34. ÁVILA GRANDE Y VARIADO SURTIDO.
Siguiendo entonces la publicidad que se incluye en las guías turísticas, sabemos que en el número 1 de la plaza, esquina con la calle San Segundo, está el comercio de Lucas Martín, el cual se anuncia con el siguiente reclamo: «Grande y variado surtido en infinidad de géneros, como de sedas, hilos, algodones, paraguas, sombrillas, perfumería, juguetes, etc. Artísticas fotografías de la imagen de Santa Teresa de Jesús, que se venera en su iglesia de esta capital. Medallas de dicha Santa y fotografías de los monumentos e históricos edificios de Ávila. También en el ramo de librería hallará el público cuantas obras se van publicando por las principales casas editoriales, haciéndese los pedidos de las demás que se deseen”, añadiendo también un “surtido completo de quincalla, bisutería, perfumería, artículos para bordar, flores artificiales, medallas, rosarios, bastones, abanicos, guantes y hules de última novedad. En objetos de fantasía propios para regalos, se reciben constantemente los modelos más nuevos. Inmenso surtido en objetos de escritorio y papeles pintados para decorar habitaciones. Los precios de esta casa, son los más baratos».
En el número 2 se anuncia la acreditada sastrería de Francisco Merino, donde “se confecciona con prontitud y esmero toda clase de trajes, especializada en hábitos talares, no se abre los días festivos”.
En el número 4 se halla la confitería de Justino González con “excelente surtido en dulces finos, chocolates, jerez y manzanilla superior, ron Jamaica y elegantes cajas para regalos, especialidad en tartas de bizcocho y cera”.
En el número 5 aparece el comercio de ultramarinos Nicolás García, “acreditado establecimiento, ensanchado notablemente para comodidad del público, hay un gran surtido en todos los géneros del ramo. Entre los innumerables artículos, se citan por su bondad sin igual los aceites, quesos, pasta para sopa, conservas de todas clases, arroz, garbanzos y la manteca de vacas, así como las legítimas judías del Barco y el riquísimo salchichón de Vichs. Precios económicos”.
En el número 6 de la plaza se encuentra la famosa oficina de farmacia del doctor La Puente, en cuya rebotica se celebraban amenas tertulias, igual que en la cercana pastelería de “La Flor de Castilla”, y quien se autoanuncia: “Individuo corresponsal del Ilustre Colegio de Farmacéuticos de Madrid; socio honorario de la Academia de Ciencias y Artes de Bruselas, premiado con mención honorífica con medallas de plata y oro. Centro de específicos nacionales y extranjeros; de aguas minero medicinales, de aparatos ortopédicos. Depósito de los principales medicamentos de la casa Adrián, de París, de suero antidiftérico de Boux y de ranos preparados del doctor Ferrán. Especialidades elaboradas en esta Farmacia. Jarabe de fosfoglicertato de cal y nogal iodado. Pastillas anticatarrales. Vino tónico neurosténico”.
El segundo piso del número 6 se encuentra la Academia Preparatoria para Carreras Militares, la cual se publicita de la siguiente manera: “Especialidad para el ingreso en la Administración Militar. Directores: Don Cipriano Sainz, Ingeniero de Montes, Don Guillermo H. Magdalena, catedrático de Ciencias por oposición, y Don Enrique Colás, Ingeniero de Caminos”. También en el número 6 está el gabinete operatorio de cirugía dental del acreditado profesor Don Leocadio Losada y Moreno. Igualmente, en el mismo número 6 se halla el Café Castilla, un “elegante establecimiento con el mejor surtido en cervezas, aperitivos, licores y vinos de legítimas marcas extranjeras y españolas, helados y refrescos”.
En el número 8, que también se numeró con el 6, se encuentra uno de los comercios más antiguos de Ávila, la relojería de José Káiser, encargado también del mantenimiento del reloj del Ayuntamiento, donde se venden “relojes de todas clases y precios entre los elegantes y artísticos con el dibujo esmaltado de la imagen de Santa Teresa de Jesús, hecho expresamente para esta casa por una muy acreditada; relojes de pared de las mejores fábricas, gran surtido en anteojos con sólidas y bonitas armaduras; finos cristales y excelentes de cristal de roca. Gemelos de teatro; barómetros y termómetros; composturas esmeradas en relojes y anteojos”. Fallecido José Káiser, a partir de 1900 la tienda se anuncia a nombre de “Viuda e Hijo de Káiser”.
