En una primera parte de este reportaje, sobre el que tratamos el domingo pasado, tratamos de la faceta de coleccionista que con tanta fortuna algunos ricos hombres cultivaron en Ávila, lo que relacionamos con las colecciones artísticas que se formaron, en alguna medida, en torno a los palacios que fundaron en la ciudad importantes caballeros de antiguos linajes, dejando aparte los tesoros que albergan iglesias y conventos.
Entonces nos ocupamos de los personajes que en Ávila conservaron y reunieron en sus casas objetos de coleccionista; de los palacios que algún día custodiaron artículos de interés cultural; del conservador Museo de Ávila nacido para preservar el patrimonio histórico y artístico de la Ávila y su provincia; de la curiosidad y misterio que rodean a los viejos palacios; de los verracos vettones que fueron motivo de adorno de las residencias palaciegas; y de algunas colecciones museísticas de Ávila que exhibieron sus palacios.
En definitiva, como subyace en la última obra de teatro de Juan Mayorga La colección, recientemente estrenada, nuestros coleccionistas tienen una particular forma de ordenar el conocimiento que tienen del mundo, siguiendo un orden incomprensible con signos de prestigio y riqueza y criterios que no dejan de sorprendernos.
Ahora, en esta segunda entrega, nos detenemos en aspectos relacionados con la venta de las colecciones palaciegas como síntoma de decadencia; de la impresionante colección pictórica de Goya, Madrazo y Sorolla que aglutina a numerosos personajes de la historia abulense, con quienes existen lazos familiares y/o de vecindad o paisanaje que tanto unen y de las colecciones que guardan en otros palacios fuera de Ávila; y de las colecciones que no tienen palacio y de los palacios que no tienen colecciones, con lo que compartimos una parte importante del patrimonio cultural con el que Ávila tiene singulares vínculos de vecindad, paisanaje y herencias de linajes familiares.
EXPOSICIÓN Y VENTA DE COLECCIONES.
La mayoría de los titulados de relumbrón tenían en sus moradas y casas fuertes interesantes objetos de arte que siempre han resultado atractivos para coleccionistas, aunque en la mayoría de los casos estos objetos se trasladaron de su emplazamiento original y pasaron a engrosar la decoración de otros inmuebles de propietarios más adinerados, si no se perdieron o vendieron a lo largo del tiempo.
Y de las numerosas ventas de las joyas y objetos artísticos de los palacios que se producían en tiempos de su decadencia es un buen ejemplo la exposición y subasta organizada en Madrid en casa del conde de Altamira y marqués de Velada, a cuyo linaje perteneció el palacio abulense de los Velada. Y prueba de las enajenaciones de los bienes y reliquias que antaño que llenaban las mansiones señoriales arruinadas para desgracia de sus dueños es el siguiente anuncio publicado en el periódico La Iberia del 28 de octubre de 1882:
«En breves días se abrirá en el palacio del conde de Altamira una exposición y venta extraordinaria como nunca se ha visto en tan gran escala en Madrid ni en ninguna parte, compuesta de una inmensa cantidad de muebles de lujo, antiguos y modernos, estatuas, bases, guarniciones de relojes, en bronces, porcelanas de Sevres y de Sajonia, etc., pinturas de renombres maestros, arañas y otros miles de objetos de alto mérito y arte sublime. Regia y notable exposición y venta extraordinaria que se abrirá en muy breves días en el palacio del conde de Altamira (duque de Sessa) en la calle de la Flor Alta, 10, esquina a la calle ancha de San Bernardo».
De ventas como la reseñada, de los anticuarios que acuciaban a los aristócratas venidos a menos y de otras oportunidades se sirvió, en parte, el marqués de Benavites para enriquecer la colección que compuso en el palacio de Henao y que ahora se conserva en la Casa de los Deanes del Museo de Ávila.
GOYA EN LAS COLECCIONES DE NOBLES ABULENSES.
Siguiendo los hilos conductores que nos llevan por la ruta palaciega abulense, nos encontramos con intensos lazos en los que se entroncan la mayoría de las familias, y con curiosas coincidencias en aspectos tan interesantes como la pintura de Goya, de los Madrazo y de Sorolla, lo que descubrimos en retratos de personajes cuya linaje tuvo asiento en Ávila. Y de ello componemos una peculiar colección pictórica que tiene su origen en el mecenazgo de la nobleza abulense que en alguna época dominó la ciudad.
