25 de noviembre de 2024

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De Crónicas

EUSTASIO MENESES, EL CARPINTERO QUE LLEGÓ DE LA CASA DEL PUEBLO A LA ALCALDÍA DE ÁVILA EN 1936

EUSTASIO MENESES, EL CARPINTERO QUE LLEGÓ DE LA CASA DEL PUEBLO A LA ALCALDÍA DE ÁVILA EN 1936
EUSTASIO MENESES, EL CARPINTERO QUE LLEGÓ DE LA CASA DEL PUEBLO A LA ALCALDÍA DE ÁVILA EN 1936
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 20 de Octubre de 2024

De la casa del pueblo a la alcaldía de Ávila. Eustasio Meneses Muñoz, 1882-1941  (UGT, 2024, 276 págs.), es el título del libro escrito por Francisco Arrabal López, que se presentará el lunes 28 de octubre en el Auditorio de san Francisco  de Ávila.

El libro esta dedicado a «Eustasio Meneses, un destacado sindicalista de UGT y militante del PSOE abulense, y el único alcalde socialista que ha tenido Ávila a lo largo de su historia, cargo que ejerció en 1936. Murió gravemente enfermo después de sufrir prisión, víctima del golpe de estado contra la República».

Recordamos aquí también a José Martínez Linares, perteneciente al Partido Radical Socialista, de tendencia republicana y socialdemócrata liberal, que fue alcalde entre 1931 y 1933, y fue fusilado en 1936.

La obra es una llamativa aportación a la escasa historiografía memoralista abulense, a la que se incorpora desde ahora, como un “bicho raro”, el nombre de un sindicalista representante de la clase trabajadora, que también fue concejal del consistorio en el periodo 1924-1936, carrera municipalista que culminó en el sillón de la alcaldía en 1936. A esta excepcionalidad sobre nuestro vecino del barrio de Ajates en tiempos difíciles, se suma su origen humilde y la pertenencia a una militancia minoritaria entre el vecindario de Ávila.

Han pasado cien años desde que Eustasio Meneses fuera designado concejal del Ayuntamiento de Ávila en representación de los obreros de la Casa del Pueblo que presidía, condición de miembro corporativo en la que se mantuvo durante doce años, sin abandonar ni olvidarse de su oficio artesano de la madera cuya Sociedad Obrera también dirigía.

Actualmente, la figura de Eustasio Meneses comparte espacio en la galería de alcaldes de Ávila que ocuparon el cargo desde principios del siglo XX, cuyos retratos cuelgan de la Sala de Comisiones de la Casa Consistorial de Ávila, codeándose con abogados, comerciantes, hacendados, militares y políticos profesionales, entre otros dirigentes que presidieron el Ayuntamiento. El suyo es el rostro más epresentativo pueblo llano y su historia es la del movimiento obrero abulense del primer tercio de la centuria pasada.

   A simple vista del muestrario de retratos, podríamos imaginar el mismo ejercicio investigador que Azorín hizo en la Biblioteca Nacional y buscar en ellos el «emblema de todo lo más intenso que el hombre puede alcanzar en la vida», y atribuir a cada cual alguno de los avances conseguidos en la modernización de la ciudad.

En nuestro caso, como si se tratara de una rueda de reconocimiento, descubrimos que el rostro de Eustasio Meneses es el de un presidiario, pues la foto fue tomada en la prisión de Ávila cuando fue encarcelado en 1936. Su imagen se convierte entonces en símbolo de la crónica negra abulense y de la España vencida en la guerra civil.

Con el relato de la vida de Eustasio Meneses y de la época que le tocó vivir, Francisco Arrabal nos presenta una parte significativa de la historia de Ávila, la que ocupa aquellas décadas del siglo veinteno. Y con ello, también se hace justicia en la recuperación de la memoria histórica de un periodo no suficientemente conocido. Además, con este libro el autor contribuye a complementar la escasa historiografía existente sobre los movimientos sociopolíticos de este periodo tan cambiante y convulso, el cual todavía sigue abierto a nuevas aportaciones y estudios que están por hacer.

