El sábado 28 de octubre de 2023 tuvo lugar en Ávila un último encuentro con la figura del torero Luis Mazzantini y Eguía (1856-1926), lo que hicimos a través de la conferencia titulada el título «Encuentros en Ávila con el torero Mazzantini. Imagen, cultura y sociedad».
El acto se ccerró con una interpretación musical por Clara Álvarez Camarero de varias piezas del cancionero recopilado por García Lorca tituladas “En el café de chinitas” y “Los cuatro muleros”.
Todo ello, dentro del programa de las Jornadas Taurino-Culturales desarrollado en El Episcopio de la plaza de la Catedral, organizadas por la Peña Taurina Abulense en el 50 aniversario de su creación, patrocinadas por el establecimiento de restauración “La Posada de la Fruta” y en colaboración del Ayuntamiento de Ávila.
Ahora volvemos a tratar en estas páginas sobre el personaje que ocupa un lugar señalado en el callejero de la capital abulense desde 2008. Fue un “aplaudido” torero en esta plaza y también gobernador civil de la provincia, y le tocó bregar en tiempos de graves conflictos sociales en la capital. Y es que la singularidad de Mazzantini excede de su dedicación toreadora y paso por los ruedos, por lo que a través de este retrato histórico que componemos de nuevo nos reencontramos con el personaje, dejando al margen en esta oportunidad el debate y las cuestiones suscitadas por el movimiento anti taurino y animalista que siempre han rodeado y denostado la lidia.
En este contexto, nos sigue llamando la atención la peculiar personalidad y experiencia vital de Luis Mazzantini reunida en textos biográficos (“Luis Mazzantini”, Bibl. Sol y Sombra, 1907; y “España trágica”, Impr. J. Pueyo, 1913), en la excelente investigación de Juan Miguel Sánchez y Manuel Durán Blázquez (“Luis Mazzantini, el señorito loco”, Librería Gaztambide, 1994), y en numerosas entrevistas y reportajes publicados en la prensa de la época. Sin olvidar las aportaciones de Ramón Navas Huete (La fiesta de los toros en Ávila. Ávila: Ayuntamiento de Ávila, 2006) y de Francisco Garcinuño en el libro Tauromaquia en la Provincia de Ávila (2023).
También es reseñable el fondo bibliográfico de la Biblioteca Digital Taurina (BDT) que la Junta de Castilla y León ha dispuesto para consulta pública, es cual está formado por una amplia colección de las obras que se han escrito o creado sobre la materia a lo largo de los siglos, incluyendo libros y revistas de tema taurino, así como carteles o programas de mano. Según se reza sobre dicha colección, «en el fondo se cuentan más de 900 obras que abarcan desde 1652 a 1975, si bien el grueso de los ejemplares corresponde al XIX y primeros años del XX.
El núcleo inicial de la BDT está constituido por la biblioteca del Marqués de Piedras Albas y de Benavites. La Biblioteca Pública Provincial y el Museo de Ávila conservan los fondos bibliográficos y las colecciones museísticas que formó el Marques, que fue gran aficionado a la tauromaquia y amigo de alguno de los más famosos toreros de finales del XIX y principios del XX. Ello y su conocido afán coleccionista le llevó a reunir una colección de libros y revistas sobre toros que completó con una colección de carteles tanto en papel como en seda y de otros materiales como programas de mano, folletos, grabados y fotografías».
Con todo, y retomando para la ocasión cuanto hemos conferenciado y publicado en ocasiones anteriores, sabemos que Mazzantini nació en Elgoibar (Guipúzcoa), hijo de un ingeniero del ferrocarril italiano y de madre vasca, que vivió su infancia en Llodio (Álava), Bilbao, Lugo y Madrid. Tuvo dos hermanas y un hermano, Tomás, quien fue su extraordinario subalterno y compañero fiel en la lidia, y se educó en Francia e Italia donde se había trasladado la familia.