En el número 10 se anuncia el Gran Café Suizo, “en este acreditado establecimiento, hallará el público el mejor café y los mejores licores de cuantos se conoce. Helados finos de todas clases. Hay billares y sala de tertulia”.
En el lado opuesto del arco del Alcázar y frente al mismo, en el número 12 de la plaza, destaca el conocido Gran Café de la Amistad, que había sido inaugurado en 1873 y conocido siempre como “Pepillo”, el nombre de su fundador José Álvarez Portal, que anunciaba: “El gusto y elegancia con que se hallan decorados sus magníficos salones; la inmejorable calidad de los artículos que en este establecimiento se sirven y el sitio en que se encuentra situado, que es el más céntrico de la población, hacen de este Café el mejor establecimiento de su género en Ávila”. Encima del Café de la Amistad, tiene sede el Casino Abulense.
En la zona norte de la plaza predominan los edificios de viviendas, una de las cuales pertenecía a la familia del Presidente de Gobierno don Mateo Práxedes Sagasta (1825-1903), quien solía visitar la ciudad frecuentemente. En el número 21 está la pescadería de Patricio Acebes, quien publica: “En esta casa se reciben todos los días directamente de los Puertos de Mar pescados frescos de inmejorables clases. Existe siempre un buen surtido de latas de conservas, escabeches y queso manchego. Tiene en el Mercado nuevo el cajón núm. 33”. Y en el número 24 se halla instalada una Cooperativa de Consumo que anuncia en El Eco de la Verdad la venta de vinos de Valdepeñas, Rioja clarete y Marqués de Riscal.
35. ESCAPARATES Y SURTIDOS SELECTOS.
Una nueva reseña publicitaria aparece en la guía de Ávila que escribe José Mayoral 1916, donde en el escaparate de los soportales de la plaza del Mercado Grande se anuncian los productos y surtidos más selectos. Allí está el establecimiento de ultramarinos “La Perla”, de Augusto Rodríguez, especializado en comestibles finos, fiambres y cestitos para turistas y forasteros. También se anuncia la relojería, joyería y platería, de Francisco Kaiser, hijo del patriarca don José, que ofrece colecciones de medallas de Santa Teresa en oro, plata, chapa de oro y aluminio y variedad en objetos artísticos para regalos lo más escogido en orfebrería artística y religiosa, gramófonos, discos, aparatos y material eléctrico. Destaca igualmente el bar “El Águila”, de Manuel González, que anuncia cervezas, café, vermouth, chocolates y bocadillos, y promociona que se ha hecho el centro escogido de la buena sociedad abulense.
La guía de Mayoral promociona a continuación la confitería y repostería “La Flor del Alcázar”, con selectos dulces y pastas finas, servidos el mismo establecimiento con excelentes licores y preparados en bandejas y platos, es espacioso y elegante el local con mesas para el servicio de repostería. Sigue el comercio de D. Manuel Llenderrozas, que tiene en dos secciones joyería, platería, relojería, óptica, objetos para regalo y gramófonos, sedas, mercería, paquetería, camisería, de punto, aparatos para luz eléctrica, timbres y otra infinidad, artículos con la imagen de Santa Teresa y recuerdos de Ávila. A continuación, se anuncia la Casa de Banca de los Sucesores de A. Jiménez, fundada en 1840, con sucursales en Toledo y Arévalo. Luego está el puesto de periódicos y revistas de Pedro Jiménez de la Cruz, que tiene toda clase de objetos de escritorio, publicaciones, tarjetas postales y artísticas vistas de Ávila. Otra librería en la misma plaza es la de la Buena Prensa, de Emiliano González Rovina, con publicaciones católicas y objetos de escritorio.
En los soportales opuestos al arco del Alcázar está el Café de “La Amistad” que ya regenta José Álvarez Ruiz, “Pepillo chico”, hijo del fundador fallecido en 1912, con servicio a la carta, cocina francesa y española, y tiene buenas salas de billar y recreos. El Casino abulense sigue situado en el mismo edificio que ocupa el Café de La Amistad, y es el centro de recreo de la buena sociedad.
Finalmente, al lado norte de la plaza, en el edificio con fachada al norte se prestan los servicios de correos y telégrafos. Las nuevas oficinas postales ocupaban ya la antigua casa donde vivió Sagasta, y en su fachada destacaban unos enormes buzones en formas de bocas abiertas de león, que “los chiquillos abulenses, ingenuos y auténticos, llamaban la boca de Sagasta”, y es que ciertamente se parecían a los rasgos caricaturizados del político.
