaje a ninguna parte se agolpa la pesadilla de los trabajos forzosos que le impide terminar la travesía, «quizá por eso tardé tantos años en ir al valle de Cuelgamuros a visitar aquella oda al fascismo de mármol y granito que se veía desde mi ventana y que el abuelo nunca mentó, siempre guardó silencio».

33) Qué duro fueron los primeros años de aprendiz de cantero: «éramos, ya lo he dicho, hombres prematuros, niños viejos». Estas tareas iniciáticas en el oficio son el motivo del relato La noche infinita, de Francisco Lorca Cobos (Madrid), cuyo protagonista recuerda emocionado el sonido del «machar del mazo sobre el cincel de acero, del agotado y sordo repique de la bujarda aplanando los bordillos, un sonido cadencioso, por momentos agudo». Después, «llegaron los años duros tras el aprendizaje, las mutilaciones, los dedos perdidos, los fríos invernales» y el dolor agudo en el costado.  Ahora, en la vejez, nuestro protagonista ya solo oye «pausada la campana de la torre de la iglesia despidiendo al último visitante antes que la negra, última e infinita noche vele todos los recuerdos».

34) De forma extraña se cuela el relato Don Julián, de Juan Durán Velasco (Madrid), que trata sobre la condición humana de quienes un día fueron ricos y ahora han dejado de serlo, mientras esperan que «la humanidad pueda desarrollarse solidaria y equitativamente y los que trabajamos, junto a los que no tienen nada, formemos parte del coro en el que al fin podamos cantar todos unidos».  

35) Un cuento fantástico sobre una mujer que había heredado el oficio de su padre es el titulado La cantera y el encantamiento, de José Alberto Ruiz Cembranos (Leganés). Por arte de magia, ella se convierte en una habilidosa escultora que modela figuras en un hermoso bloque mármol negro que al finalizar cobraban vida propia. Sin embargo, sobrevino la tragedia al tratar de esculpir el amor de su vida, pues antes de terminar, el modelo resucita como un hombre deforme que le provoca la muerte.

36) Consuela es el nombre de la esposa del cantero protagonista del relato del mismo nombre escrito por David Alejandro Villalba Verján (México). Después de grandes miserias trabajó como tallista de piedra, picapedrero, barretero y escultor de sepulturas, demostrando su pericia con especial sentimiento en la labra de las lápidas de la esposa muerta y de la suya propia con su recuerdo: «la felicidad es fugaz y hay que abrazarla porque en cualquier momento se esfuma».

37) La viuda del cantero muerto por una pulmonía cogida al enfriarse cortando piedra decide continuar el en el oficio de su marido animada por los canteros mingorrianos, tal y como se cuenta en De canteras y canteros, de Mirian Raquel García Sánchez (Medina del Campo).  En el recuerdo queda la azarosa vida del marido, cantero errante en Valladolid, Ávila, Salamanca y Madrid dando fama a los canteros de su pueblo.

38) Una mujer se dedica a la escultura de pequeñas piezas de piedra que vendía en el mercadillo de Mingorría, cuenta por Esther Medina Rodríguez (Tenerife) en Desde dentro: «Nací en una familia de canteros y los he visto desde niña en las canteras del pueblo, trabajando duramente, pero me gustaba descubrir qué había dentro de los bloques que ellos hacían… Recuerdo las manos de mis tíos y de mi padre, destrozadas... El amor por el arte y las tradiciones se hereda. Arrancarle a la piedra sus verdades, una de las profesiones más antiguas».

           39) Enseñar a los escolares el valor de las labras de piedra es la tarea en la que se ocupan el párroco y el maestro para corregir las travesuras de un muchacho que apedrea las esculturas de la fachada de la iglesia, relata de Rubén Martín Cameforte (Terrasa) en Lecciones de campo.

40) José Miguel Vicente Fraile (León) descubre en Tallando sueños en piedra una piedra filosofal encantada con la que se construye la catedral León, si bien provoca el envejecimiento prematuro de los canteros. Para evitar el riesgo, estos sustituyeron la última piedra de la catedral por la filosofal sellándola como testimonio de devoción y fe.

41) El cantero recibe el encargo de una escultura de una mujer fallecida en prueba de amor del marido. La inspiración le llega después de una aparición en sueños en el que captura el alma de la mujer: «En su sueño, había descubierto que había estado trabajando en la estatua de la mujer únicamente desde la razón en vez que desde el corazón». Es El brillo de la mirada, de Leyre Urquidi Pérez (Madrid).

42) El padre destrozando a golpes una piedra en un rítmico movimiento de sus manos es el recuerdo del hijo en Amor eterno, de Leyre Zárate Álvarez (Bélgica). A fuerza de observar el trabajo del padre «fue como empezó mi amor a la piedra», dice el hijo aplicado, quien presume de sus últimas creaciones: cuatro verracos que remedan a los Toros de Guisando.

43) Mingorría significa Monte rojo, y este es el título del relato con el que José Manuel Oca Lozano (Ávila) quiere hacer un guiño al pueblo convocante del concurso, del que es natural el cantero errante al que se le encarga restaurar el Capitolio de Washington para orgullo de sus paisanos.

PREMIOS. Finalmente, en el fallo del concurso coordinado por Ana Pose resultan premiados Óscar Hernández Hernández, descendiente de Cardeñosa, por la obra  Enero 1961, ganadora del primer galardón. El segundo premio fue para el relato Instrucciones para sobrevivir el invierno, de Óscar Antonio Sipán Sanz, quien firma ‘Cielorraso’. Y el tercer premio fue concedido a Alberto Herranz Cuesta, por el relato El exilio del cantero. Por último, añadir que el jurado otorgante de tales premios estuvo formado por el alcalde de Mingorría, Juan Ignacio Sánchez Trujillano; el escritor Cristóbal Medina Montero; el profesor y maestro Eduardo Pindado; y Eugenio Vega, doctor en Ciencias de la Información y en Bellas Artes.