En 1871 retornó a España como mozo de cuadra de caballos con el rey Amadeo de Saboya, monarca que en este mismo año adquiere el cuadro “Recuerdo de Ávila” de Ángel Lizcano en la Exposición Nacional de Bellas Artes de estas fechas. Posteriormente, en 1874, se graduó como bachiller en artes, y luego opositó a telegrafista en la Compañía de ferrocarriles del Mediodía que dirigía el político y dramaturgo José Echegaray, donde ingresa en 1876, ejerciendo como factor en Navalmoral de la Mata y Malpartida de Cáceres y Caudete (Albacete) y como jefe de estación de Corvejuela y Santa Olalla (Toledo). En esta época también actúa en compañías ambulantes de teatro por Castilla y decide hacerse rico toreando.
EL SEÑORITO LOCO. Después de capearse debutó como becerrista y novillero, y en 1884 se consagró como matador de toros de la mano de Frascuelo en Sevilla confirmado por Lagartijo en Madrid. Pronto despuntó como figura de su tiempo, siendo conocido como “El señorito loco” que vestía trajes caros, frac y esmoquin, y sobresalió como estoqueador excepcional apodado “El Rey de Volapié” por su maestría y al que se le perdonaba su menor destreza con el capote y la muleta. Triunfó en las plazas españolas e hizo patria en Francia y América. Compartió fama y popularidad con los diestros Frascuelo, Lagartijo, El Espartero, Guerrita, Reverte y Machaquito, Cara-ancha, Fuentes y Bombita, entre otros. También ejerció como respetado director de lidia y se aventuró como ganadero y empresario taurino invirtiendo gran parte de su fortuna sin mucho éxito. Por su carácter reivindicativo consiguió que se sortearan los toros evitando el trato de favor hacia los diestros consagrados, a la vez que logró mejoras en los honorarios de los toreros. Demostró su generosidad promoviendo causas benéficas y corridas patrióticas, e ideando el futuro Montepío de los toreros. En 1905 muere su esposa Concepción Lázaro, de cuyo matrimonio no tuvo hijos, y se corta la coleta después de torear en Guatemala.
La fama alcanzada por Mazzantini le hizo protagonizar composiciones musicales en pasodobles, pasacalles, seguidillas, polcas, mazurcas, y bosquejos cómico-líricos. Y la popularidad le convirtió en un icono mediático, cuya imagen se reproduce entonces en multitud de litografías, etiquetas, carteles, caricaturas, fotografías y grabados que ilustraron periódicos y revistas. Se introdujo en la alta sociedad, la aristocracia y la realeza brindando sus toros a Alfonso XIII, a la vez que era un asiduo espectador de funciones de ópera y teatro, llegando incluso a ser empresario de la plaza de toros de Madrid y del Teatro Real. En el mundillo artístico se relaciona con los grandes de la escena como Gayarre y Titta Ruffo, siendo incluso un amante fugaz en Cuba de la actriz Sarah Bernhardt. Así mismo, seguía las últimas tendencias pictóricas de la mano de Agustín Lhardy, propietario del famoso restaurante madrileño, y de los hermanos Benlliure.
El escultor Mariano Benlliure le modeló un busto de Mazzantini en bronce simulando un patricio romano, en agradecimiento por el toro le brindó en una de la corridas de la Feria de Julio de Valencia de 1895. Por último, reseñamos que era habitual su participación en las tertulias literarias, señalando entre sus preferencias a Benavente, Valle Inclán y Maeterlinck, sin olvidarse de su amistad con Zorrilla, a la vez que cita en sus memorias a Galdós, Azorín, Unamuno y Baroja.