36. EL TURISTA PEREGRINO.
En 1923, la Cámara de Comercio edita una nueva guía de Mayoral que titula La ciudad de Santa Teresa. Manual del turista peregrino, donde vuelven a reseñarse los establecimientos comerciales del Mercado Grande, anunciándose esta vez la zapatería y sombrerería “Casa Sansegundo”; la joyería “Kaiser” con novedades en películas Kodak; la tienda de comestibles Juan García especializada en fiambres, conservas, postres y cuantos artículos finos se deseen; la tienda de comestibles finos y fiambres “El buen Gusto de Mariano Estrella”; la pastelería “La Flor del Alcázar” especializada en yemas y dulces finos; la Cafetería “La Amistad” de “Pepillo chico” con servicio esmerado en restaurante, cubiertos y cartas a precios económicos; el servicio de correos, telégrafos y teléfono del estado; y finalmente la agencia de negocios “La Actividad” de Manuel Fernández Martín, procurador en ejercicio, que tramita asuntos judiciales y extrajudiciales y toda clase de expedientes, confecciona testamentarías, declaración de herederos, administración de fincas, representación de pasivos, colocación de dinero a préstamos, etc.
Estamos en septiembre de 1931, cuando la ciudad celebra sus ferias y fiestas durante los días del 5 al 13 de septiembre. El programa de festejos elaborado incluye una ilustrativa relación de anunciantes de los comercios de la Plaza de Santa Teresa, entre los que figuran en el número 4 el comercio de Augurio Rodríguez “La Perla”, con gran surtido en quesos, mantecas y fiambres, licores y chocolates elaborados a brazo; en el número 6 está la peluquería de Teodoro del Canto; en los números 7 y 8 se encuentra el bar “Águila de Gredos”, especialista en café exprés, chocolate y cerveza, y recibe también avisos de los autos de alquiler “taxis” de Baldomero Prada (El Mero); en el número 9 se halla la tienda de coloniales de Vda. de Lope de Santo Domingo; en el número 10 está la sucursal del Banco Central; en el número 12 el Café “La Amistad” (Pepillo), que desde 1928 tenía como nuevos dueños a Joaquín Trullén Castillo, Pedro Alcóver y Constancio González, ofrece chocolates “La Mingorriana” y meriendas; en el número 14 sigue “Casa Paz”, la que más barato vende del Mercado Grande y anuncia neumáticos, accesorios de automóvil, aparatos de radio, artículos de caza, gramolas de discos, máquinas de escribir e infinidad de artículos; y cerrando la plaza por el norte, en el número 19, se anuncia el almacén de cereales de Gregorio Tajadura, especializado en garbanzos finos de Castilla.
En 1934 destaca en la guía de Diego Sánchez Roses la aparición de la confitería “La Pajarita”, sita en la denominada entonces Plaza de la República, especializada en corazones (yemas) de Santa Teresa.
37. TIENDAS DE POSGUERRA.
Productos y surtidos de librerías, papelería, farmacia, cafetería, pastelería, ultramarinos, mercería, bisutería y quincalla llenan los escaparates del Mercado Grande en los años cuarenta y cincuenta. En esta época la ciudad parece haber retrocedido en el tiempo, y es que las cicatrices de la guerra y el racionamiento han hecho mella en la ciudad. La novedad llegó de la mano de los electrodomésticos.
En 1946 y en hacia 1950, se publican sendas guías de Ávila de Luís Belmonte. En ellas vuelven los anuncios publicitarios demuestran la revitalización del comercio, y en ellos leemos que la librería de Mariano Blanco Blázquez “La Escolar” se encuentra en el nº 2 de la plaza de Santa Teresa, dedicada a la venta de libros, papelería y objetos de escritorio, textos y material escolar. En el nº 3 se encuentra la farmacia de Juan Paradinas, junto a la farmacia de F. de la Puente en el nº 4, en cuya rebotica ya hemos dicho que se celebraban animadas tertulias. Continuamos bajo los soportales donde se halla la confitería y repostería “Iselma”, que ocupa el local del practicante en medicina Teodoro Canto, en el que también se hacían tertulias.