A finales del siglo XVIII, Goya retrató al duque de la Roca y marqués de Sofraga, don Vicente María de la Vera de Aragón y Ladrón de Guevara, un político, militar e ilustrado que fue Director de la Real Academia de la Historia y cuyos títulos nobiliarios encontramos entre los propietarios del palacio de Blasco Núñez Vela que fue Academia Militar y desde 1941 Audiencia provincial.
El duque de Medinaceli, que también era marqués de las Navas y propietario del palacio abulense de los Dávila, hacia 1785 encargó a Goya un cuadro de la Anunciación, y entre su colección hay hoy un óleo de una plaza de toros pintado por Goya procedente del marquesado de Torrecilla cuyos titulares fueron parlamentarios por Ávila en varias legislaturas entre 1871 y 1891 y cuyo patrimonio en la ciudad era administrado por el gobernador Ibarreta.
Los condes de Altamira y marqueses de Velada, Vicente Osorio y María Ignacia Álvarez de Toledo, fueron retratados por Goya hacia 1787, y también su hijo. Ellos eran los propietarios del palacio de los Velada, el cual fue vendido a mediados del siglo XIX por su nieto Vicente Pío Osorio de Moscoso, heredero de dichos títulos y otros, al hermano del conde de Montefrío, Enrique Aboín, quien lo habitó con su esposa Rafaela Morera y Moreno.
Y Goya pintó también a la Duquesa de Abrantes e hija de los duques de Osuna, Doña Manuela Isidra Téllez Girón y Pimentel, título que obtuvo por su matrimonio en 1813 con Ángel Mª de Carvajal y Fernández de Córdoba y Gonzaga (1793-1839), VIII duque de Abrantes, VIII marqués de Sardoal y XI marqués de Navamorcuende, entre otros títulos, y cuyo linaje está unido al palacio del Marqués de las Navas del que eran sus propietarios y que actualmente lo son sus descendientes.
En 1913, la Sociedad de Amigos del Arte fundada por la duquesa de Parcent, vinculada con su marido al patronato de Mosén Rubí donde estaba su mansión abulense, organizó en Madrid una excelente exposición de pintura en la que se mostraron diversas obras de Goya pertenecientes a la marquesa de la Romana, cuyo título ostentó Dña. María de la Piedad Caro y Martínez de Irujo, casada en 1922 con Diego del Alcázar y Roca de Togores, VIII marqués de Peñafuente y XII conde de Villamediana, propietario del palacio de Sofraga.
También la duquesa de Valencia, Luisa Narváez Macías, presumía de contar con un Goya en su colección de arte que gustaba enseñar a sus visitantes en el Palacio de los Águila. Igual que los duques Tamames tenían en su colección un vistoso retrato anónimo del pintor de Fuendetodos y el cuadro titulado “La cucaña”, y que los duques de Parcent exhibían “cuadros vivos” de Goya en su palacio madrileño de la calle de San Bernardo.
Y siguiendo aquí la relación que hizo Valeriano Garcés en 1863 de las grandes casas de España que tienen riquezas en Ávila, observamos que Goya también retrató a la Condesa de Montijo y sus hijas y a los duques de Alba. Y a estos retratos sumamos nosotros los que hizo a los arquitectos Juan Antonio Cuervo y Ventura Rodríguez, los primeros que diseñaron la plaza del Mercado Chico. Y añadimos también otros que pintó de Jovellanos, licenciado en la universidad de Santo Tomás, y de Manuel Silvela García de Aragón, “El Afrancesado”, cabeza de una larga dinastía que siempre ha estado vinculada a Ávila, ciudad en la que vivió hasta los 17 años.
Finalmente, cuadros de Goya hay en la colección del marqués de Cerralbo (atribuido), y varios ejemplares de la serie de tauromaquia que grabó Goya existen en las colecciones del Marqués de Piedras Albas que guardaba en el palacio de Henao, y del pintor Caprotti que se exhibía en el palacio de Superunda.
Por lo demás, Goya también dejó testimonios pictóricos de su paso por la provincia abulense en los cuadros que hizo del infante Don Luís de Borbón en Arenas de San Pedro en 1783, y de otros inspirados en el valle del Corneja cuando visitaba el palacio de la duquesa de Alba en Piedrahita en 1786.