POLÍTICO. Apartado del mundo de los toros en 1905, contactó con el partido conservador gracias a la protección del político y escritor Natalio Rivas y la amistad del futuro presidente de gobierno Eduardo Dato. Entonces fue elegido concejal de Madrid (1906-1911), donde ocupó el cargo de Teniente de Alcalde por el barrio de Chamberí, compartiendo mandato con los socialistas Largo Caballero y Pablo Iglesias. En un paréntesis de la actividad política editó y dirigió la revista ilustrada de ferrocarriles Adelante (1911-1912) dando cuenta de la futura línea Ávila-Salamanca, a la vez que escribe sus memorias que comparte con Natalio Rivas y el torero Belmonte (1913). Tiempo después, volvió a la política como diputado provincial por Navalcarnero (1914-1918) y desempeñando el puesto de gobernador civil de las provincias de Guadalajara (1919) y Ávila (1920) con desigual fortuna por las presiones caciquiles. Su último destino gubernamental fue el de comisario general de vigilancia en Valencia y Barcelona (1920-1922). Finalmente, arruinado y subsistiendo con una pensión graciosa de ex gobernador, terminó sus días en Madrid el 23 de abril de 1926 después de haber sido inmensamente rico.
MEMORIA. Hoy, la memoria de Mazzantini está grabada en el callejero abulense en la calle situada en la zona sur de expansión de la ciudad, entre las carreteras de Burgohondo y de Sonsoles, y comparte el callejero del lugar con otras celebridades relacionada de distintas formas con Ávila, como Antonio de Cianca, Manuel Ciges Aparicio, Larra, Sánchez Tadeo, Ventura Rodríguez, Delibes, Méndez Álvaro, y Gonzalo de Ayora, entre otros relevantes nombres. También existen calles dedicadas a Mazzantini en Sevilla, Morón de la Frontera (Sevilla), Puerto de Santa María (Cádiz) y Marbella (Málaga). Igualmente, su memoria se mantiene viva en una peña de Córdoba, en el club taurino universitario de Madrid que lleva su nombre, igual que antes en Barcelona, y en el club Mazzantini de Llodio (Álava), así llamado en honor de su hermano Tomás que allí había nacido.
Al mismo tiempo, son destacables los testimonios que muestran el paso de Mazzantini por los ruedos en el museo de las Ventas (Madrid) y en los museos de Mariano Benlliure (de Valencia y de Crevillent, Alicante); así como en el Museo de Ávila donde se guarda un retrato dedicado de Mazzantini y una carta de autenticidad de la cabeza de un toro estoqueado por el diestro, además de postales, litografías, carteles y alguna pintura de los toros que lidió. Sin olvidar que en Ávila, a finales del siglo XX, también hubo una Peña taurina llamada Mazzantini, consede en la calle San Segundo frente al ábside de la catedral, y una tertulia literaria deigual nombre, donde participaba José Mª Muñoz Quirós que le dedicó un poema inspirado en su figura bohemia y literaria, nos cuenta.
A los anteriores testimonios sumamos los documentos (partituras, libretos, periódicos y revistas, carteles, fotografías, etc.) que guarda la Biblioteca Nacional, así como la rica colección que exhibe la Biblioteca Digital Taurina de Castilla y León, como ya quedó dicho. Fuera de España, en Morelia (Michoacán, México) se encuentra la biblioteca taurina “Salvador García Bolio” ubicada en el “Centro Cultural y de Convenciones Tres María”, una de las biblioteca mayores de mundo sobre tauromaquia.
MAZZANTINI Y ÁVILA. Respecto a la relación de este famoso y popular torero con Ávila, ésta se produce en sus continuos desplazamientos en tren hacia el norte peninsular con parada en esta capital, en la exhibición estoqueadora demostrada en el antiguo ruedo del paseo de San Roque, en su abrumadora presencia en periódicos y revistas compartiendo noticias de esta tierra, y en su decisiva actuación en las huelgas y manifestaciones habidas en Ávila durante su mandato de gobernador. Además y en su honor, Ávila contó a principios del siglo XX con un café llamado “Café de Mazzantini”, situado en la actual calle Comuneros de Castilla (antes dedicada al gobernador o llamada la “Maldegollada” por la antigua cárcel allí existente en el solar que ocupa el mercado de abastos, la cual comunica con la plaza del Mercado Chico. Y no podía faltar su imagen en la exposición de carteles taurinos de la feria de Bilbao del periodo que va desde 1869 a 2018 torero que se mostró en el “Lienzo Norte” en este último año.