Anteriormente, sabíamos algo de la vida social y política de Ávila por el análisis de los entramados familiares de los patronos y gobernantes de Eduardo Cabezas; por las guías y narrativas del cronista José Mayoral Fernández; por los amplios estudios y memorias de José Belmonte Díaz; por los recuerdos de Ávila “cuando emigraban las cigüeñas” en tiempos de antes y después de la guerra civil de Carlos Sánchez Reyes; por las “mudanzas y permanencias de una sociedad tradicional” en la II República de Jennifer González; y por los apuntes fragmentarios  de los “héroes y mártires” del bando vencedor de aquella guerra que escribió el Marqués de Piedras Albas. Aparte de otras referencias de interés recogidas por Álvaro Mateos en su tesis sobre el periódico La Voz del pueblo (1930-1931), por el fiscal José Luis Galve Loshuertos en sus memorias de la justicia republicana, por Jesús Arribas biógrafo de Manuel Ciges Aparicio, el gobernador fusilado, y por Rafael Sánchez, estudioso de la depuración del magisterio abulense.

Por su lado, Francisco Arrabal López ya se había ocupado antes de la transformación que sufrió Ávila con el cambio de régimen político y la llegada de la República, dedicándose con especial atención al estudio de los procesos electorales de este periodo y, especialmente, de los resultados de las elecciones municipales de 1931 en la capital y del frente popular en las generales de 1936. Quedaba pendiente un acercamiento a la vida municipal, al movimiento sindical, a los conflictos sociales y a la organización política, hasta ahora, que se han abierto nuevos horizontes de investigación y estudio.

Así, por la lectura de este libro sabemos algo más de la vida en la ciudad, de las sociedades obreras y de la gobernanza municipal en tiempos de la dictadura primorriverista, de la Segunda República y de la guerra civil. Y de la misma manera, sin pretensiones doctrinales de uniformidad, encontramos un interesante padrón de personajes de la sociedad abulense condenados al infortunio por la guerra y ahora rescatados del anonimato general.

También sabemos de protestas, manifestaciones, huelgas, miserias, conflictos, enfrentamientos, polémicas, planes y proyectos rotos, depuraciones, encarcelamientos y fusilamientos. Igualmente, a través de estas páginas, conocemos la vida familiar del alcalde Eustasio Meneses, sus ocupaciones y trabajos, sus ideales y activismo, sus luchas y su calvario carcelario que le costó la vida.

Pudiera pensarse que el texto que compone Francisco Arrabal, más que un relato de la vida social, municipal y obrera de Ávila, es la hagiografía de un alcalde víctima de la barbarie convertido ahora en mártir, pero nada más lejos de la realidad.

La principal aportación de este libro es haber encontrado el lado humano de los vaivenes sociales y políticos de aquellos tiempos en la persona de un hombre comprometido con la clase trabajadora, a la vez que representativo de otros hombres y mujeres que, con sus luces y sombras, gobernaron la ciudad, lucharon por las mejoras sociales y sufrieron las consecuencias de la guerra.

Centrándonos en la obra que acaba de ver la luz, observamos que tan solo recoge la mitad del texto original redactado en un principio por el autor. El libro se estructura en dieciséis capítulos en los que se plasma una visión de la sociedad abulense de las primeras cuatro décadas del siglo XX en el contexto histórico de la España de esta época. La edición, ilustrada con un centenar de fotografías reproducidas en color, ha corrido a cargo del sindicato UGT de Ávila, y en la misma han colaborado el Ayuntamiento de la capital y la Agrupación Local y Provincial Socialista.

A modo de presentación, se incluyen sendos prólogos. En el primero, titulado «Reivindicación del compañero Eustasio Meneses», el secretario regional de UGT, Faustino Temprano, destaca:

«Fue un hombre comprometido con sus ideales socialistas, necesarios en la lucha del movimiento obrero de la provincia de Ávila. Fue un demócrata defensor infatigable de los débiles y pacifista militante».

