17 de septiembre de 2024

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De Crónicas

MOLINOS DE LA RIBERA DEL ADAJA EN EL ENTORNO DE ÁVILA (I) HISTORIA Y NATURALEZA

MOLINOS DE LA RIBERA DEL ADAJA EN EL ENTORNO DE ÁVILA (I) HISTORIA Y NATURALEZA
MOLINOS DE LA RIBERA DEL ADAJA EN EL ENTORNO DE ÁVILA (I) HISTORIA Y NATURALEZA
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 08 de Septiembre de 2024

«En Ávila, mis ojos

dentro de Ávila.

En Ávila del Río»

(Cancionero de Palacio, s. XV).

El paisaje se abre sobrecogedor que presenta el río Adaja cuando abandona la ciudad de Ávila y traspasa la presa de Las Cogotas.

En el recorrido pueden admirarse extraordinarios berrocales graníticos rodeados de encinas, y los pinares que se multiplican al avistar la tierra más llana, así como los numerosos molinos que se asoman desde las márgenes del río.

Pasaremos por los términos municipales de Ávila, Cardeñosa, Mingorría, Zorita de los Molinos, Pozanco, Peñalba de Ávila, Vega de Santa María, Hernansancho y Blascosancho.

Para ello, tomamos la carretera N-403 que une Ávila con Mingorría hasta el desvío que sale en el p.k. 146,5 hacia la presa de Las Cogotas.

Desde aquí accedemos al río en un primer tramo ribereño de antiguos asentamientos molineros en ambas márgenes pertenecientes a los términos de Ávila y Cardeñosa.

Igualmente, desde Mingorría salen sendos llamados caminos de los molinos radiales hasta el río, lo mismo que partiendo de esta localidad por la carretera AV.P.103 llegamos a Zorita de los Molinos hasta el puente sobre que cruza el río, pudiendo continuar aguas arriba o abajo hasta Pozanco siguiendo la estela molinera, localidad esta a la que se llega también por la carretera AV.P.107 desde la N. 403.

También por la carretera AV.P.108, desde Vega de Santa María Gotarrendura hasta la dehesa de Navares, con desvíos a izquierda y derecha.

Todos estos recorridos pueden hacerse en coche o bicicleta hasta llegar al río, después hay que seguir su curso andando. Bellezas naturales, montes de encinas, pinares y arboledas de ribera e infraestructuras de multitud de molinos harineros, la mayoría arruinados, con el aliciente de descubrir un paisaje prácticamente desconocido

Al norte de la capital abulense donde el río Adaja encamina sus aguas después de abandonar el recinto amurallado y donde el paisaje de los encinares y las rocas graníticas se vuelve verdegrís, se nos antoja un viaje mágico por las entrañas de una tierra que quiere ser redescubierta.

Sin alejarnos más de cuatro leguas de la ciudad de Ávila dibujaremos un espacio geográfico que tendrá su referente en la ribera del Adaja, en una extensión que llega por el norte hasta donde el terreno se hace llano en la Moraña cerealista.

En este viaje tomaremos como atalaya el Castro de las Cogotas, situado junto al río Adaja, a sus pies se halla la presa que ha tomado prestado el mismo nombre, desde él puede alcanzarse con la vista una parte importante del terreno a explorar.

PAISAJE Y NATURALEZA.

El paisaje que caracteriza la zona natural se identifica en una mitad por una masa arbórea importante de encinas que bordea el río Adaja, en contraste con la otra mitad, donde predominan los cultivos cerealistas.

El paisaje agreste del encinar se ve apaciguado en la llanura donde crece la cebada y el trigo, también por enclaves de pinares y por multitud de arroyos donde se yerguen altos chopos en galería.

Los caseríos que se agolpan en los distintos pueblos salpicados por iglesias y ermitas ofrecen una sugestiva imagen de historias y tradiciones.

El río Adaja, después de dejar Ávila, inicia un singular y sinuoso trazado que propició a partir del siglo XIII la aparición de multitud de molinos harineros, característicos de una incipiente actividad industrial de transformación de los productos cerealistas.

A las orillas se encarama un mar de encinas con atalayas de berrocales graníticos. El río de Ávila pasa por la ciudad ennoblecido y señorial, y aguas abajo se convierte en un caballero con armadura dispuesto a guerrear con un terreno inhóspito y accidentado.

El río llega hasta la presa después de unos 35 kilómetros, distancia que le separa del lugar de su nacimiento en el puerto de Villatoro. Antes también ha pasado por el valle Amblés y la capital abulense.