Y entre las celebridades relacionadas con Ávila que se cruzaron en la vida de Mazzantini figura Sarah Bernhardt, su amante en Cuba (Le Figaro, 9/03/1887), la actriz francesa de teatro y cine más famosas y aclamada de finales del siglo XIX y principios del XX, como ya anticipamos. Ella fue quien interpretó a Santa Teresa, “La Virgen de Ávila”, en una exitosa temporada parisina en 1906 que pudo contemplar el torero, lo que provocó una fuerte oposición en Ávila por la idea de que su actuación constituyó una aberración histórica. Por lo curioso de relación entre estos dos famosos personajes, en medio de la cual Ávila se convierte en un referente, aunque por distintos motivos, diremos que ambos coincidieron en la Habana en la temporada 1886-1887 y se hicieron grandes amantes.
A principios del enero de 1887, arribó a La Habana en el vapor inglés Dee, otra celebridad, la excéntrica actriz francesa Sarah Bernhard y su compañía dramática después de una gira triunfal por Sudamérica. Entre su numeroso equipaje traía jaulas de exóticos pájaros de plumas multicolores, iguanas, un galápago, un jaguar, perros, gatos y un féretro de palo de rosa con agarraderas de plata que según decían era la cama donde dormía y estudiaba sus papeles. Con todo se hospedó en el hotel Petit, ubicado al lado de La Chorrera. A Sarah Bernhard se la recuerda en Cuba por su arte, no por ciertos modales groseros que la caracterizaban y que hirieron la sensibilidad de los cubanos cuando en una función en el teatro comentó: “Los cubanos son indios con levita”.
A Mazzantini todos los cubanos lo querían por su simpatía, educación y la esplendidez con las instituciones para pobres, a los cuales dedicó en varias ocasiones una parte de los beneficios de una corrida. El toreo costeó también el tratamiento de la enfermedad y los funerales de uno de sus banderilleros conocido como “El Barbi”, que murió en La Habana, así como la tumba que aún conserva sus restos en el Cementerio de Colón. En la Isla también se le recuerda con el decir popular que ha trascendido mediante generaciones: “Mejor no la hace ni Mazzantini el torero”. Mazzantini y su cuadrilla dedicaron una corrida a la artista Sarah Bernhardt y su elenco, que fue amenizado por un grupo de músicos negros entonando el popular pasodoble “Mazzantini” y días después actuaron juntos en el drama “El noveno mandamiento”. El amor se disipó cuando ambos regresaron a su país. Desde Cuba Mazzantini se trasladó a México, por Veracruz, donde ya había toreado previamente.
Otras celebridades que con las que nos reencontramos en Ávila gracias a Mazzantini son Ignacio Zuloaga, pintor trágico de Ávila, que encumbró a Mazzantini como el torero de la generación del 98 por su demostrada sensibilidad artística y cultural, emulando aquí a Sánchez Mejías como torero de la generación del 27, semblanza que captó con maestría el también pintor Daniel Vázquez Díaz en el retrato del diestro y su cuadrilla junto a Frascuelo y Lagartijo, lo mismo que también pintó una vista general de Ávila.