En el segundo prólogo, el alcalde de Ávila, Jesús Manuel Sánchez Cabrera, resalta en el texto que titula «Una aventura apasionante de la historia de Ávila de la mano del alcalde Eustasio Meneses»:

«Fue un hombre inquieto y comprometido, que conocía bien social y económicamente las penurias del Ávila de primeros del siglo XX, se negó a permanecer impasible ante esta realidad en la que vivía y de la que formaba parte, lo que le encaminó a la lucha sindical. A través de ella, quería cambiar las condiciones socio-laborales de los obreros abulenses. Y lo hizo como mejor supo: con compromiso, desde el uso de la palabra y la acción».

Más aún, el alcalde de hoy retoma las palabras del alcalde que sustituyó a Meneses tras el alzamiento, el capitán de Intendencia Pelegrín Iranzo, quien informa el 19 de agosto de 1937:

«Era un socialista de  temperamento templado, reflexivo y enemigo de toda violencia con un criterio de justicia muy acentuada y de una honradez y delicadeza Pelegrín, cualidades todas que se pusieron de manifiesto en el desempeño del cargo siendo él el que con su  autoridad  y  proceder   sirvió  de   freno  para   posibles  violencias  o actuaciones de elementos que formaban parte de la Corporación evitando siempre cualquier atropello o actuación que no fuera ajustada a principios de templanza y rectitud».

Por su parte, el autor, Francisco Arrabal, subraya:

«La historia de Eustasio Meneses no es una historia corriente. Es algo más que el esfuerzo de un humilde carpintero con aspiraciones en el primer tercio del siglo XX. Un personaje que muchas veces parece haber adquirido la condición de leyenda, por el misterio que rodea a su persona… Es interesante recuperar las historias de personas como Eustasio Meneses para poder tener otra visión de la sociedad abulense de esta época y poder completar la intrahistoria de Ávila y, lo que es más deseable, que estos lamentables sucesos no vuelvan jamás a repetirse, dado que destrozó la vida de muchos ciudadanos, desmembró muchas familias y sin esta guerra incivil el panorama social abulense sería completamente distinto».

 

Cierran el libro un apartado en el que se referencian las fuentes documentales, hemerográficas y bibliográficas consultadas, y dos epílogos. Uno escrito por este cronista titulado: «Eustasio Meneses, un hombre comprometido con la clase trabajadora en el lado humano de los vaivenes políticos», del que aquí damos cuenta. Y un segundo epílogo, firmado por Carlos Sánchez Reyes, titulado «Un carpintero en la alcaldía de Ávila», donde se recalca:

«Fue fundador de la Casa del Pueblo y de la agrupación socialista local, y participó, como representante los trabajadores, en múltiples instituciones de la ciudad, incluido su Consistorio municipal, en las que siempre mantuvo, por encima de todo, su compromiso y fidelidad a los intereses de aquellos».

En los primeros capítulos conocemos la biografía de Eustasio Meneses y su trayectoria vital, con un minucioso detalle de sus antecedentes familiares. Su padre, Vicente Meneses, era natural de Navarredondilla, y su madre, Francisca Muñoz, de Muñochas. Se casó con María Josefa Pérez Orgaz, natural de Bonilla de la Sierra. Tuvo una única hija, Bonifacia, que falleció en 1933 con 23 años. En estos apartadados, también se incluyen datos ilustrativos de sus ocupaciones como carpintero en el molino de «El Batán», propiedad de José San Román, así como de sus inquietudes sociales y políticas.

