16 de septiembre de 2024

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DÁMASO BARRANCO RECUPERA PARA LA HISTORIA EL MONASTERIO DE EL RISCO.

DÁMASO BARRANCO RECUPERA PARA LA HISTORIA EL MONASTERIO DE EL RISCO.
DÁMASO BARRANCO RECUPERA PARA LA HISTORIA EL MONASTERIO DE EL RISCO.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 28 de Octubre de 2022

 

DÁMASO BARRANCO RECUPERA PARA LA HISTORIA EL MONASTERIO DE EL RISCO.

Presentación del libro en Amavida, pueblo donde se conservan las imponentes ruinas del que fuera uno de los monasterios más ricos e importantes de la provincia de Ávila,

 El «Monasterio agustino de nuestra señora del Risco. Origen, esplendor y ruina. Amavida – Ávila, 1525-1836» es el título del nuevo libro del profesor, también historiador y poeta, Dámaso Barranco Moreno (Villanueva del Campillo, 1943), el cual se presenta el sábado 29 de octubre (20:00 horas) en  Amavida, el pueblo donde se conservan las imponentes ruinas del que fuera uno de los monasterios más ricos e importantes de la provincia de Ávila, cuyo esplendor se recupera ahora a través de su historia.

En este tiempo cercano al quinto centenario de su fundación, el viaje que nos propone Dámaso Barraco va acompañado de las siguiente reflexión para los excursionistas y visitantes que aquí se hacen peregrinos: «Ruinas… camina  despacio, / entra en el mundo / y ritmo de lo antiguo, / no trastoques la piedra, / es sombra reflejada / de dominios frustrados, / recuerdo hecho presente, / memoria común recuperada...». Viaje que Dámaso Barranco transita con frecuencia haciendo de guía hospitalario, como hizo con la Asociación de Amigos del Museo de Ávila de la que es miembro activo.

El libro, que acaba de ver la luz en edición del autor (Soluciones Gráficas - Ávila, 2022), se estructura, a lo largo de un centenar de  páginas, en dieciséis capítulos. En ello se tratan aspectos tan interesantes como el origen de la construcción del monasterio en 1525, su fundador fray Francisco Parra, los servicios que prestaba, el modelo de religiosidad que predicaba, los recursos económicos que administraba, la doble jurisdicción a la que podía someterse, la vida monacal, el arte y la cultura que albergaba, la atracción religiosa que ejercía, su extinción y abandono en el siglo XIX, el “deambular” de la virgen risqueña, la desamortización, y el expolio con inventario detallado de bienes. Todo bellamente ilustrado con más de cien fotografías que incluyen recreaciones lineales sobre fotos aéreas de las actuales ruinas de lo que fue el complejo monacal, así como reconstrucciones virtuales, con lo que se pretende y consiguen excelentes comparativas que captan con precisión la verdadera dimensión del conjunto arquitectónico de conjunto monástico.

Los restos de los que en su día fue un impresionante monasterio se sitúan en terrenos escarpados con fuertes desniveles en la solana del término de Amavida, al sur la Sierra de Ávila, desde donde se divisan la Serrota, toda la extensión del valle Amblés y gran parte del añoso robledal que ve nacer las aguas del Adaja. Su visión, dice Dámaso, sorprende al viajero atraído por la «esbelta, armoniosa y solitaria torre, que enseñoreándose en el paisaje, y sobreponiéndose a un entorno de muro en ruina». Esta torre, de estilo herreriano, data de 1775 y es la «más hermosa de cuantas se erigieron por aquella época en el obispado abulense», continúa Dámaso Barranco, siendo la pieza arquitectónica más relevante que queda después del expolio realizado por los franceses tras la guerra de 1808, la rapiña de la desamortización de1835 y el saqueo posterior de algunos lugareños. Es por ello, que ahora se nos brinda una extraordinaria oportunidad de recuperar para la historia la cultura gloriosa del monacato agustiniano que durante trescientos años rigió la vida y la economía de una parte importante de los pueblos del Valle Amblés y la sierra de Ávila.

 Así, según las investigaciones de Dámaso Barranco, sabemos que la construcción del monasterio comenzó en el año 1525, según traza del arquitecto toledano Alonso de Covarrubias, y que el promotor y fundador fue fray Francisco de la Parra, un intelectual fraile agustino que había sido provincial de la orden Toledo y después de Salamanca, habiendo sufrido cárcel por disputas clericales internas y que se asentó en 1523 en el eremitorio del Risco. Reinaba entonces Carlo I de España y V de Alemania. El obispo de Ávila era D. Francisco Ruiz. Y el señor de Navamorcuende, Cardiel y Villatoro D. Diego Hernández Dávila.