Otros nombres que aparecen en su biografía fueron José Zorrilla, su amigo y vate romántico que dedicó un poema a Ávila publicado en «El Liberal» del 2/05/1892; Unamuno, poeta de Gredos y Ávila que en su juventud fue compañero de viaje del torero en el tren nocturno de Madrid-Bilbao con parada en Ávila, y quien envidiaba el seguimiento popular de la fiesta frente a la educación y la cultura; Vara de Rey, antiguo gobernador militar de Ávila muerto en la guerra colonial de Cuba, plaza fuerte del torero; Félix de la Torre, arquitecto republicano retratado por Sorolla, cuñado del Marqués de Benavites y suegro del pintor Guido Caprotti, quien publicó en «La Revista Moderna» el retrató de Mazzantini vestido de pelotari, siendo luego compañero suyo en la corporación municipal madrileña; los amigos comunes del escultor Mariano Benlliure, como Sagasta, presidente de gobierno y vecino veraniego de Ávila; Ángel Redondo de Zúñiga, de la colonia estival de Ávila y copropietario y director artístico de la fototipia Laurent que incluyó la estampa del torero en la colección de postales dedicada a la lidia; con el deán de la catedral abulense y ferviente admirador el M. I. Sr. Gabriel García Gómez, quien había nacido en la Cuesta de Gracia hacia 1856; y Alberto Insúa que se aficionó en Cuba con Mazzantini antes de su primera novela ambientada en Ávila (“En tierra de santos”, 1907).
Deteniéndonos en la memoria abulense del paso del torero por la ciudad descubrimos que Mazzantini fue noticia en «El Heraldo de Madrid» del 29 de julio de 1897, entre otros medios, por su benevolencia, lo que reseña el periódico junto a la noticia del crimen ocurrido en la dehesa de Encinas: «Esta mañana, en el mixto, pasaron por Ávila Mazzantini y su cuadrilla, que venían de torear en Santander. En el mismo tren regresaban de Cuba varios soldados enfermos y heridos, uno de los cuales se acercó al mostrador de la fonda a tomar algún alimento, que el dueño de ésta le regaló generosamente. Enterado Mazzantini, que también estaba en la fonda, pidió al fondista toda la plata que tuviese – unas doscientas pesetas – y las repartió enseguida entre los heridos y enfermos. Este rasgo, tan propio en el famoso matador, fue muy aplaudido».
En cuanto a la presencia torera de Mazzantini en Ávila, ésta se produjo durante la feria de San Pedro compartiendo cartel con Antonio Reverte en la plaza de San Roque los días 29 y 30 de junio de 1897 cortando una oreja, según la reseña del Diario de Ávila que recoge Ramón G. Navas (“La fiesta de los toros en Ávila”, 2006). Al año siguiente, Ávila comparte espacio con Mazzantini en la revista de artes y letras «Instantáneas» del 5/11/1898, donde el torero es portada por su fama, caballerosidad y gran corazón, al tiempo que la Academia de Administración Militar ubicada en la ciudad se exhibe haciendo prácticas de campaña. En 1903, el 15 de octubre, coincidiendo con la festividad de Santa Teresa, patrona de la ciudad, la Cámara de Comercio e Industria organizó una de las más importantes corridas del ruedo abulense, siendo su estrella Mazzantini, quien volvió con su hermano Tomás a esta plaza, lidiándose entonces en una animada fiesta cuatro toros de Aleas con escaso éxito en las faenas del único espada, al decir de la crítica (“Sol y Sombra”, 26/11/1903).
GOBERNADOR. Mazzantini volvió a Ávila como gobernador de la provincia, después de cesar en el mismo cargo en Guadalajara por la presión de los caciques locales (“Flores y Abejas”, 4/01/1920), para sustituir la gestión desastrosa de su antecesor José López Boullosa (“Renovación”, 7/01/1920). La actuación gubernamental en Ávila del político Mazzantini solo duró cinco meses, de enero a mayo de 1920, suficiente para dejar una notoria impronta entre sus gentes. Así, en el mes de abril se pusieron en huelga 180 obreros de las canteras de Duruelo en apoyo de ochenta de ellos despedidos por haber trabajado antes en las canteras de Zarzalejo, Mazzantini llamó al patrono y le ordenó su readmisión, bajo su responsabilidad, dando cuenta de ello a los obreros que le vitorearon y aclamaron como a un héroe (“La Correspondencia” y “La Libertad”, 22/04/1920).