A lo largo de una intensa lucha por mejorar las condiciones de vida y laborales de los trabajadores, Eustasio Meneses preside la Sociedad General de Obreros de la Madera «La Unión», creada en 1908, la cual se integra en UGT junto con las Sociedades de Panaderos «La Libertad», y de Albañiles «El Trabajo», reuniendo entre las tres un total de 296 afiliados en 1909. Preside en 1912 la Sociedad de Profesiones y Oficios Varios de Ávila, a la que se había sumado la Sociedad de Obreros Zapateros «La Ministril» en 1910. Y ocupa importantes cargos en la recién fundada Organización Local de la Agrupación Socialista Abulense en 1911 desde donde ejerce su activismo político. En 1912, se encarga de recoger los fondos para el sostenimiento de la huelga de albañiles y carpinteros de Ávila. En 1915, interviene en la compra del local que será la Casa del Pueblo en la Bajada del Rastro o de Santiago acordada por las sociedades obreras de panaderos, albañiles y carpinteros. También en 1915, asiste a la constitución de la Sociedad de Obreros de Herreros y Carreteros «El Porvenir». Y en 1922 participa en el Congreso de la UGT de España, siendo también delegado por Ávila en los sucesivos congresos que tienen lugar años después.

En todo este tiempo, tanto en Ávila como en España, se suceden protestas, manifestaciones, huelgas y disturubios debido a la carestía de la vida, la escasez de harina, la contínua subida del precio de alimentos básicos como el pan y el arroz, y la congelación de los salarios, reivindicaciones que Eustasio Meneses procurará de forma más directa que sean atendidas también en el Ayuntamiento a partir de 1924, año en el que es nombrado concejal. Aspectos estos que también son tratados y contextualizados en varios capítulos del libro.

Novedosos son los apartados de la política municipal en tiempos de la República que Francisco Arrabal va desgranando a la vista de las actas municipales de la época que ha estudiado bien. Por ellas sabemos de decisiones y actuaciones que no suelen ser pacíficas cargadas del simbolismo ideológico y de cambio por los nuevos tiempos, lo que provoca frecuentes enfrentamientos en una población profundamente dividida.

 Así, uno de los asuntos que preocupan a la corporación municipal y las materias sobre las se pronuncian tienen que ver con los siguientes cambios de nombre de calles de la capital: la calle Duque de Alba se sustituye por el nombre de Pi y Margall; la de Ibarreta por el de Comuneros de Castilla; y la de Madrid por el de Joaquín Costa. Asimismo, se acuerda sustituir el nombre de la calle del Marqués de Canales de Chozas por el de don Bernardino de Melgar; la de los Caños por el de Torrijos; el de la Plaza José Tomé por el de Galán y García Hernández; la nueva calle donde está instalado el Banco de España por el de Blasco Ibáñez; la Plaza del Marqués de Novaliches por el de Mariana Pineda; el Paseo de Santo Tomás por el de Salmerón; el Paseo de San Roque, por el de Aniano García; el de San Antonio por el Paseo de Pablo Iglesias; la Bajada de San Roque a Don Alonso por la calle Figueras; y la Plaza de Santa Teresa por la de la República.

Con similar sesgo político, en el Ayuntamiento se discute la retirada de las pintura y  cuadros monárquicos que cuelgan en las dependencias municipales, a la vez que se acuerda la implantación de un impuesto por el toque de campanas en iglesias y conventos, lo que, aunque no llegó a ser efectivo, ponía de manifiesto difernecias insalvalbles entre los miembros de la corporación. En este clima enrarecido, también se acomete la secularización del cementerio, y se provocan a la contra protestas por la supresión de las órdenes religiosas y la aplicación de la «Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas», lo que se produce en un clima de divisiones y enfrentamientos sociales y políticos.

Más relevantes son las cuestiones que tratan sobre el desempleo y la necesidad de inversiones en nuevas obras pública, dice el autor:

  «La principal manera de combatir el paro obrero fue la realización de obras que proporcionaran trabajos a los obreros abulenses. Y Eustasio Meneses se implica en los proyectos de construcción, dado que en este periodo era el presidente de la Comisión de Obras municipales, y por él tenían que pasar todos los proyectos y decisiones».

Algunas de las obras municipales emprendidas entonces fueron la pavimentación de calles, paseos y plazas, al mismo tiempo que se contemplan intervenciones en la Plaza de Toros, la urbanización de la plaza de Blasco Ibáñez frente al Banco de España. Otras fueron la nueva Casa de Correos y Telégrafos, el cuartel de la Guardia Civil, el Gobierno Civil, la Escuela Normal de Maestros, el Grupo Escolar Santa Teresa, la Escuela de Artes y Oficios y las Cantinas Escolares.