LOS MADRAZO RETRATAN EL LINAJE ABULENSE. De la obra de Goya pasamos a la de los Madrazo. Y en ello nos encontramos con Federico de Madrazo Kuntz (1815-1894), retratista por excelencia de la burguesía y aristocracia, que fue maestro de Ángel Lizcano, autor del cuadro “Recuerdo de Ávila”, y del pintor abulense de Adanero Juan Giménez Martín.
De su larga trayectoria interesa destacar ahora el retrato que hizo de Eugenia de Montijo, Emperatriz de los franceses y propietaria en Ávila, y otro de la marquesa de Espeja (1852), Dña. María Josefa del Águila y Ceballos, una de las personalidades más influyentes de la nobleza del siglo XIX que enseguida enraizó con la historiografía abulense. Una copia del cuadro de La Marquesa de Espeja fue pintada en 1892 por Ricardo Federico de Madrazo Garreta (1851-1917), quien por entonces se había instalado en el cercano pueblo de Villacastín, cuadro éste que se conserva en el Museo de Ávila cedido por la V duquesa de Valencia.
La marquesa de Espeja se casó con el II Duque de Valencia, quien había rehabilitado el título de su tío el General Narváez (1799-1868), político moderado y militar que fue seis veces presidente de gobierno entre 1844 y 1868. A la muerte de la marquesa en 1888, su retrato pasó a su hijo José M.ª Narváez del Águila, III Duque de Valencia, casado en 1880 con María Luisa de Guzmán el Bueno y Gordón, marquesa de Santa Marta y heredera del palacio de los Águila en Ávila que administraba y habitaba Celedonio Sastre, quien fue alcalde de la ciudad en 1878-1879. Los nuevos inquilinos del palacio pronto se hicieron asiduos visitantes de Ávila durante el verano, y partir de entonces su residencia empezó a convertirse en un verdadero museo privado. En 1988, el palacio fue cedido al Estado por la V duquesa de Valencia, y actualmente está siendo rehabilitado según proyecto de Pedro Fecuchi para sede del Museo del Prado, mientras que la copia del retrato de la marquesa de Espeja se exhibe en el Museo de Ávila.
Y Federico de Madrazo también retrató en 1875 a Casilda de Salabert y Arteaga, IX marquesa de la Torrecilla, cuyo padre, Narciso Salabert, y su hermano, Avelino Salabert, fueron diputados por Ávila varias veces entre 1871 y 1891, y quien tres años después contrajo matrimonio en segundas nupcias con Luis Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas, XVI duque de Medinaceli, quien falleció al año siguiente en su castillo de las Navas del Marqués. Antes, en 1854, Federico de Madrazo había retratado a su madre María Pérez de Barradas, esposa del XV duque de Medinaceli, Luís Fernández de Córdoba Figueroa y Ponce de León.
Luis de Madrazo Kuntz (1825-1897), hermano de Federico, hizo el retrato de Isabel la Católica y la escena titulada “El primer Milagro de Santa Teresa”, los personajes más emblemáticos de Ávila, así como el retrato del Duque de Abrantes, heredero del Palacio abulense de los Dávila y senador por la provincia en 1871. Luis de Madrazo destacó como retratista en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y ejerció como catedrático de la Academia de San Fernando, donde le sucedió a su muerte José Garnelo, autor del cuadro Capea en Las Navas del Marqués y del titulado La madre de los gracos que se conserva en el Ayuntamiento de Ávila procedente del legado del los hermanos Clemente Romeo.
Por su parte, Raimundo de Madrazo y Garreta (1841-920), hijo de Federico, hizo el retrato de Trinidad von Scholtz Hermensdorff, duquesa de Parcent, que se exhibía en su palacio madrileño, junto con otros de Moreno Carbonero, Ortiz Echagüe, Benlliure y Capuz, según reseñan las revistas Voluntad (1920) y Blanco y Negro (1924). La duquesa fue una gran coleccionista y mecenas cultural que fundó la “Sociedad Española de Amigos del Arte” y contribuyó, de alguna manera, a la creación del futuro Museo del Traje (entonces Museo Nacional de Artes Industriales) con una exposición celebrada en 1925 donde se lucieron varios tipos de Ávila según publicó Isabel de Palencia al año siguiente.
SOROLLA EN LAS COLECCIONES DE ÁVILA.