Al mismo tiempo, «unas doscientas mujeres fueron en manifestación al Gobierno civil, para protestar contra la pretendida elevación del precio del pan. El gobernador, Sr. Mazzantini, dijo que mientras él ejerza el mando de la provincia no consentirá que el precio del pan aumente, porque en un pueblo agrícola como éste no debe venderse el kilo de pan a precio más alto de sesenta céntimos. También les prometió rebajar, para breve, la tasa del aceite y del tocino. Las manifestantes vitorearon al gobernador, y salieron muy complacidas de la visita» (“El Sol”, 3/04/1920).
Sin embargo, las protestas continuaron, igual que en media España, contra los harineros y labradores que trafican con el hambre nacional, y la prensa tituló “El problema del pan. En Ávila es grave la situación. El pueblo asalta el ayuntamiento y apedrea los comercios” (“El Sol”, 16/05/1920), así que Mazzantini tuvo que intervenir para evitar también el acoso que sufría la fábrica del harinero D. José San Román acordando la no subida del pan en reunión con el alcalde y los concejales (“El País”, 16/05/1920; “El Diario de Ávila”, 17/05/1920; y “ABC”, 18.05.1920). No obstante, y a pesar de los esfuerzos de Mazzantini, ganaron la batalla los “caciques” de Ávila, tal y como reseñó Valentín Lostau en el periódico “Flores y Abejas” del 30 de mayo de 1920:
«Mazzantini en su ínsula. Antes de celebrarse el Consejo de ministros, el Sr. Eduardo Dato fue requerido por los parlamentarios de Ávila, que a todo trance querían hablar con el señor presidente. El Sr. Dato les recibió. Los diputados y senadores abulenses encerraron al Sr. Dato en un estrecho círculo, y uno de ellos habló, y uno de ellos [el Sr. Amat] habló. Poco después el presidente comunicaba a la Prensa lo tratado en tan intempestiva conferencia: diputados y senadores le había pedido secamente, enérgicamente, la destitución inmediata del Gobernador civil de Ávila: Mazzantini.
En los momentos actuales esta noticia tiene una importancia que nadie puede negar. Se quiere la destitución de Mazzantini porque ha resuelto de plano, sin contemplaciones, el magno problema del hambre en la jurisdicción de su ínsula.
¿Hay derecho a eso? Nosotros creemos que no, y que, por contrario, el Sr. Mazzantini merece el aplauso de la opinión y una recompensa del Gobierno. Cuando no enteramos de su gestión dijimos: “He aquí un gobernador de cuerpo entero”. Estando en Ávila el Sr. Mazzantini paseaba todas las tardes alrededor de las murallas y se sentía guardador la una fortaleza en los venturosos tiempos medievales. Y hace pocos días le sorprendió un motín callejero, motivado por el hambre del pueblo.
Una muchedumbre de mujeres y niños intentó penetrar violentamente en el palacio del gobernador. Las mujeres tenían reflejado en sus rostros los rasgos de la ira, y los niños en sus flácidas mejillas, los del hambre. Mazzantini ordenó que inmediatamente subieran, y ya el pueblo frene al gobernador, una mujer le mostró un pan de kilo de doscientos gramos. - Tenemos hambre, dijo una. - No podemos vivir, añadió otra. Nos roban cuando compramos, exclamó una mujer pequeñita que tenía en sus bracos dos niños. Para todas tuvo una frase de consuelo el gobernador, que fue en sus tiempos héroe de multitudes. Poco después se encerró en su despacho y decretó, sin contemplación, la baja de los principales artículos de primera necesidad, bajo penas severísimas.
Y aquí está la causa y el motivo en que fundan su propósito los que piden la destitución de Mazzantini. Mazzantini decretó la baja de los precios y dispuso alguna incautación. Pero como Mazzantini no está al corriente de esa alambrada erizada, que está formada por un caos de disposiciones, se la saltó a la torera para llegar al objeto deseado. Mazzantini, para aliviar el hambre del pueblo de Ávila, ha tropezado con un tomo de Alcubilla, y aquí está el conflicto».