En Ávila, las aguas del Adaja sirvieron para mover las ruedas de la Real Fábrica del Algodón, construida en 1788 sobre el lugar que ocupaba un molino harinero que llamaban del «Puente de Adaja».

Otros molinos harineros existentes entonces en esta misma zona del río eran los llamados de la Losa, el Batán, Carril, Cubo, Verdeja y Pedrosillo, además del molino Contón, propiedad del capellán de Mingorría en 1751.

En la actualidad, a excepción del molino de la Losa, que actualmente rehabilitado que funciona como restaurante, apenas quedan restos de aquellos otros, pues fueron sepultados por las aguas del embalse de Fuentes Claras y la propia presa.

La visión de la llegada del río desde la ciudad trae las viejas glorias de su paso por el puente romano, junto a la iglesia de San Segundo y lamiendo el entorno de sus murallas El Adaja es el río de la capital abulense y es el río de los primeros pobladores de estas tierras.

También es el río de los pueblos que atraviesa, surgidos todos ellos en tiempos de la repoblación cristiana del siglo XI.

El río que vemos siguiendo el curso después de su amansamiento en los embalses que suceden a los puentes de la ciudad es un trozo con rocas y encinas en sus márgenes, es el agua con furia desatada en continuo movimiento al compás de molinos y batanes.

Desde nuestro puesto de centinelas sobre la carretera que cruza la presa, o desde el mirador construido a un lado, de espaldas a la masa de agua embalsada, podemos contemplar la selva de encinas y rocas graníticas por donde se abre paso al río.

Al Oeste se halla el cerro del castro de las Cogotas y se escucha el repicar de los punteros sobre la piedra, tarea en la que se afanan los canteros del pueblo de Cardeñosa.

Al Este, en terreno de la dehesa de Yonte, se encuentran las canteras abiertas al cielo por los canteros de Mingorría sobre paredes rocosas rodeadas de encinas.

Estas cuadrillas de artesanos crearon una peculiar sinfonía de sonidos y ruidos al golpear la piedra, aunque en la actualidad los canteros de Mingorría se trasladaron a otros tajos.

En el horizonte que se divisa desde el castro de las Cogotas queda escondida Ávila, mientras, en el nuevo río que nace desde la presa, aparece nuestra Ávila rural y primitiva.

El río ha recobrado la fiereza y bravura propia de los caballeros de Ávila y continúa su curso, lo que hace serpenteando un terreno agreste y rocoso, descendiendo bruscamente, discurriendo por hondonadas entre encinares y abriéndose mansamente entre pinares a la llanura morañega.

Aguas abajo de la presa de las Cogotas, siguiendo la línea divisoria de los términos de Ávila, Cardeñosa y Mingorría, el río de Ávila se ve salpicado por berrocales de piedra granítica que el agua va sorteando en forma de auténticos rápidos, y su curso discurre por profundos barrancos, a cuyas orillas aparecen importantes escarpes rocosos.

El río se embravece en un trazado accidentado por la mano del hombre que construyó pesqueras, canales, caceras y balsas para servir a los molinos hidráulicos que se asoman tímidamente desde la ribera.

El viajero intrépido puede acompañar al río de Ávila en la permanente batalla que se libra abriendo el cauce inhóspito y agreste a lo largo de cuatro leguas.

En el primer tramo cruzaremos la presa hasta colocarnos a sus pies, situándonos en la margen izquierda del río. Para ello descenderemos andando por la carretera existente y, desviándonos antes de llegar al aliviadero del pantano, tomaremos la orilla de la izquierda.

Desde aquí veremos, imponente, el muro de la presa, al Este de la dehesa de Yonte, cuyo punto más alto alcanza los 1.121 metros de altitud, y al Oeste el risco de las Cogotas, con similar altura.

Proseguiremos nuestro camino por la ribera sorteando rocas y encinas, y pronto veremos los restos de un antiguo molino del que ya sólo quedan las grandes piedras que se emplearon en su construcción.

Siguiendo la senda dejada por lo que debió ser el socaz, las ruinas de otro viejo molino aparecen junto a una desgastada rueda de piedra que quedó abandonada.

A nuestra derecha el río discurre con estruendo, dejando escapar todavía un poco de agua por la cacera que construyó el hombre.

