25 de noviembre de 2024

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De Crónicas

RITUALES, IMAGEN, TRADICIÓN Y UTILIDADES DE LOS CARROS DE ÁVILA

RITUALES, IMAGEN, TRADICIÓN Y UTILIDADES DE LOS CARROS  DE ÁVILA
RITUALES, IMAGEN, TRADICIÓN Y UTILIDADES DE LOS CARROS  DE ÁVILA
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 04 de Junio de 2023

¡Que viene el carro! / Gritaban los niños en la plazuela./ Más allá de los barbechos / juegan las cigüeñas / a cantar: Que ruede el carro.

Han sido varios los reportajes que en estas mismas páginas hemos publicado sobre los carros agropecuarios y de labranza, esos “primitivos” vehículos de los que durante siglos se ha servido el campesino que eran fabricados por convecinos expertos en la sierra y la fragua, lo que venimos haciendo en atención a que son parte de las señas de identidad de la vida rural abulense tan enraizada en la capital y la provincia.

Y es que este tipo de carros constituyen el vestigio más sobresaliente y majestuoso de los bienes materiales que testimonian antiguas formas de trabajo en el campo que estudian la antropología y la etnografía, y que nosotros nos hemos empeñado en divulgar a propósito de las piezas que se exponen en el Museo de Ávila.

Así, de este tema nos ocupamos en artículos dedicados a los carros funerarios (DAV 1/11/2020), los carros pintados (DAV 10/02/2022) y los carros en la literatura y las bellas artes (DAV, 28/05/2023), lo mismo que hicimos en una conferencia monográfica dedicada a la carretería abulense (DAV 19/05/2023).

Sin olvidar destacar el trabajo de conservación y difusión que viene desarrollando el Museo de Ávila mediante la celebración de jornadas divulgativas, la realización de talleres educativos y la producción del audiovisual «Piezas de película.

Los carros pintados del Museo de Ávila», así como mediante la incorporación a su colección permanente de estas singulares piezas, la última el carro funerario de Villatoro que se encuentra en exposición.

Buceando ahora en los distintos usos que los carros agrícolas tienen y han tenido a lo largo de la historia más reciente, encontramos una extensa variedad de actividades, lo que nos permite detenernos en el protagonismo que cobraron en rituales, imágenes, tradiciones y utilidades varias, siendo éste el tema que abordamos en esta ocasión, una aspecto social propio de la cultura popular que excede del proceso de fabricación de carros que ya tratamos con anterioridad, y ahora no repetimos.

En este sentido, diremos que los carros, además de los usos agrícolas que le son propios, también sirvieron en la provincia de Ávila, así como, en cierta medida, ocurre en la mayoría de poblaciones y territorios donde se trabaja la tierra y cría ganado, para otras utilidades, tales como inhumaciones, traslados y mudanzas; glorias de combatientes; porteador de arrieros y trajinantes; rodador de ferias vehículo de celebraciones de mozos y quintos; vista de postales; capricho de romería; parapeto de toreros; vehículo de marcha y peregrinaje; medio general de transportes varios; recogedor de basuras; escenario teatrero; recreación festiva de antiguos mercados y empleos agropecuarios; metáfora y alegoría de dichos y refranes; letra de canciones y motivo folclórico; y pieza de museo, finalmente.

Y todo, aparte de ser producto creativo de carpinteros y herreros, hábiles oficiantes artesanos que habitaron nuestros pueblos.

UTILIDADES.

La utilidad más frecuente de los carros de labranza era la de servir para el transporte de la mies una vez segada en el campo hasta la era. El grano ensacado se llevaba después en carro hasta las paneras, y lo mismo ocurre con la paja desde la era hasta el pajar.

Estas actividades, ya desparecidas, han encontrado, últimamente, su revitalización en las manifestaciones lúdicas que recrean aquellas faenas, como ha podido verse en las fiestas de la siega y la trilla de Mingorría, San Martín de la Vega del Alberche, Muñogalindo, Navarredonda de Gredos y Barajas, tradición que perdura todavía en estas dos últimas localidades. Por su parte, los arrieros y trajinantes que transportaban en carros productos de todo tipo, son los que mantenían viva su incesante utilidad para el comercio.

En el siglo XVIII está documentada la existencia de arrieros en unas noventa localidades de la provincia, y sus beneficios se calculaban en 946.848 reales anuales. Las mayores densidades de arrieros se producían en el cuadrante nororiental de la provincia, entre las localidades de Ávila y Arévalo, ambas incluidas, en las que las ganancias obtenidas por sus arrieros alcanzaban casi la mitad de las ganancias calculadas para la arriería de toda la provincia, destacando por ello Pajares de Adaja, Mingorría y Santo Domingo de las Posadas.