El lugar elegido para la edificación del monasterio respondía a la aparición de una talla de la Virgen de las Angustias en 1320, la cual podría haber sido ocultada por devotos mozárabes en su huida hacia el norte durante la invasión islámica. Aparte de tratarse de un lugar conocido como “Cueva del Risco” que había sido ocupado por anacoretas. En un primer momento, antes que el monasterio, se construyó una pequeña emita en las inmediaciones del futuro convento, cerca del manantial conocido como “Fuente Santa”, zona donde había sido encontrada la imagen mariana que se conservaba en la iglesia de Villatoro. Allí se creó una capellanía (1504) que recibía las donaciones de los fieles y servía para aplicar misas de salvación de su alma.

 Construido el monasterio, Dámaso Barranco, sirviéndose de novedosas recreaciones virtuales, nos explica sus antiguas arquitecturas: iglesia, sacristía, claustro, biblioteca, sala capitular, puerta principal, hospedería, lavandería, construcciones anexas destinadas a corrales y esquileo, el calefactorio o “gloria”, la captación de agua y los caminos que pasan por Villatoro, Amavida, Poveda Vadillo y Villanueva del Campillo.

Por lo que se refiere a la actividad económica del monasterio son reseñables los aprovechamientos obtenidos en el siglo XVII de la cesión del por entonces arzobispo y capitán general de México fray Payo de Rivera, de dos censos en Madrid sobre sisas de vino y aceite en el año 1683,  y de otro procedente de las posesiones que el convento tenía en la villa de Mombeltrán. Sumándose también los recursos agropecuarios de la Villa y Tierra del señorío de Villatoro, de fincas agrícolas, huertas y pastizales. A ello se añaden las rentas de la producción de la dehesa de Fuente el Caño en la comarca de los Montes de Toledo, si bien la explotación de esta dehesa, propiedad de los agustinos de Madrigal de las Altas Torres, se hacía en usufructo.

La importante cabaña ovejuna del Risco propició la construcción de un esquileó en las inmediaciones del convento con dependencias para rancho, lonja donde se guardan los vellones de lana, lgaderos, sudadero, corrales, encerradero y casa para los esquiladores. De la actividad ganadera, Dámaso Barranco destaca la trashumancia como elemento de tráfico cultural de hábitos y costumbres entre los pastores risqueños y las gentes toledanas de Gálvez, con intercambios de devociones religiosas y elementos de la arquitectura popular como los chozos pastoriles.

Respecto a la actividad industrial que desarrollaba el convento, se apunta que la misma se manifestaba en su participación en la carreteraía real y en la industria harinera para lo que contaban con dos molinos en Muñotello, tres en Vadillo de la Sierra y uno en Villanueva. También recibía rentas del tabaco de Ávila y sisas de vino y aceite de Madrid.

En cuanto a los privilegios que ostentaba el convento del Risco cabe señalar la exención de pagar diezmos, y el de elegir acogerse a la jurisdicción de los señores de Astorga y Velada, o la jurisdicción eclesial, según le conviniera.

Por otro lado, el Risco fue lugar de luchadores, de santos y de hombres poderosos y buenos, nos cuenta con detalle Dámaso Barranco. Entre ellos cita al beato Alonso de Orosco (1500-1591) y a Payo Enríquez de Rivera, obispo de Guatemala (1657-67), arzobispo de México (1668-81) y virrey de Nueva España (1673 - 1680). Entre los sabios, destacan los padres Enrique Flores y Manuel Risco. Y entre los hombres con inquietudes políticas y de regeneración  social reseñables está fray Berrocosa, condenado por el tribunal de la Inquisición de Toledo en 1758 y 1771).

El monasterio, además, fue un centro cultural de primer orden, ya que en él realizaron su labor investigadora hombres tan destacados como el Padre Enrique Flores de Setién y Huidobro (1702-1773), autor de la obra “España Sagrada (20 volúmenes), quien vivió siendo niño en El Barco de Ávila, donde su padre fuera corregidor, estudió lógica en el convento dominicano de Piedrahíta y filosofía en Santo Tomás de Ávila, y fue catedrático en Alcalá de Henares. El trabajo del padre Flores fue continuado por otro residente en el Risco, el P. Juan Manuel Martínez Ugarte, amigo de Jovellanos y miembro de la Real Academia de la Historia. Otro importante personaje frecuente visitante del convento fue fray Tomás García Martínez, escritor, místico y gran predicador, más conocido, con posterioridad, como Santo Tomás de Villanueva.