Pequeñas sendas sirven de guía al viajero explorador para llegar desde aquí al cercano molino «Revuelta». Sobre el dintel de la puerta podía leerse: «Revuelta. Año de 1922. Propiedad de Juan Zazo. Reformó Cándido Herráez».

La buena construcción de piedra hace que el molino se mantenga en perfecto estado. Aquí el río inicia un escabroso giro de más de noventa grados, y en la curva quedan restos de lo que fue el molino de «Revoltillo».

La perspectiva ciertamente es asombrosa y se engrandece cuando el río endereza su curso para servir al molino de Galleguete que pronto ha hecho presa de tanto caudal.

Enfrente, entre lanchas de piedra que se nos antojan formaciones realizadas por el hombre para aprovechar la energía del río en lo que pudieron ser otros molinos o batanes.

Aquí, el río empieza a encajonarse para poder pasar por los llamados Callejones de Chascarra, unos enormes paredones graníticos que cortan el terreno rocoso poblado de encinas.

En estos paredones hay formada una cueva al mismo nivel del río que por su difícil acceso sirvió de escondite al famoso bandolero de Cardeñosa llamado «Marianillo» o «Marianete».

Este singular revolucionario aplicaba la peculiar teoría de robar a los ricos para dárselo a los pobres, hasta que decidió robar también a los recaudadores de impuestos y ello provocó una decidida persecución por la Guardia Civil.

Finalmente murió de un tiro que le dio un pastor que conocía bien el terreno ante la impericia de los guardias. Todavía hay gente en los pueblos de la zona que recuerdan a Marianillo como un buen hombre a su manera.

Desde los Callejones de Chascarra los pobladores medievales construyeron la pesquera o azud del molino «Trevejo».

En ambas márgenes predominan los montes de encinas de la dehesa de Cabreras en el lado izquierdo, y de las dehesas de La Malita y El Ciego en el lado derecho.

En otros tiempos, antes de las desamortizaciones de finales del siglo XIX, el Ayuntamiento de Mingorría poseía trescientas hectáreas de monte de encinas, del que disfrutaban comunalmente los vecinos de la localidad.

Del monte se obtenía el fruto de bellota, el cisco y el carbón de encina, leña y pastos, además de algunas piezas de caza.

Actualmente la explotación del encinar ha disminuido su antigua rentabilidad, aunque todavía pueden verse rebaños de cabras, se sigue elaborando cisco y abundan conejos, zorros, jabalíes, patos y palomas.

Pasados los Callejones de Chascarra, desde el encuentro con el arroyo del Monte, donde quedan restos del molino «El Cubo de Mariscano» y siguiendo el mismo curso del río los molinos cuyos vestigios se conservan en la zona son: «Trevejo», «Las Monjas», «Pajuela», «El Nuevo» o de «Joselito», «El Cubo», «El Grillo» o de «Ruleta» o de «Cañete».

Enfrente, al otro lado del río, en la dehesa de Cabreras, están las ruinas del «Barbas de Oro» y «Castillo»; volviendo a la margen de Mingorría está el de «Las Juntas» y las ruinas del «Negrillo». Cerca de estos últimos están los charcos del Redondillo y el Arenal, donde había una zona de baño y las mujeres lavaban la ropa. Incluso aquí también hay que lamentar la desgracia de algún niño que murió ahogado.

En esta parte se puede cruzar el río si trae poco agua, como antiguamente hacían los cabreros hasta la dehesa de «Cabreras», donde pastoreaban.

En torno a la mayoría de los molinos se levantan arboledas de alisos, negrillos, chopos y fresnos, cuyo porte y colorido resaltan entre el verde uniforme de las encinas.

En la zona pueden verse, prestando atención, alguna que otra garza, el ánade real e incluso cormoranes, y también águilas culebreras y otras rapaces.

ARQUITECTURA.

La arquitectura popular alcanza sus máximos exponentes en los mismos molinos, los cuales han sido construidos en lugares casi inaccesibles y en los que la piedra granítica, extraída del propio terreno por los canteros de la localidad, constituye el material básico y fundamental de la edificación.

El río prosigue su curso retorciéndose en giros de noventa grados hasta llegar al molino de «Ituero» o del «Tío Deogracias», o de «Teresitas», o de «Miaja», donde le sale al encuentro el arroyo de «La Reguera» con «El Colerón».

Las rocas y peñascos del paraje de «Los Colmenares» se apoderan del paisaje y encajonan el río, destacando aquí el escarpe rocoso de «Peña Águila», desde el cual antaño se lanzaban los perros que se sacrificaban.