Se mantiene la relojería y platería “Kaiser” en el nº 6, en el mismo edificio que se halla el consultorio médico de Joaquín Costa Molinero. Después Café-Bar “El Águila de Gredos” por Saturnino Muñoz, especializado en cafés, chocolates y licores, primera casa en cervezas y mariscos. Seguidamente, en el nº 10 está el Banco Central y el oculista Ismael Picón Martín, así como el Casino Abulense y el café “La Amistad”, regentado desde 1939 en exclusiva por Joaquín Trullén, y a partir de ese mismo año por su viuda e hijos, habiéndose reformado en 1942 con el capital de Rafael Albertos. Al otro lado de la plaza, dando fachada al norte, sigue la oficina de correos y telégrafos, el odontólogo Germán Rivas Gómez, el taller de vulcanizados “Guerras”, el registro de la propiedad y el despacho del abogado Salvador Represa Marazuela.
Llegados al final de la década de los cincuenta, las fiestas de Santa Teresa son un buen reclamo para publicitar el comercio de la ciudad, y también del Mercado Grande, y así, por el programa de fiestas, sabemos que en el número 1 de la plaza estaba la librería y perfumería de Zósimo San Román, donde se vendían objetos de escritorio, artículos para colegial, plumas estilográficas, un extenso surtido en recuerdos de Ávila, y medallas de Santa Teresa y Sonsoles. Siguiendo en el mismo número también está el comercio de Carmen López Corvo, sucesora de Carmelo López, dedicado a mercería, quincalla, bisutería, perfumería y juguetes.
En el número 2 estaba la papelería y librería “Abulense”, que vendía objetos de escritorio, material escolar, plumas estilográficas, lapiceros y bolígrafos, kempis y misales, plumieres, libros de contabilidad, tallas religiosas, sagrados corazones para entronizar Niños Jesús, vades para despacho, escuadras, carbones y reglas, etc. etc. También en el número 2 se anuncia la gestoría administrativa de la Viuda de Picón, que tiene habilitación de clases pasivas y la representación de ayuntamientos, y hace gestiones particulares y oficiales, y todo lo relacionado con automóviles y seguros sociales. Seguían las farmacias de Paradinas y La Puente. La perfumería y bisutería de Viuda de Brévers ocupaba el número 5, con especialidades nacionales y extranjeras, y exclusiva de productos “Elizabet Arden”.
En el número 6 siguen la relojería “Kaiser”, la confitería Iselma con helados y repostería, y el café-bar “El Águila de Gredos” de Saturnino Muñoz. También en el número 6 de anuncia la tienda “Seybo” de frigoríficos, radios neveras, lavadoras, cocinas, termos, etc, y donde se hacen reparaciones de toda clase de aparatos eléctricos y radios. Ya en el número 7, una vez pasada la calle estrada, se encontraba la tienda de coloniales de Lope Santo Domingo Nieto, que tenía el mejor surtido en legumbres y conservas de todas clases. El café “Pepillo” En el número 13 se encontraba la carnicería, salchichería y mantequería de Jerónimo Prieto del Olmo, con gran surtido en fiambres.
Otros establecimientos, además de los citados, que también se identificaron con la plaza en el último tercio del siglo XX fueron, los bares y cafés “Florida” y “El Oro del Rhin”, el quiosco de periódicos de “Teto” (Enrique Pérez), y el cine “Lagasca”, situado a la vuelta del Café “Pepillo”, junto al bar Casa Marti, con especialidad en gambas a la plancha. En el solar del cine se construyó la Caja de Ahorros, donde antes había estado el Gobierno Militar y la Caja de Reclutas. En la fachada norte se hallaba el edificio de la Caja Central de Ahorros, donde estaba El Diario de Ávila, una sala de exposiciones de la Caja de Ahorros, el Instituto de la Vivienda, el Registro de la Propiedad y el Instituto Geográfico, entre otros despachos y oficinas. En este mismo lado de la plaza estuvieron también el taxidermista “Guerras”, la carnicería del Grande y la tienda de futbolines de Migdonio.
Con el nuevo milenio los establecimientos comerciales que se asoman a la plaza son “Disco 70”, dedicado a la venta de productos discográficos, vídeos, relojes, aparatos musicales, etc. Siguen la antigua confitería “La Pajarita”, la farmacia Paradinas y la tienda de ropa “Kalión”, ocupando el local donde antes estaba la librería abulense. A continuación, está la perfumería “Raquel”, sobre la que halla la peluquería “Ángela” y el centro de reconocimiento médico de Cruz Roja.
