16 de septiembre de 2024

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De Crónicas

LA MIRADA METAFÍSICA DE INMACULADA LÓPEZ HERNÁNDEZ

LA MIRADA METAFÍSICA DE INMACULADA LÓPEZ HERNÁNDEZ
LA MIRADA METAFÍSICA DE INMACULADA LÓPEZ HERNÁNDEZ
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 17 de Septiembre de 2023

https://www.instagram.com/ilh.art/

Exposición de pintura contemporánea

        Durante todo el mes de septiembre, Madrid exhibe una sorprendente muestra de la obra de la artista y arquitecta abulense Inmaculada López Hernández (@ilh.art), continuadora de una singular saga familiar de pintores y decoradores de superficies y artesanías que tenían taller abierto en Peñalba de Ávila, lugar donde a los cinco años aprendió el manejo de los colores y descubrió una vocación creativa que ahora recupera con intensidad.

Son más de una veintena de retratos ideales de una armoniosa estética, de gran formato en su mayoría (146x114cms): «pinto al óleo sobre lienzo generalmente en gran dimensión, el gran formato me ayuda a crear sensación de divinidad y eleva la percepción del yo metafísico, magnificente, poderoso y transformador», nos cuenta Inmaculada, quien además del óleo, también emplea acrílicos y series “print giclée fine art”.

La exposición se anuncia con el sugestivo título La mirada metafísica (The metaphysical look”), y permanecerá abierta hasta el 29 de septiembre en la céntrica Art Galery Distrito001 (C/ Goya, 44), una atractiva galería de arte contemporáneo situada en el lujoso barrio de Salamanca, caracterizada también por su proyección ante ricos clientes latinoamericanos establecidos en la zona.

Se trata de una valiente incursión entre las vanguardias, la de Inmaculada López (50 años), compartiendo el mismo espacio en el que estuvo una selectiva pléyade de artistas de los siglos XX y XXI con los que se inauguró la galería.

Allí estuvieron presentes desde Juan Gris a Miquel Barceló, el surrealista Óscar Domínguez, Fernando Zóbel, Antonio Saura, Jorge Oteiza, Wilfredo Lam, Arroyo, Dalí, Gordillo, etc., en un maridaje de temas y lenguajes con voluntad de implicar el arte en la vida real.

Por su parte, Inmaculada, Macu, añade al espíritu y el ideario de la galería su propia reflexión: «desde un punto de vista conceptual mi interés reside en establecer un diálogo entre lo físico y lo metafísico, ofreciendo un punto de vista contemporáneo de la pintura y reflexionando sobre este modo de trabajo que planteo».

El viaje de vuelta a la tradición pictórica de Inmaculada López se produce después de décadas dedicada a la arquitectura y el urbanismo. Estudió el bachillerato en el colegio de Las Nieves de la capital abulense y, posteriormente, lo hizo en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.

Asentada en la gran ciudad se hizo “urbanita” y ejerció su profesión en empresas señeras, tales como las promotoras Chamartín SGPS SA, Aelca, Anida (Grupo BBVA) y Reyal Urbis, S.A., o los estudios E3Arquitectura y EM&Arquitectos, donde acometió importantes proyectos.

Todo esto quedó atrás hace casi dos años, cuando Macu apostó por dedicarse por completo a la pintura, aunque antes había estudiado durante cinco años las técnicas del grabado.

Entonces, decidió dar rienda suelta a la pasión artística que había incubado desde la niñez, atraída esta vez por «el arte contemporáneo español y el británico de estilo figurativo idiosincrásico caracterizado por el empleo de la deformación pictórica y la ambigüedad en el plano intencional [como lo entendía Francis Bacon]».

En un asombroso contraste, y a modo de curiosidad, diremos que el abuelo de Inmaculada, Justo López, fue uno de los mejores exponentes del arte popular en la decoración de carros de labranza, quien unía su oficio artístico al del fabricante carreteril que en este caso ejercía, también en Peñalba de Ávila, Gumersindo Gil, así como al del trabajo auxiliar que desempeñaban los herreros.

Justo López fue maestro de otro pintor de carros, Felipe Velayos, vecino de Cardeñosa, y de su propio hijo, Justino López Jorge (nac. 1938), conocido como el pintor de Peñalba, quien siguió la tradición paterna en el oficio de pintor decorativo de superficies, aplicándose también en estudios académicos de pintura y dibujo en la Escuela de Artes y Oficios, fruto de lo cual fue la exposición que hizo en el Casino Abulense durante el mes de octubre de 2000.

Alguno de los excepcionales ejemplos de dichos carros pintados con multitud de motivos florales, marinos, geométricos o figurativos, se conservan en el Museo de Ávila cedidos por Justino López Jorge y la familia de José María Nieto Velayos.