En este mismo lugar, el río también se ha tragado vidas humanas y alguna cabra que pastaba entre las rocas. Esta zona se verá transformada en el futuro con la construcción de un azud desde donde se canalizará el agua de la presa de «Las Cogotas».

Al otro lado del río, donde el encinar de la dehesa de «Cabreras» cubre la ladera montañosa que se adentra en Zorita, se hallan las ruinas de dos batanes y de un tercero nombrado «El Caleño» o «El Francés», el cual conservaba las paredes hasta su demolición al construirse el azud de regadío de La Moraña en este mismo paraje, configurando un interesante embalse.

Siguen el molino «Nuevo» o de «Los Policas» y el de «Hernán Pérez», cuyo agua era aprovechada por el «Molinillo». Todos ellos están unidos por una galería de alisos, chopos y fresnos que dejan paso al ensanche del río en el charco de «Jumentrún».

Llegados al puente que comunica Mingorría con Zorita, y a partir de aquí, las aguas se vuelven mansas y tranquilas, después que en otros tiempos su fuerza provocara la caída y ruina de otros puentes anteriores, como ocurrió en 1912 cuando, además, el agua arrastró la pesquera del molino de «El Francés».

Esta parte del río es el lugar preferido por los pescadores que esperan pacientemente a que piquen barbos, anguilas, carpas, cachos o bermejuelas, tan abundantes en otro tiempo, como también lo fueron los cangrejos, estos invadidos hoy por el cangrejo americano.

Continuando aguas abajo el curso del río, y pasado el puente Nuevo, al que suceden restos de otros, existe una zona de baño frente a una pared arcillosa conocida como «Suellanarices», lugar apropiado donde se había proyectado una playa fluvial.

Al otro lado nos encontramos con los restos de una vieja planta de extracción de áridos, lugar donde se han encontrado restos de un yacimiento de la edad del bronce medio.

La extracción de arena ha propiciado la creación de una laguna, con la aparición de una rica vegetación palustre, convirtiéndose en un humedal frecuentado por diversas aves acuáticas.

Desde el puente caído que se halla junto al arenero, el paisaje se llena de pinos piñoneros y negrales, destacando también la abundancia de fresnos y chopos en torno a las ruinas del molino del «Cubo», donde se encuentra en frente el soto del «Chorrito».

En esta zona húmeda crecía la bardaguera, una mimbre que era utilizada para la fabricación de cestos por los numerosos cesteros de Zorita y Mingorría.

El paisaje de pinos se mezcla después con la galería de chopos que crecen en la desembocadura del arroyo Regajal, frente al paraje de «Las Bragas » donde estaba el molino «Piar».

El pinar se prolonga siguiendo al río a su paso por la dehesa de Olalla, en cuya margen izquierda se levanta el molino del «Vego». Enfrente se hallan los molinos de Pozanco que explotaban «Los Polilos», afamados molineros y dulzaineros.

El primero de estos molinos es el «Cubo» o «Cubillo» o «de Castellanos», que fue propiedad del vecino de Mingorría Eugenio Nieto, y cuya balsa y manantial fueron adquiridos por el Ayuntamiento para abastecer a la población de agua potable, en el mismo lugar existe un merendero.

Los molinos que siguen se llaman «Viejo» y «Canonjía», en los cuales habitó el folclorista Agapito Marazuela, virtuoso guitarrista y dulzainero.

Después de los últimos molinos citados, el río llega al límite del término de Zorita y Mingorría por su margen izquierda entre pinos, chopos y fresnos, y el paisaje llano se abre a los campos cerealistas de la Moraña, después de pasar por los pinares de la dehesa de Navares, perteneciente al término de Peñalba de Ávila por reparto del despoblado de Garoza con el vecino Gotarrendura, donde quedan restos del antiguo molino del «Prior».

Resumiento este breve recorrido por el importante número de molinos de la ribera del Adaja, a la que sumamos la cercana del río Voltoya, pisamos tierras fluviales de Cardeñosa, Mingorría y Zorita de los Molinos, Pozanco, Navares, Velayos, Las Gordillas, Aldealgordo y Tolbaños.

En ello se advierten apuntes históricos y notas funcionales de los molinos y el noble oficio de molinero. Se aprecian molinos harineros, infraestructuras y tipos de arquitectura popular, paisajes pintorescos.