Después de contemplar la obra de los Madrazo descubrimos que la pintura rompedora de Joaquín Sorolla también se ocupa de nuestros personajes célebres. Entre ellos, actualmente se exhiben en el palacio de Superunda, que adquirió el pintor Guido Caprotti (1887-1966) y que ahora es museo municipal, dos grandes retratos de cuerpo entero, uno de Félix de la Torre y otro de su esposa Laura Hernández pintados por Sorolla en 1894 y cedidos por Ana Isabel Aizpurúa de Caprotti.
Félix de la Torre entró a formar parte de la singular historia abulense en 1894 al emparentar con Bernardino Melgar cuando contrajo matrimonio con Laura Hernández, hermana de la esposa del marqués de Benavites. Y más aún, su memoria toma asiento en Ávila cuando en 1920 su hija Laura de la Torre (1895-1988) se casó con Caprotti y ambos se afincaron en 1930 en el palacio de los Superunda o del regidor Ochoa Aguirre. Antes, Félix de la Torre había luchado ardientemente en Ávila por obtener el escaño de diputado a Cortes Generales por el distrito de Barco-Piedrahita que perdió escandalosamente frente a Jorge Silvela, como bien se cuenta en el periódico El País del 28 de mayo de 1910.
Otro cuadro de Sorolla de interés es el que hizo en 1905 a la familia del heredero del título de duque de Parcent con diez años, dueño y patrono que lo fue del palacio y la fundación de Mosén Rubí. La pintura de Sorolla fue concebida como un díptico donde en una parte se representaba a Estanislao Granzow y en la otra a la esposa con su hijo. A la muerte del Sr. Granzow la obra fue separada en dos, pasando cada una a pertenecer a colecciones y propietarios distintos hasta su exhibición conjunta en Valencia en 2011.
La pintura se titula la “Familia Granzow”, formada por Estanislao Granzow, su esposa, María del Pilar de la Cerda y Seco, y Casimiro, el hijo de ambos. Don Estanislao Federico Granzow (1861-1905) era un industrial polaco de aristocrático origen que se casó con Mª del Pilar de la Cerda, nacida en Valencia en 1877, nieta de José de la Cerda marqués de Fuente el Sol y de Barbales y VIII Conde de Parcent y de Contamina y del Villar, y de su segunda mujer Dª Juana Cortés y Valero. El niño del retrato, Casimiro Florencio Granzow de la Cerda (1895-1969), heredó por vía materna los títulos de II Duque de Parcent, XI conde de Contamina y XI conde del Villar. Fue encargado de asuntos culturales en Varsovia durante 1939-1946, escribiendo entonces “El drama de Varsovia” donde cuenta su experiencia durante la guerra en un clima de terror y persecución nazi y soviética y su colaboración en la salvación de numerosos judíos. Le sucedió su hijo Fernando (1922-2014), III Duque de Parcent, quien fue un entusiasta miembro de la Asociación de Amigos del Museo de Ávila hasta su fallecimiento el 18 de enero de este año.
El 17 de mayo de 1918, los duques de Parcent, Don Fernando de la Cerda y Carvajal y Dña. Trinidad von Scholtz celebraron una recepción a los artistas franceses en su palacio de la calle madrileña de San Bernardo, en la que los ilustres asistentes admiraron soberbios tapices, grandes mesas, viejos arcones, candelabros labrados, porcelanas chinas y japonesas, tablas de pintores primitivos, lienzos de grandes maestros, obras de Murillo, El Greco y Coello y de pintores de la antigua Escuela española, y el retrato de la duquesa hecho por Raimundo de Madrazo. Y a esta recepción asistió Sorolla, amigo de la familia, produciéndose el siguiente diálogo: «- Duquesa, dijo Sorolla a la de Parcent; los artistas debían venir con frecuencia a esta casa. Siempre tenemos cosas que aprender. - Pues abierta está -contestó rápidamente la dama-; con ello me darán una alegría».
Finalmente, apuntamos que Sorolla visitó la ciudad de Ávila en diversas ocasiones (1910 y 1912), pintando entonces una vista de la catedral desde el antiguo palacio del Rey Niño y otra del Palacio de los Dávila, el primero desaparecido y el segundo habitado por sus dueños los duques de Abrantes.
COLECCIONES DE NOBLES ABULENSES EN PALACIOS FUERA DE ÁVILA.
