Al Museo de Ávila, por iniciativa de su Asociación de Amigos, acaba de llegar una original y novedosa colección de 24 piezas escultóricas de sorprendente variedad temática, material y compositiva.
No son piezas procedentes de monumentos, iglesias o palacios, o de excavaciones arqueológicas que debieran ser entregadas para su custodia, ni tampoco de provienen de donaciones de particulares o instituciones, ni de otras adquisiciones. Son obras del escultor Emilio Sánchez García (Gil García, Ávila, 1948) que se prestan para su contemplación e interactuación con los fondos propios del Museo.
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«Diálogo con el pasado», es el título de la exposición abierta desde el 23 de febrero hasta el 9 de abril. Son piezas que están de paso y que ahora reposan temporalmente entre vestigios legendarios, artesanías decorativas, pinturas y toda la memoria histórica de Ávila, las cuales se han repartido por las distintas salas de la Casa de los Deanes y en el almacén visitable de Santo Tomé como viajeras por el tiempo en un emparejamiento sorpresivo. Así pues, el Museo entero se reconvierte en un nuevo espacio expositivo para acoger al nuevo invitado.
El contraste de nuevas técnicas y representaciones artísticas con las antigüedades que atesora el Museo, entremezclando piezas de lenguajes distintos, es una experiencia que ya se produjo con Fausto Blázquez Sánchez, cuya propuesta gráfica y escultórica supuso un soplo vanguardista que se mezcló con los valores milenarios de nuestra cultura reflejados en los fondos museísticos abulenses, dijimos entonces (Museo [memorias] Dibujos, 2005). En otra oportunidad, el diálogo se produjo entre las últimas estampas de escenas campestres y las piezas etnográficas que guarda el Museo (Estampas de la Tierra de Ávila, 2004).
Años después, en 2010, los “Rollos de justicia de la provincia de Ávila” dibujados por Marín Cayetano García Agudo, llenaron el almacén visitable de santo Tomé entre verracos y estelas funerarias. En otras ocasiones, en 2011, aquí hicieron parada los mudéjares de la mano de Javier Jiménez, Ana Echevarría, Serafín de Tapia y Olatz Villanueva, quienes volvieron en 2017 acompañando a Omar Patún en su odisea a la Meca, y en 2019 con el Mancebo de Arévalo. En 2014 lo hicieron los toros y toreros de la colección de Bernardino Melgar, Marqués de Benavites y Marqués de San Juan de Piedras Albas. En 2018 se lucieron las mascaradas de invierno y los danzantes rituales de la provincia. Y, finalmente, en el mismo almacén del templo románico, los botijos artísticos de la colección de Ismael Peña Poza, convertidos en soportes pictóricos y decorados por pintores contemporáneos como Salvador Dalí, Pérez Villalta, Manuel Viola o Eduardo Úrculo, o por ilustradores como Mingote y Forges, por ejemplo, fueron las piezas que se colaron entre los numerosos hallazgos arqueológicos que aquí se guardan y enseñan
.En la exposición de botijos de Ismael Peña recordamos su oficio de famoso folclorista y su canción con letra de Gloria Fuertes: «-¿Dónde vas carpintero / tan de mañana? / -Yo me marcho a la /guerra para pararla». Y ahora, se da la circunstancia de que, también con ganas de parar la guerra en Ucrania, recibimos a Emilio Sánchez, que fue niño carpintero cuando llegó a Ávila con olor a serrín y virutas del taller de su padre, Tomás Sánchez, fino y habilidoso ebanista junto a su tío. Y en este mismo Museo, que antes fue el colegio de la casa del puchero, Emilio fue un inquieto escolar, regresando hoy después de 67 años para dar cuenta del rico bagaje artístico acumulado a lo largo de su vida:
«Cómo podía pensar siquiera, a mis ocho años, cuando estudiaba en este mismo edificio, que pasado el tiempo exhibiría aquí algunas obras de mi colección. Los recuerdos que llegan a mi mente entre estos muros son entrañables y la ilusión de compartir espacio en estas salas repletas de sabiduría e historia es algo muy especial para mí».
Más aún, entre estas mismas paredes, cuando ya era museo, Emilio se entusiasmaba elucubrando cómo se habrían modelado las piezas históricas que se custodian, al tiempo que también admiraba cómo trabajaba la madera el artesano y escultor Rafael González González.
Cuando contaba siete años, la familia se trasladó a Torrejón de Ardoz, asentándose poco después en la capital abulense. Aquí, en el taller familiar, entre tableros, donde fue un aprendiz, Emilio dio riendas a las ansias de crear y transmitir la emoción que siente al modelar cualquier figura, fraguando así su vocación escultórica: «Vuela mi imaginación en mares de transparentes y opacas caricias reflejadas en las vetas de la madera, en los destellos del aluminio al Sol, en la profundidad del cristal, en la dureza del alma de hierro, en la fortaleza de mis bocetos de papel, la etérea mirada hacia el horizonte soleado, ansioso de ideas de creación».