Como aliciente, podemos conocer el funcionamiento de los antiguos molinos, observando cómo debió ser el trabajo de los antiguos molineros de Zorita.

Además, puede admirarse el paisaje que configura el río Adaja a su paso por Cardeñosa, Mingorría y su anejo Zorita de los Molinos se ve engrandecido por la presencia de multitud de molinos harineros, característicos de una incipiente actividad industrial de transformación de los productos cerealistas que se ha venido desarrollando en la zona desde el siglo XIII, de donde se obtenía la harina que hizo famosos a los panaderos de Mingorría.

APUNTES HISTÓRICOS.

La mayoría de los pueblos citados nacen a la historia como aldeas dependientes de la jurisdicción de la Catedral de Ávila, coincidiendo con los tiempos de la repoblación medieval iniciada en el siglo XI por Alfonso VI.

Anteriormente, conocieron otras civilizaciones como la del pueblo Vetton-Celta (siglo IV a. de C.), la edad de bronce (sig. XI a. de C.) o los visigodos.

Los molinos hidráulicos eran las instalaciones de uso colectivo donde se advierte un nivel más elevado de tecnología agraria. Su construcción estuvo bastante extendida en la geografía diocesana durante los siglos XIII y XIV, de cuya época datan los molinos de Mingorría y Zorita, según consta en el Archivo de la Catedral estudiado por Ángel Barrios.

Ya en el siglo XVIII, el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1751 censa en Cardeñosa los molinos de «Pedro Cojo» y «Pedro Cojillo?», situados en la margen izquierda del río Adaja actualmente invadida por la presa de las Cogotas.

Aguas abajo de la presa estaban censados en la misma margen los molinos del monasterio de la Encarnación «Revuelta» y «Revoltillo», hasta llegar a los «Callejones de Chascarra» frente a la dehesa de «Yonte».

En la margen derecha, ya en el término de Mingorría, el Catastro de Ensenada daba cuenta de los molinos de «Trevejo», «Arroyo Pepino», «El Molinillo», «Pajuela», «Las Juntas», «El Obscuro», «El Pontón», «El Negrillo» e «Ituero», propiedad del monasterio de la Encarnación, de la parroquia de San Vicente o de las Obras Pías de la iglesia de Mingorría, y excepcionalmente de particulares, siendo su descripción la siguiente:

«Molino de Trevejo», de dos muelas, propiedad de la Obra Pía fundada en 1721 por Juan Rodríguez, cura de Mingorría, y otros particulares. «Arroyo Pepino», de dos muelas, propiedad del convento de la Encarnación de Ávila.

«El Molinillo», de una rueda, propiedad del convento de la Encarnación de Ávila.

«Pajuela», de dos muelas, propiedad de particulares con un censo a favor de la parroquia de San Vicente en Ávila.

«El obscuro», de una rueda, de propiedad particular. «Las Juntas», de dos muelas, propiedad de la Capellanía o Patronato fundado por Juana Gil de San Francisco en la parroquia de Mingorría, y los Comunes de San Vicente de Ávila.

«El Pontón» de una muela, propiedad de los Comunes de San Vicente de Ávila. Se encuentra sin arrendar ni explotar, por lo que no se halla censado.

«El Negrillo», de dos muelas, propiedad del convento de la Encarnación de Ávila y particulares, con un censo a favor de la Obra Pía fundada por María Nieto, en 1621, en Mingorría.

«Ituero», de dos muelas, fue propiedad del cura de Mingorría Juan López Dávila, quien mandó rehacer la pesquera en 1598 por seiscientos reales.

A su muerte, en 1612, fundó una Obra Pía a la que donó parte de sus bienes, distribuyendo el resto a otras intenciones, con lo que el molino terminó siendo propiedad del convento de la Encarnación de Ávila y de particulares.

Frente a los molinos de Mingorría, y en la margen izquierda, el Catastro de Ensenada censa en el municipio de Cardeñosa los molinos que se reseñan:

«Barbas de oro», con tres muelas, propiedad de la Obra Pía fundada por Pedro Bermejo.

«Castillo», con tres muelas, de Francisco Revenga, regidor perpetuo de la ciudad de Ávila.

Asimismo, también se censan tres batanes:

el «Batán de Córdoba, de dos pilas, de Miguel Córdoba;

el «Batán de Alejandro, con dos pilas, una de Miguel Antonio y otra de Manuel Mercadera, vecino de Mingorría;

y el batán nombrado «El Caleño, con dos pilas, propiedad de los herederos de Isabel Rodríguez y Juan Sastre, vecinos de Mingorría.