El interés por el arte de la nobleza se deja notar en la revista Arte Español que editaba la “Sociedad de Amigos del Arte” bajo el patrocinio de la duquesa de Parcent, para lo que contó con varias celebridades allegadas a Ávila, como fueron el marqués de Torrecilla, los duques de Alba y de Valencia, el conde de Montijo y el marqués de la Romana, entre otras. A la vez, cobran relevancia también un grupo de personajes de la historia abulense que formaron interesantes colecciones artísticas, aunque lo hicieron en palacios que tenían fuera de Ávila, con lo que podemos imaginar que algún objeto originario de sus posesiones abulenses fue a parar a aquellos.
Sobre este particular, la revista La Esfera del 31 de enero de 1914 publica:
«Tenemos en España, entre la añeja nobleza, mansiones señoriales que llegan a ser verdaderos museos de arte antiguo, guardándose en ellos riquezas incalculables en lienzos de nuestros mejores pintores del siglo XVII, en antiquísimo mobiliario, en esculturas, en ricas joyas y en históricos recuerdos».
Y todo ello hay en estos palacios, mientras que en las casas provincianas de sus dueños hace tiempo que dejaron de lucir los vestigios artísticos de otros tiempos, pues se vendieron o trasladaron a otros lugares más nobles. Y entre estas mansiones señoriales que ya dejamos apuntadas antes, destacamos algunas de los nobles cuyo linaje estuvo vinculado a Ávila y cuyas residencias en la corte madrileña eran verdaderos museos, como era el caso de las casas palaciegas ya referidas de Alba y Parcent, a las que unimos ahora Cerralbo, Medinaceli y Tamames que seguidamente reseñamos.
El marqués de Cerralbo y de Almarza fue propietario en Ávila del palacio llamado también de Almarza, ocupado por la congregación religiosa de las Siervas de María desde 1882. La colección artística de este linaje es la que dio lugar al museo Cerralbo abierto en Madrid con importantes fondos por Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), XVII marqués de Cerralbo, donde hay lienzos de El Greco, Rivera, Tiziano, Van-Dick, Rafael, Murillo, Goya (atribuido) y Carderera, entre otros, además de importantes piezas arqueológicas, mobiliario e época, esculturas, porcelanas, etc. El edificio de la casa museo fue proyectada como residencia por el arquitecto Alejandro Sureda Chaprón (1883), arquitecto del Ministerio de Fomento que también trabajó para el Museo del Prado y antes había intervenido en el palacio abulense de los Cerralbo.
Los Medinaceli, del antiguo linaje titular de los palacios abulenses de los Dávila, Navamorcuende y Navas, y del castillo de las Navas del Marqués, presumían de lienzos, tapices, armaduras, esculturas, porcelanas, maderas talladas y bronces hasta que el palacio sufrió un grave incendió en 1917. Los duques de Medinaceli, emparentados con los Alba, ejercieron el cargo honorífico de teniente Alférez mayor de Ávila por su condición de marqueses de Las Navas, y fue por ello que el duque asistió como representante de la ciudad en las Cortes de Bayona en 1808.
El palacio de los duques de Tamames en Ávila se encontraba situado en la manzana que da a la plazuela del Rastro y a la plaza de los Cepeda (actual plaza de Corral de Campanas o Diputación), si bien a principios del siglo XX se derribó la portada para ampliar la plaza y se construyó sobre parte de su solar el convento de las monjas Reparadoras, a cuyo instituto religioso se lo había vendido José Messía del Barco y Gayoso (1853-1917), IV duque de Tamames, grande de España, quien fue senador, diputado, gobernador de Madrid, y jefe de la casa de la reina Isabel II, así como el más elegante de Madrid. En 1873 se casó con María Asunción Fitz James Stuart, hija de los duques de Alba y sobrina de la Emperatriz Eugenia de Montijo, de quien heredó la finca “La Quinta” en las afueras de Madrid, lugar donde al fallecer el duque se acopiaron las colecciones familiares de obras de arte antes depositadas en la mansión de la calle Duque de Alba donde tenía armaduras, tapices y retratos de antepasados, pinturas de Rubens, Goya, Mengs, Vicente López, etc. y un busto en mármol de la Emperatriz Eugenia por Rossi.
Con todo, los linajes de Tamames y Montijo, con quienes estaban emparentados los Alba, hacendados propietarios en Ávila, recopilaron aquí una parte de su patrimonio cultural, mientras que los escudos nobiliarios de su palacio abulense se conservan en el Museo de la ciudad.