Luego están la pastelería “Marisol”, la antigua farmacia de doctor “La Puente”, ahora regentada por Virtudes López Santiago, y la entidad de crédito “Caixa de Catalunya”. La antigua relojería “Kaiser” está ocupada por la tienda de regalos “Muñoz”, a la que sigue la pastelería “Iselma”.
El desaparecido café “El Águila” está ocupado por la pastelería “La Flor de Castilla” y la tienda de deportes “Sportype”. Pasada la calle Estrada, se encuentra la entidad “Caja España”, junto a la cual estuvo una agencia de viajes de El Corte Inglés, siguiendo después los nuevos cafés-restaurante “El Soportal” y “Barbacana”. Doblando los soportales está el quiosco y librería “Senén” y la Caja de Ahorros de Ávila, ocupando el espacio de lo que fue el típico café de “La Amistad” de “Pepillo”. Al otro lado de la plaza, actualmente se están construyendo los nuevos edificios que configuran el Mercado Grande con fachadas al norte según proyecto del arquitecto Rafael Moneo.
38. LA PLAZA RETRATADA.
El Mercado Grande ha sido para los dibujantes y fotógrafos la parte más característica de Ávila, y con esta plaza la ciudad se ha identificado en multitud de imágenes que no han dejado de repetirse desde las primeras litografías de Francisco de Paula Van Halen fechadas hacia 1842 y los grabados de Parcerisa (1865), pasando por las fotografías de Charles Clifford (1860), Jean Laurent (1864), cuyo representante en Ávila fue el librero e impresor Abdón Santiuste, Casiano Alguacil (1866), los fotógrafos locales Hermanos Torrón (1882), Lucien Levi (1888), Hauser y Menet (1895), Ángel Redondo de Zúñiga (1900), Alois Beer (1900), El Marqués de Santa María Villar (1915,) José Mayoral Encinar (1915), El Conde de la Ventosa (1922) y López Beaubé (1927), Joaquín de Palacio “Kindel” (1927), El Marqués de Aledo (1947), Enmanuel Sougez (1953) e Inge Morath (1955), por citar sólo algunos.
Y no olvidamos las numerosas postales que difundieron la imagen de la ciudad por todo el mundo a lo largo de la primera mitad del siglo XX, ni los libros que las reprodujeron como reclamo de una ciudad antigua que quiere sentirse viva, ni los dibujos de Veredas y Sánchez Merino, ni el ambiente de la plaza recogido en las pinturas de Regoyos, Sorolla, Cicharro, López Mezquita, Caprotti o Paul Charavel.
A través de la fotografía, el Mercado Grande se convirtió en el escaparate más significativo de Ávila. Bajo los soportales de la plaza estaba instalado el expositor de la ciudad, en el comercio de Lucas Martín, quien editaba y vendía postales y vistas de la ciudad. Por su parte, la relojería “Kaiser” vendía películas Kodak para cámaras fotográficas, un invento que cautivó al relojero y a Agustín Santayana, quienes gustaban de contemplar los retratos y vistas que Jorge Santayana enviaba a su padre allá por el año 1886.
No nos detenemos ahora en el estudio detallado de la historia de la plaza a través de la imagen, pero sí que conviene destacar sobremanera la importancia de la fotografía y el dibujo, pues por su valor documental, además de artístico, la historia se hace más real y más creíble, y se comprende mejor la ciudad por la grandeza de sus monumentos y la humildad de sus gentes.
Gracias a los grabados de Van Halen podemos imaginar el bullicio mercantil del Mercado Grande en los días de mercado. Por las fotografías de Clifford y Laurent conocemos a la perfección la configuración arquitectónica de la plaza empedrada rodeada, en la fachada que da al sur, con soportales adintelados apoyados en pilares de piedra y viviendas de corredor mal alineadas.
A través de estos fotógrafos y de Alguacil, así como del dibujante Parcerisa, hemos podido conocer de primera mano el desaparecido edificio de la Alhóndiga, además de apreciar las distintas reformas que se suceden en los pocos años en que después se mantendría en pie. Más aún, toda la vida de la plaza de los últimos ciento cincuenta años ha quedado inmortalizada en bellas imágenes que nos enseñan los cambios realizados en la muralla y la puerta del Alcázar, los vaivenes del templete y la palomilla, el bullicio del mercado, y las manifestaciones festivas y religiosas.
Efectivamente, la fotografía es historia y arte, es tradición y leyenda, es geografía y urbanismo, es ciencia y literatura, y es poesía y añoranza, porque la imagen universal es patrimonio de todos, como la plaza.