Ya en el término de Zorita se censan los molinos siguientes:

«El Nuevo», que sustituyó a otro que se llevó el agua, cuyos restos se hallan cerca del mismo. Tiene cuatro muelas, propiedad de particulares y de la Cofradía de Pobres de Mingorría de la Obra Pía fundada en 1721 por el párroco Juan Rodríguez.

«Hernán Pérez», de cuatro muelas, propiedad del convento de Santo Tomás de Ávila, que sería desamortizado en 1844 y adjudicado a Rafael Rico, por 136.000 reales cuando la fanega de trigo costaba entonces treinta reales y medio.

«El Molinillo», de una rueda. No aparece censado. Molía con el agua sobrante del molino de Hernán Pérez.

«El Puente», de tres muelas, propiedad del Patronato fundado por Pedro de Ibáñez Cebadilla.

«El Cubo», de dos muelas, pertenecía a la dehesa de la Veguilla, de propiedad particular con un censo a favor del Duque de Montellano y el hospital de convalecientes de Ávila.

«El Vego», de dos ruedas, situado en la dehesa del Melón de Olalla. No se halla censado por pertenecer al señorío del Marqués de Alba, estando catastrada la dehesa con una superficie de setenta y seis hectáreas a nombre del Marqués de Coruña.

Al otro lado del río, en la margen derecha, aparecen censados en el municipio de Pozanco los molinos:

«La Balsa del Cubo», de una piedra, que molía veinticuatro horas al día; y

«El Viejo», de cuatro muelas; ambos de propiedad particular.

En Navares, término de Peñalba de Ávila, se data el molino «Del Prior» perteneciente al monasterio de la Antigua de Ávila.

Otros molinos que se asoman sobre el río Voltoya son los que hay en Tolbaños, Tabladillo, Aldealgordo, Las Gordillas y Velayos.

Sobre la importancia de la industria molinera, diremos que a mediados del siglo XVIII todos los molinos juntos de Zorita y Mingorría producían una renta anual de más de tres mil trescientas fanegas de cereales (trigo, cebada, centeno y algarrobas), de los que el trigo supondría el sesenta y cinco por ciento.

Comparativamente diremos que una tierra de primera calidad de una obrada producía de cinco a seis fanegas de trigo, mientras que el alquiler medio que se pagaba al año por un molino de dos ruedas era de 50 fanegas de trigo, estimándose en quince reales el valor de una fanega.

La producción de harina de trigo era después transformada en pan por casi un centenar de panaderos que abastecían a la mayoría de los pueblos de la zona y la misma capital abulense.

De ahí el dicho:

«Ávila tiene la fama /

de los grandes caballeros; /

y Mingorría la tiene /

de los grandes panaderos».

La construcción de los molinos tenía un alto precio, por lo que era normal que el mismo fuese financiado por varios propietarios con gran poder adquisitivo, aunque su titularidad acabó siendo, mayoritariamente, de fundaciones benéficas y órdenes religiosas a través de distintas donaciones, si bien en su mayoría eran explotados en renta por los molineros de Cardeñosa, Mingorría y Zorita.

En el siglo XIX el Diccionario de Pascual Madoz (1845-1850) señala que Mingorría cuenta con una veintena de molinos harineros, los cuales serán desamortizados para pasar a manos de particulares. Años más tarde, en el Nomenclator de la Provincia de Ávila de 1863 se censan en Mingorría y Zorita quince molinos, de los cuales trece se encuentran habitados temporalmente, y dos se hallan deshabitados.

En estas fechas se cuentan unos veinticinco molineros y cincuenta y siete panaderos. Cien años después, mediado el siglo XX, serían diez las familias de molineros y seis las de panaderos, funcionando todavía seis molinos, cinco tahonas y una fábrica de harina.

Finalmente, en el año actual de 1999 tan sólo se mantiene en funcionamiento el molino «Hernán Pérez» y una panadería

En Cardeñosa, Madoz censa seis molinos, y en Pozanco tres, a los que seguían el de Navares (Peñalba) y el de «Los Lobos» o «Los Pobos», en Hernansancho, además de los molinos del Voltoya en Tolbaños y Velayos.

Finalmente, hay que lamentar que actualmente no funciona ninguno de todos los molinos que hemos referido, siendo el último en dejar de hacerlo en los últImo años el molino «Hernán Pérez» en Zorita.