Ahora, dando un vuelco a aquellos sencillos dibujos de ornamento y aderezo de estética infantil, Inmaculada, en un radical cambio de rumbo respecto a los coloridos trazos de sus antepasados, señala:

«pinto retratos investigando sobre la representación de la dualidad humana desde un punto de vista metafísico, el alma común en todos nosotros que se identifica empáticamente con el todo y produce cambios en nuestra conciencia, cambios existenciales, que dejan huella en nuestra mirada como espectadores, pienso que el retrato hace empatizar al espectador con la imagen y transmite tanto la esencia del ser, como las experiencias propias o de terceros, el rostro es el lienzo en blanco, el fondo sobre el que pasan cosas, la conexión del ser con el entorno, el sentimiento que inunda el espacio y pone al ser humano en el centro de la existencia y la naturaleza, investigo sobre la importancia de la conexión con la esencia y su origen».

En respuesta, resultan alentadoras las palabras de la escultora salmantina Bene Bergado (Salamanca, 1963), licenciada en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, con obra en la corriente llamada abstracción excéntrica (“Babelia”, El País, 5/08/2023): «Desde que conozco a Inmaculada siempre me ha sorprendido su inteligencia integradora que se relaciona tan bien con el campo del arte. Tiene una mente inquieta y curiosa que estoy segura le va a llevar a desarrollar este mundo de conexiones entre la persona social y natural que ha empezado a investigar a través del retrato, la mirada y la interpretación del tarot».

Las palabras de Bene Bergado resumen acertadamente la exposición La mirada metafísica, donde los grandes ojos de los personajes retratados revierten en el interior del espectador en profundos pensamientos, a lo que Inmaculada añade: «esta conexión entre el rostro y lo que sucede, me mantiene motivada cada día y porque siento que esta herramienta es útil para sensibilizar al ser humano sobre el mundo que le rodea y como elemento transformador».

Deteniéndonos en la obra expuesta, la primera visión impactante se nos presenta en un mosaico de treinta retratos de los hombres y mujeres de la Generación del 27 y algunos amigos que homenajearon al pintor Fernando Viñés el 13 de mayo de 1936 en la Hostería Cervantes de Madrid. Entres ellos estaban los hermanos Buñuel, Juan Vicéns, Miguel Hernández, Alberti, Lorca, Neruda, Pepín Bello, María Teresa León, Delia del Carril, etc.

Eran los meses previos al comienzo de la Guerra Civil que puso fin a sus proyectos y a algunos sus vidas. A partir de la fotografía tomada de aquella celebración, la cual había sido recreada también por el transgresor Equipo Crónica en 1976 en una serigrafía que tituló “El Telegrama”, Inmaculada hizo una ardua investigación biográfica de cada uno de los personajes con intención de pintar la huella que nos dejaron, empapándose de sus versos, su ideario, sus músicas, sus estéticas, etc. y en verdad que lo consigue.

En otro lugar, Inmaculada compone una especie de cúpula celestial con las figuras del tarot a modo de su particular “jardín de las delicias”, y en 18 cartas de pequeño formato recrea el Tarot Euskal Mitikoa (ed. Heraclio Forunier, 1982), compuesto por 22 arcanos mayores cargados de simbología que invitan a la meditación sobre la vida.

Entre los retratos anónimos figuran rostros de hombres y mujeres casi perfectos, con miradas penetrantes que, a veces, «disparan el alma hacia el infinito», labios carnosos y salpicaduras de llamativos colores identitarios, de razas diferentes que enseñan que la diferencia es normal, e incluso con la cara quebrada apuntado notas de concienciación ambiental frente al “trastorno de déficit de naturaleza”.

Son retratos que, según Inmaculada, «surgen del ensamblaje de diferentes realidades que creo, interpreto y uso a partir de la observación y la investigación del personaje, cambiando su contexto y por lo tanto, también su significado, a favor de la gestación de una imagen nueva que trasciende al propio personaje. Esta manera de hacer, sitúa parte de los retratos en un territorio ambiguo entre figuración y abstracción».

Enigmático es el retrato de una mujer empuñando la antigua katana japonesa dojigiri, y así nos lo explica Macu: «en el pelo los crisantemos símbolo de la longevidad y la vida eterna, en su cabeza los peces beta macho en encarnizada lucha, los colores complementarios de los peces y los ojos simbolizan el yin y el yang, fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, pero interconectadas, que se encuentran en todas las cosas; y que en filosofía taoísta se atribuye a todo lo existente en el universo. El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración».

Otros cuadros figuran con títulos tan sugerentes como “Feminae”, “Flavum”, “Indegenous”, “Veridis”, “Vultus”, Fighter”, “Dada”,”Hedum”, “Insectorum”, “Nasus” o “Nosotras”.

A esta exposición, Inmaculada López llega después de haber estado en IFEMA de Madrid y en Donosti, en la galería Lorenart donde también se exponían y vendían obras de Oteiza, Barceló, Tapies, Miró, Regoyos, Iturrino, Mir, etc. a la vez que cuenta con ofertas expositivas en EEUU y Roma, por ejemplo, y de entusiasmarse por mostrar su obra también en Ávila, la cual ha sido seleccionada en la reciente convocatoria del Premio Almuzara.