El número de arrieros descendió considerablemente con la llegada del ferrocarril y las primeras camionetas ya entrado el siglo XX. Los productos con que traficaban estaban constituidos por los excedentes agrarios de la comarca y por la importación de los deficitarios. Igualmente, los canteros, albañiles, chocolateros, fruteros, huertanos y otros se aprovechaban de los carros para el transporte de productos y materiales propios de su actividad.

En Ávila, el ayuntamiento mantenía en el siglo XIX dos carros para la limpieza de las calles.

En todas partes, como es lógico y común, los carros sirvieron para el transporte de materiales en las obras municipales. La afición taurina encontró en los carros extraordinarios parapetos de improvisadas plazas de toros de numerosos pueblos.

El peregrinaje teresiano de la última década recorrió en carros originales rutas arrieras y desde la cuna (Ávila) al sepulcro (Alba de Tormes) recreando los viajes y desplazamientos que se hacían en tiempos de Santa Teresa.

Finalmente, como ya dijimos en otra ocasión, en alguna ocasión el carro de bueyes se convirtió por momentos en carro mortuorio para el transporte de difuntos en los enterramientos en los pueblos, sobre todo en aquellos en los que el cementerio estaba muy alejado. De aquí derivó un servicio mortuorio más normalizado, momento en el que los ayuntamientos empezaron a disponer de un carro funerario propio, como el de Villatoro que se exhibe ahora en el Museo de Ávila.

Otros carros fúnebres también se guardan en los cementerios municipales de Burgohondo, Navalmoral de la Sierra, Pradosegar y, antiguamente, en Navaluenga, igual que ocurre en las localidades ibicencas de San Josep, San Juan y San Rafael, o en Yanguas (Soria), Anglesola (Lleida) y Valls (Tarragona).

LUCIMIENTO.

Con igual porte que se muestran los soldados y milicianos en desfiles victoriosos en carros triunfadores, los quintos y mozos exhiben su fortaleza y juventud tomando las riendas carreteriles en sus celebraciones festivas en la “ceremonia” de traslado del mayo que colocarán en la plaza y también el día de la función acarreando ramos que apoyarán en puertas y ventanas de las mozas. Son varias las fiestas y efemérides en las que el carro cobra mayor protagonismo en España.

A modo de ejemplo, citamos la romería de El Rocío en Almonte (Huelva), el llamativo desfile tradicional de carros engalanados tirados por bueyes que se celebra en León durante la festividad de San Froilán que tiene lugar en el mes de octubre.

También es reseñable el desfile de carros y caballerías con el que se celebra la fiesta de la vendimia en la localidad zamorana de Toro, igual que el desfile de reatas carros y mulas de la feria de Tomelloso (Ciudad Real), y el gran desfile de carros y reses de San Isidro en Llanera (Asturias), donde pueden admirarse carreterías propias de estas zonas.

Por su parte, Ávila debe, actualmente, el exhibicionismo carreteril en la provincia a la Real Cabaña de Carreteros de Gredos que preside Juan Manuel Yuste Apausa, quien participa en fiestas de siega y trilla, celebraciones de quintos y rutas varias, entre otros eventos.

Además de hacerlo en la capital con dos yuntas de bueyes que tiran de carros serranos en la fiesta de san Antón, patrón de los animales, y en la fiesta de Mascarávila de máscaras y danzas abulenses que recorre los pueblos de Navalacruz, Pedro Bernardo, Navalosa, El Fresno, Hoyocasero, Casavieja y Piedralaves. También hoy, los carros se lucen en el cine, y en esto se nutre de la colección reunida en el pueblo de Velayos por Baltasar Monteagudo, formada por decenas de carros y numerosísimos aperos y útiles de labranza y otras antigüedades.

Como ya dijimos, el Museo de Ávila, por su parte, produjo el audiovisual titulado «Piezas de película. Los Carros pintados», protagonizado por dos excepcionales carros de labranza fabricados en la localidad de Peñalba de Ávila a mediados del siglo pasado por el carretero y herrero Gumersindo Gil, y pintados por Justo López. Su decoración “naif” hacía de ellos piezas originales de las que presumían orgullosos sus dueños en el trasiego diario y en distintas festividades populares y romerías.

CARROS EN GUERA.

En tiempos de guerra vemos carros en el frente y en la retaguardia. En ellos advertimos subidos a alegres milicianos, como ocurre en 1936 en Navalperal con el siguiente pie de la foto de Albero y Segovia:

«El hombre de la carreta, fusil en ristre, marcha a su labor. Y estos milicianos vuelven del cuartel general, aprovechan el primitivo vehículo para reintegrarse a las avanzadillas». Y como dice Andrés Bartolomé, «las milicias de Mangada usaron bueyes y vacas para llegar a las posiciones de la sierra donde no podían acceder los camiones, para llevar comida fundamentalmente, y también munición».

Otras imágenes de Albero y Segovia tomadas en Navalperal muestran a los milicianos eufóricos subidos en “carros triunfadores”, descansando a la sombra del carro leyendo el ABC, o parapetados haciendo “barricadas” con carros desvencijados.