COLECCIONES CON Y SIN PALACIO - PALACIOS SIN Y CON COLECCIONES.
Finalmente, Ávila también cuenta con colecciones que todavía no tienen palacio de exhibición permanente, como es el caso de la que formaron los cuatro Hermanos Clemente Romeo, un rico legado recibido por el Ayuntamiento de Ávila en 1968 compuesto por infinidad de objetos (libros, pinturas de Eugenio Lucas y Solana, entre otros cuadros, esculturas, fotografías, pequeño mobiliario, porcelanas y lozas, utensilios de medicina, artículos de oficina, etc.). Esta colección, bien conservada en el Archivo municipal, se ha enseñado y divulgado puntualmente ilustrando diversas actividades culturales, la última en 2012 en el palacio de los Verdugo coincidiendo con el día del libro.
Como hemos visto, Ávila tiene numerosos palacios, que son grandes casonas o mansiones señoriales de patios claustrales de columnas, arcadas y galerías. No todos ellos albergaron colecciones artísticas y algunos han sido recuperados como museos, hoteles, espacios culturales, o para usos religiosos o administrativos, como es el caso de los palacios de Cerralbo o Almarza (convento Siervas María), Henao (Parador), Deanes (Museo de Ávila), Guzmanes o Crecente (Diputación Provincial), Superunda (Museo Caprotti), Serrano (Espacio Caja de Ávila), Verdugo (Ayuntamiento y ciudades Patrimonio), Polentinos (Museo y Archivo militar), Águila y Torre Arias (en obras para el Museo del Prado), Bracamonte (oficinas Junta de Castilla y León), Gaspar del Águila (PP Paules y luego JCyL), Navamorcuende (palacio episcopal), Velada (hotel), Valderrábanos (hotel), y Núñez Vela (Audiencia).
Otros palacios y casonas mantienen el uso residencial de sus propietarios, como los de Abrantes, Parcent y Lesquinas, este último fue ocupado por Gonzalo Crespi de Valladura , conde Orgaz, ya fallecido, descendiente del protagonista del famoso cuadro de El Greco, quien aquí mantiene un valioso archivo familiar abierto a los investigadores. Y a ellas sumanos otras mansiones singulares de futuro incierto, como el palacio de Sofraga, la casa de los Guillamas (Residencia Adoratrices) y la de Don Pedro del Águila (C/ Conde Don Ramón, 4).
Y otros edificios palaciegos desparecieron arruinados, como el antiguo de Polentinos (junto a la puerta del Carmen, cuya portada se reubicó en parte de antiguo palacio de los Dávila), el de doña Urraca en el Alcázar (actual plaza de Adolfo Suárez), el del Rey Niño y antiguo palacio Episcopal (actual biblioteca), el de Tamames (MM. Reparadoras y hotel El Rastro), el de Bermudo (C/ Blasco Jimeno) y el de los Dávila (integrado en el de Los Navas).
También destacamos algunas casas señoriales que sobresalen en el caserío de la ciudad por sus valores culturales, como la del regidor Antonio Navarro (Cámara de Comercio), la de Travesedo y Silvela (Colegio de Arquitectos), la del licenciado Pedro Álvarez Serrano (residencia Tellamar), la del licenciado Pacheco (Casa de las Aguas), la de Diego Salcedo (restaurante Posada de la Fruta) y la de Vicente Salcedo (vivienda), a las cuales deberíamos añadir otras muchas en las que ahora no podemos extendernos por problemas de espacio.
Con todo, la mayoría las casas fuertes y palacios de Ávila han permanecido bien atrincherados con mayor o menor fortuna luciendo la elegante arquitectura con que se visten y los hermosos patios de columnas, balaustradas, escudos y artesonados.
Y como decíamos al principio, de los tesoros que albergaron son buena muestra las colecciones que formó Piedras Albas y guardan la Biblioteca y el Museo de Ávila, junto con alguna pieza de la duquesa de Valencia, así como la colección de “Caprotti - De la Torre” que se exhibe en el palacio de Superunda, o los testimonios arqueológicos que se muestran en el almacén visitable Museo de Ávila de Santo Tomé, en las bóvedas del Carmen y en el torreón de los Guzmanes del palacio de Crecente de la Diputación provincial.