En cuanto al aspecto religioso, sabemos que el monasterio durante muchos años fue el principal centro de fervor y de peregrinación para todas las gentes de su entorno, adquiriendo su patrona Nuestra Señora de las Angustias, o del Risco, fama de milagrosa, por lo que allí acudían a solicitar ayuda y a ofrecer respeto y devoción gran número de fieles. Las fiestas mayores celebradas en el monasterio gozaban de gran resonancia, en la comarca y en todo el obispado, lo que le proporcionaba importantes donaciones al convento para las prácticas de culto, celebrándose  entonces romerías, bailes y corridas de toros.

  A partir de 1808, con la Guerra de la Independencia se inició una etapa de declive que conducirá, a mediados del siglo XIX, a la desaparición de la institución risqueña. En 1809, José I (Pepe Botella) disuelve las órdenes religiosas, en 1836 se declararon suprimidos todos los monasterios, y en 1843 se desamortizó el convento y edificios anexos junto a una finca de once hectáreas, habiéndo sido destrozados los retablos existentes en la iglesia del monasterio, como el altar mayor de estilo churrigueresco obra de Antonio Nao. Como testimonio del arte y la cultura que guaradaba El Risco es la pintura “Virgen con niño” que se conserva en el Museo de Prado, mientras que la “Talla de Nuestra Señora del Risco” se encuentra en la iglesia parroquial de Villatoro.

Completa su investigación Dámaso Barranco con un inventario de alhajas realizado en tiempos de la ocupación francesa (1810-1814). Sigue una relación de bienes expoliados realizada por Antonio Zabaleta en 1836. De ellos, los objetos de culto fueron repartidos entre el convento de Santa Ana de Ávila y la iglesia parroquial de Piedrahíta, y los libros y cantorales entre las iglesias de los pueblos vecinos de Pradosegar y Muñotello.

Como anexos, se incluyen en el libro varias adendas. Una trata sobre la recreación histórica de una fiesta accidentada en el convento en 1768; otra incluye la relación de los padres agustinos que fueron priores del convento desde 1548 a 1835; en otra recogen los materiales constructivos (portadas, jambas, peldaños, dinteles, ventanas, piedras esquineras, escudos, etc.) expoliados por los pueblos del entorno; y se concluye con un ilustrativo reportaje fotográficos de los restos del monasterio en la actualidad

Por otra parte, la ruina del soberbio monasterio de El Risco no recuerda otros existentes en la provincia de Ávila que también sufrieron ruina y abandono. Entre ellos citamos el monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles” en Tiñosillos, de monjas trapenses, fundado en 1884 por iniciativa del obispo don Ciriaco-María Sancha Hervás. El arruinado monasterio de San Jerónimo de Guisando en El Tiemblo, cuyo origen data de 1375, cuando cuatro monjes eremitas se instalaron en unas cuevas del cerro, hoy es objeto de recuperación por sus propietarios. El convento de San Agustín, en Madrigal de las Altas Torres, fundado en 1353 para monjas y reedificado en el siglo XVI, hoy sigue pendiente de recuperación. En las Navas del Marqués, el convento dominico de Santo Domingo y San Pablo, construido a inicisativa de don Pedro Dávila y Züñiga en 1546, actualmente está en fase de rehabiltitación por el ayuntamiento. En Piedrahíta, las ruinas del convento de Santo Domingo de Guzman del siglo XIV sirven como cementerio. En Aldeanueva de Santa Cruz, el antiguo convento de Monjas de la Oden de las Dominicanas se utiliza para viviendas y dependencias municipales. En Ávila son varias las ruinas conventuales se han tenido desigual suerte, tales como el convento de San Francisco, que hoy es auditorio municipal, “Los Jerónimos” que se utilizan como parque, o “Las Gordillas” que siguen en estado ruinoso.

Finalmente, de la rica trayectoria investigadora y creativa de Dámaso Barranco citamos los titulos “En busca de las raíces de Villanueva del Campillo” (1993); “Una aproximación histórica a dos comunidades de villa y tierra. La Episcopal de Bonilla y la Señorial Villatoro” (1997); “Huellas sobre granito. En Ávila: Teresa - Poemas” (2015);  “El rastro templario en el territorio abulense. Una realidad olvidada”  (2013)”; y “El Temple. Su implantación en Castilla y León y los vestigios de su paso por el territorio abulense. Una realidad olvidada” (2021).