En cuanto a la labor de Meneses en los cinco meses que estuvo al frente de la Alcaldía de Ávila, es reseñable su participación e implicación en proyectos varios, algunos de los cuales ya estaban en marcha. Entre estos figuran el impulso de la construcción de un Instituto de Segunda Enseñanza, la Escuela Normal de Maestros, el Grupo Escolar Teresa de Cepeda y Ahumada, y la nueva sede del Gobierno Civil. Así mismo, promueve el nombramiento como hijos adoptivos de Ávila a Francisco Barnés, antiguo profesor de historia del instituto de Ávila, diputado de las Cortes por la Provincia y Ministro de Instrucción Pública, y a Luis Carlos Prestes, entonces jefe del movimiento revolucionario de la Alianza Libertadora de Brasil que sufría prisión en su país.

Los últimos capítulos están dedicados a los tristes episodios que se sucedieron en medio de un clima de violencia después de la elecciones de 1936 que ganó el Frente Popular: «Los enfrentamientos entre  los partidarios  de  derechas  y de izquierdas eran  frecuentes en la provincia de Ávila. Los altercados, provocaciones, huelgas, incendios y ocupaciones de fincas fueron habituales en este periodo de tiempo». Situación que se zanjó el 19 de julio de 1936 con la lectura por el capitán Jesús Peñas Gallego del Bando declarando el Estado de Guerra en la plaza de la Constitución (Mercado Chico) y la toma de la ciudad sin resistencia por el bando de los sublevados, a lo que siguió la destitución de las Comisiones Gestoras del Ayuntamiento y la Diputación.      

El desarrollo de la guerra en Ávila y en los pueblos de alrededor incluye reseñas de las acciones de los requetés y las expediciones de los grupos falangistas causantes de trágicos asesinatos y fusilamientos, de los cuales se deja testimonio en las páginas del libro. También se narran los movimientos de tropas en las inmediaciones de la capital y de las incursiones republicanas de la columna Mangada en Navalperal de Pinares y pueblos de la zona, y el temor a  una ocupación de la capital.

La historia personal de Eustasio Meneses durante la guerra es la de un presidiario. Ingresa en la cárcel de Ávila el 20 de julio del 36, donde permanecerá hasta su traslado a Astorga el 4 de febrero del 39. Contaba con 52 años de edad. Los cargos de los que se le acusa, según consta en el sumario de la causa abierta contra él, y la documentación que se reproduce en el libro, son: 

«Haber pertenecido a distintas Agrupaciones Sindicales afectas a la U.G.T. como las Sociedades de Carpinteros, Molineros y Oficios Varios, y desempeñar cargos directivos en todas ellas. Ser presidente de la Junta Administrativa de la Casa del Pueblo; ser presidente también de la Agrupación Socialista y desempeñar el cargo de alcalde en representación de este Partido Socialista con el Gobierno del Frente Popular. Por todo ello, deducían que se había opuesto al Alzamiento Nacional. Otro de los cargos que se le imputaron fue prohibir que los afiliados a la Casa del Pueblo acudiesen a actos religiosos y a bautizar a sus hijos».

El 22 de marzo de 1938, en Ávila, se celebra el Consejo de Guerra contra Eustasio Meneses y se le condena a la pena de seis años y un día de prisión, además de ordenar la instrucción de las diligencias de embargo de bienes por responsabilidad civil. Para el cumplimiento de la pena de cárcel impuesta es trasladado a la Prisión Central de Astorga, y aquí permanecerá un año, seis meses y diez días. La mayoría del tiempo lo pasará en la enfermería de la prisión, debido a su delicado estado de salud. El 15 de agosto de 1940 se le concede la libertad condicional. Posteriormente, el 17 de marzo de 1941, la Comisión Central de Examen de Penas acuerda, según la propuesta del la Comisión Provincial, la conmutación de la pena que había sido dispuesta en el Consejo de Guerra por la de dos años y seis meses, que al haberse ya cumplido, se declara extinguida.