Terminados los estudios de bachillerato, Emilio Sánchez decide opositar y obtiene una plaza en el Cuerpo Nacional de Policía, actividad funcionarial que compagina con su verdadera vocación de entallador y modelador de figuras de madera, hierro o piedra. Al mismo tiempo, decide ampliar las técnicas y conocimientos aprendidos en la carpintería familiar y se matricula en la Escuela de Artes y Oficios de Ávila que dirigía Antonio Arenas, maestro de destacados artistas abulenses, de quien sigue sus consejos y se gradua como Técnico Superior en Artes Aplicadas a la Escultura.
En Madrid estudia modelado y restauración con el escultor Rafael Mortol, lo que le permite aprender el manejo del barro, la escayola, el vidrio, la piedra y el hierro, y mezclar estos materiales con madera. Y este fue el comienzo de su carrera como escultor, dice. Posteriormente, añade, comienza su camino en la realización de la obra uniendo con distintas técnicas esos materiales intentando crear una pieza original llena de armonía, fuerza, movimiento, equilibrio y proporción. Incluso practicó el dibujo y el color para ilustrar la poesía que nuestro apreciado Ovidio Pérez Martín escribió en Umbrías y su querido Aravalle.
El proceso creativo de Emilio Sánchez desemboca en un estilo figurativo con un tinte de idealismo y simbolismo e incluso abstracto. A la vista de la obra expuesta en el Museo de Ávila, cabría preguntarse sobre cuáles son los referentes artísticos y aquellos que sentaron huella en su universo imaginario. Pues bien, a ello responde recordando al escultor francés Auguste Rodin: «El arte es el placer de un espíritu que penetra en la naturaleza y descubre que también ésta tiene alma».
Y este pensamiento es el que le acompaña en sus tareas, tanto cuando actúa como explorador por el campo abulense buscando inspiración como cuando se encierra en el obrador donde trabaja. Al final, el círculo se cierrra haciendo buena la cita del escritor americano Charles Bukowski, símbolo del ‘realismo sucio’: «un intelectual es el que dice una cosa simple de un modo complicado. Un artista es el que dice una cosa complicada de un modo simple», frase recurrente del propio Emilio a la que añade esta otra de Pablo Picasso: «La escultura es el arte de la inteligencia».
Aunque hacía siete años que Emilio Sánchez no exponía en Ávila, su obra ha tenido y tiene especial presencia en la ciudad. Periódicamente sale a la palestra con motivo del “Premio de las Letras de Ávila”, pues suya es la escultura de santa Teresa que se entrega a los premiados, lo mismo que los trofeos que se dan cada año en la “Gala del Deporte” o en los “Premios Cantos” de la Asociación de Prensa abulense, así como en las celebraciones del 50 Aniversario de R.N.E. y en los “Premios del Campo” que otorga El Norte de Castilla. Con estas “esculturas de mano”, Emilio se instala en multitud de hogares de hombres y mujeres que son todo un exponente cultural y a los que su obra embriaga, lo que le satisface por cuanto lucen en sus salones irradiando lo que dijo Le Corbusier: «La casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de felicidad», cita que le gusta.
Igualmente, suya es la escultura inaugurada en 2018 en la glorieta situada en la avenida de santa Cruz de Tenerife, en la confluencia con las calles San Pedro Bautista y Luis Valero, dedicada al entrenador de kárate Luis Javier Domínguez Villahoz. No es casualidad entonces que Emilio fuera cinturón negro de judo y kárate, de cuya experiencia aprendió los valores del deporte, tales como el esfuerzo, la fuerza de voluntad, el compañerismo y la superación, lo que le hace recordar su participación en la Bienal celebrada en Barcelona durante los Juegos Olímpicos del 92.
Por último, la escultura de una flor que da la bienvenida a los visitantes de la finca que el Casino Abulense tiene en Martiherrero, también es obra suya, mientras que años antes, hacia 1997, se propuso sin éxito modelar la figura del repoblador de Ávila Raimundo de Borgoña en el tronco del negrillo seco situado casi a la entrada de la ciudad por la puerta de San Vicente.
En su largo periplo artístico, Emilio nunca se desprenderá de la querencia que siente por su tierra de la comarca del Aravalle, la cual se pega como una lapa a su cuerpo, y estará constantemente presente en su obra: «para mí el origen es algo que nunca te abandona, es algo que permanece y te marca para siempre». Tal es su “morriña”, que en varias ocasiones convirtió al pueblo de Gil García en un atractivo escaparate visual de esculturas al aire libre (Raíces, 2020 y 2022).
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Aquí, a partir de las raíces de los árboles secos que encuentra en sus paseos campestres atisba en ellos formas animadas, y de viejos robles y castaños, piornos y ramas secas compone cabezas, brazos y otras partes del cuerpo. Como resultado, piezas que bautiza con el nombre de “San Sebastián”, “Sirena del Aravalle” o “Pegaso y mariposa”, por ejemplo, y otras que son figuras de caballos, búhos, sirenas hadas o dragones que materializan de una forma espontánea y, a la vez, meditada, el desarrollo creativo de toda su obra.