Un año después de salir de la cárcel, el 14 de agosto de 1941, cuando contaba 59 años, Eustasio Meneses muere en Ávila a causa de una hemorragia cerebral, siendo enterrado en el cementerio católico de la ciudad donde yacía su hija Bonifacia, dejando viuda a su esposa Josefa Pérez Orgaz, y el recuerdo de Francisco López Barrios, conocido como Paco, el viejete, de quien se cita en la última página la siguiente frase:

«Eustasio Meneses era un hombre honrado, de quien llegó a decirse que fue el hombre que entró a la alcaldía de Ávila en alpargatas y salió en zapatillas».

 Finalmente, el homenaje a la figura del carpintero que llegó de la casa del pueblo a la alcaldía de Ávila, obedece, en este caso, a lo que apunta el autor Francisco Arrabal: «tenemos un deber con la memoria, para poder reivindicar la historia de muchos ciudadanos abulenses y recuperarlos del olvido al que han sido desterrados. Nuestro reconocimiento y homenaje para todas estas personas, que por la defensa de sus ideas y del orden constitucional vigente, fueron silenciadas y expulsadas de la historia. Pero mientras que alguien tenga algún recuerdo y su nombre se pronuncie, no pasarán al olvido».

SOBRE EL AUTOR FRANCISCO ARRABAL LÓPEZ .

De la intensa biografía de Eustasio Meneses se ocupa ahora Francisco Arrabal López, un morañego de nacimiento que se asentó en Ávila donde estudió, se hizo maestro y luego geógrafo-historiador.

   Su vida profesional ha transcurrido siempre vinculada a la antigua Casa de la Cultura, la Biblioteca Pública de Ávila y el Archivo Histórico Provincial, experiencia a la que suma en este caso el resultado de sus pesquisas y buceo por archivos y fondos hemerográficos sobre la vida del alcalde carpintero, además de sindicalista y dirigente socialista que siempre apostó por la paz y la libertad.

Y así nos lo cuenta el propio Francisco Arrabal:

Vio las primeras luces en un pintoresco pueblo de la Moraña (Riocabado) en 1957. Sus incipientes recuerdos están impregnados de la imagen de un corral y una higuera [de la casa donde nació].

El despertar a la adolescencia coincidió con sus estudios en el Instituto “Alonso de Madrigal”, un momento crucial en su formación temprana. Tras aprobar la selectividad, comenzó a trabajar en la Casa de la Cultura, bajo la dirección de Carmela Pedrosa, quien ejercería una gran influencia en su vida. Mientras trabajaba, se matriculó en la Escuela de Magisterio, donde se especializó en la rama de Ciencias.

Posteriormente, amplió su formación en la UNED, obteniendo la licenciatura en Geografía e Historia.

Su trabajo profesional siempre ha estado relacionado con los documentos y los libros en la Casa de la Cultura, el Archivo Histórico Provincial y la Biblioteca Pública de Ávila. 

Su profundo interés por los documentos y la literatura le condujo a sumergirse en la historia de Ávila, centrándose en el periodo de la Segunda República.

Aunque no mostró un gran afán por la publicación, sí que lo hizo con los artículos «La II República en Ávila: Elecciones municipales de 12 de abril de 1931» (Estudios Abulenses, 13-14/1994), y «Aproximación a las elecciones de la Segunda República en Ávila» (Cuadernos Abulenses, 26/1997). También participó en el libro Homenaje a Sonsoles Paradinas con el texto «Elecciones del Frente Popular del 16 de febrero de 1936 en Ávila» (Ed. Asociación de Amigos del Museo de Ávila, 1998).

Su deseo es que «cuando el heraldo negro venga a su encuentro, y las heridas de la muerte sean incompatibles con la vida, su nombre permanezca escrito en el agua».