Con todo, Emilio fue fraguando su ideario artístico que se respira en las obras expuestas estos días en el Museo de Ávila: «Cada pieza, única en su naturaleza, especial y extraordinaria en su significado ha ido protegida por un proceso largo y cuidadoso, intenso e irrepetible. Dejo que mis sentidos me lleven a su antojo y me guío por aquello que siento, exactamente por aquello que quisiera o, necesite expresar».
Y añade en una de sus últimas entrevistas: «Soy incapaz de crear en estado de aburrimiento. Me gusta la primavera, la vida y, en definitiva, sentir emoción»
A estas obras se suma un amplio curriculum de Emilio Sánchez, lleno de premios y participaciones en exposiciones individuales y colectivas, cuya relación no cabría en este artículo, por lo que lo nos remitimos a su página web http://emiliosanchezescultor.com/ donde se comprenderá mejor el abrumador activismo «de una vida dedicada al arte» que le ha llevado a recorrer media España enseñando sus creaciones, las cuales han llegado hasta Japón y Alemania.
Volvemos a la exposición abierta en el Museo de Ávila. Son un total de 24 piezas de un formato que va desde 35x15x06 hasta 200x70x30cms. Todas ellas de una increíble variedad temática que incluye la tauromaquia, la naturaleza animal (paloma, gallo, caballo, pez abisal, trucha, gato y perro), la mitología (nereida), las fantasías, el misticismo (San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Cristo), la maternidad, la música (composición instrumental), rostros pétreos y el tipismo de personajes varios.
Temas todos ellos que ahora toman una nueva dimensión espacial y temporal en el Museo, después de haber triunfado en otras exposiciones, tales como las dedicadas a los toros (Valor y nobleza, Plaza de Toros de las Ventas, Madrid 2002), las expuestas para ser tocadas (Acariciando, Museo Tiflológico de la ONCE, 2016), o la dedicada a la mística y el V Centenario de Santa Teresa (Todas las hermosuras, Cites, Ávila, 2015), por citar algunas de las numerosas muestras en las que ha estado presente la obra de Emilio Sánchez.
Entre la asombrosa combinación de materiales naturales con tintes policromados encontramos madera (incluídas raíces y palos) de cerezo, haya, nogal, encina, enebro, roble, negrillo, pino, okumen, sapely y tablex; azulejos; piedra granítica de Cardeñosa, Mingorría y Campaspero; metales de hierro, chapa galvanizada y aluminio; cerámica, papel, lona y saco. Todo mezclado, lo que ya es seña de identidad de la obra de Emilio Sánchez que ejerciendo de carpintero, herrero y cantero eleva estos oficios a la categoría de arte.
Como remate, la composición, de una aparente sencillez, desborda la imaginación de su artífice: «la intimidad entre obra y autor, una química inexplicable que necesita ser escuchada», dice, a la vez que nos invita también a mirar y tocar, incluso a extasiarnos en el fantástico ambiente museístico que todo lo llena.
Y entre las piezas más cercanas del Museo con las que entabla conversación y galanteo la obra de Emilio se hallan verracos, un abanico taurino, un alfarje mudéjar, ajuares domésticos, trajes populares, un carro y útiles de labranza, mascaradas de invierno, cerámicas y lozas antiguas, un tríptico flamenco, un plato de engaño, tritón y nereida en alabastro, un arpa de doble orden y un mosaico romano, aparte de todo el universo museográfico que aquí se cobija.
Finalmente en el catálogo editado, Emilio nos cuenta sobre la exposición que «la pretensión de esta iniciativa es establecer una relación entre lo emocional y lo ?gurativo contenido en las obras del pasado (…) Vivencias e imágenes que como eslabones de la cadena de la vida, se entrelazan para enseñarnos su realidad desde la perspectiva del ayer, sembrando en mí el deseo de ser un puente entre ambas realidades a través de la expresión personal».
Por su parte, Javier Jiménez Gadea, director del Museo empeñado en su constante revitalización, dinamización que consigue, apunta que la muestra «enlaza perfectamente con las cosas históricas del museo, porque tiene raíz y parece surgir, a la vez, del tiempo y de la tierra. Por ello, el museo, este museo, más que un diálogo lo que le ofrece hoy al escultor es una casa: una casa común de cosas e historia».
Al mismo tiempo, desde la Asociación de Amigos de Museo, añadimos, «se pretende, a través del diálogo artístico que da título a esta exposición, construir comunidad y ofrecer una oportunidad de aprendizaje para conformar una sociedad civil informada y comprometida con la cultura. Y este es el poder de los Museos».
Por último, el poeta José María Muñoz Quirós, en “la búsqueda de la esencia de las cosas”, escribe que «hay en cada propuesta de estas esculturas, asombradas en un su espacio natural, un contagio de luz, una benevolente magnitud de vida y de fuerza, de arraigo telúrico, de intensa serenidad y de secreta armonía».
Cerrándose el catálogo diseñado por Juan Carlos Delgado y fotografías de José Luis Díaz Segovia con este verso de Mariví Sánchez: «porque por mucho que miremos atrás, / siempre seremos más presente, / y el pasado, raíz».
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
Catálogo: https://museodeavila.com/.../CATALOGO-DE-LA-EXPOSICION_2.pdf