En otras zonas hemos visto imágenes de familias desplazadas huyendo de la guerra con la casa a cuestas sobre un carro, lo que también se aprecia en tiempos de paz, cuando en el carro viajaba la familia haciendo cortos traslados y mudanzas que tenían lugar entre poblaciones cercanas. Por otro lado, en la retaguardia abulense, Antonio Mayoral retrató las eras de Mingorría donde las mujeres de la Sección Femenina de Ávila ayudan en las faenas del campo en “carros de emperadoras”.

FOTOGRAFÍA.

Los carros tirados por bueyes y otras caballerías presentan escenografías y una plasticidad de enorme fuerza para la fotografía. En esto, la historia de la fotografía tomó el carro de modelo para atractivas vistas, lo mismo que demandaban los coleccionistas de postales ilustradas de principios del siglo XX. El primer fotógrafo que retrató Ávila, Charles Clifford, recorrió España en diligencia o en carreterías con mulas y arrieros componiendo álbumes monumentales y de obras públicas.

En Ávila, Clifford fotografió la portada de la catedral en 1860, y en la imagen tomada entonces aparece una carreta de ruedas con aros de madera tirada por bueyes que posan inmutables, cosa poco frecuente en las fotografías de su álbum monumental de España que compuso, excepción hecha de los numerosos carros que se ven en las fotos de obras públicas (Canal Isabel II y líneas ferroviarias) donde los el acarreo de materiales se realiza con yunta de bueyes. Jean Laurent, sin embargo, quien fotografió Ávila y sus monumentos en sucesivas ocasiones sí que vio negocio en las fotografías costumbristas, y son icónicas las que hizo hacia 1870 de carretas de bueyes en Toledo, de un carro cargado de tinajas en Murcia y de varias tartanas en Valencia.

Igualmente, llamativa es la fotografía es Auguste Muriel de un carro de ruedas macizas tirado por bueyes en el plaza de toros de Madrid, tomada en el mismo viaje que hizo en 1865 por encomienda de la Compañía de los Ferrocarriles del Norte para fotografiar las ciudades del tránsito formando un álbum en el que Ávila figura en varias vistas.

De la misma manera, comprobamos la existencia de viejas carretas de bueyes junto a la ermita del humilladero en la fotografía de 1865 tomada por André Disdéri, o aquella otra hecha en 1875 por Casiano Alguacil en la calle de san Segundo frente a la muralla por la puerta de la catedral. También son interesantes las fotografías de Wunderlich (1920) con vistas junto a la Muralla, y de Pelayo Mas Castañeda (1929) con escenas carreteriles de Ávila y Arévalo que completan el álbum monumental de la provincia de 1929. No vamos a extendernos demasiado aquí sobre la fotohistoria de los carros, si bien añadimos el nombre de Ángel redondo de Zúñiga, quien hacia 1900 incorporó la imagen de los carros con bueyes en las eras de Ávila en postales con miles de tiradas.

A partir de este momento, las postales que se editaban de Ávila y aquellas fotografías con las que se ilustraba la ciudad, encontraron en los carros y los animales de tiro una forma de enriquecer las vistas y el contraste monumental que se ofrecía. Algunos ejemplos, sin ser exhaustivos, de la fiebre postal o poltalmanía por conseguir tarjetas con motivos campestres son: «Una era en Ávila» (1902), de Ángel Redondo de Zúñiga y fototipia de Thomas; «Tipos del País. Escena de la aldea» (1920), de José Mayoral Encinar; “Escena de la trilla en Ávila” (1926), de López Beuabé; “Carreteros por la Ronda Vieja de Ávila” (1950), “Casa de labriegos en el Arrabal” y “Posada de la Feria o del Tío Goriche” (1955), editadas por García Garrabella y Arribas; “Aldeano de Las Berlanas en la fuente de la Ronda Vieja” (1955), de ediciones Arribas (Zaragoza); y «Mercado Chico» (1960), de Françesc Catalá Roca. Son imágenes de Ávila de cuando el campo conquista la ciudad. A estas vistas, de cierto romanticismo pastoril, se unen numerosas fotografías de viajeros, historiadores, reporteros gráficos, profesionales y aficionados, como las que hicieron Georges Chevalier (1917), Albert Klemm (1932), Albero y Segovia (1936), José Mayoral Encinar (1937), Antonio Mayoral Fernández (1946-1965), Teil Stadmauer Nordwestseite (1950), Erika Groth-Schmachtenberger (1959), Foto Moderna (1955), Javier Lumbreras (1970) y Foto Vega (1970), entre otros muchos.

TEATRO.

El teatro siempre ha guardado una especial relación con los carros que desde antiguo sirvieron de escenario y para el traslado de los cómicos, tal y como relata Cervantes en el capítulo en el que don Quijote choca con la «Carreta de las cortes de la muerte» donde viajan los cómicos que recorrían pueblos y aldeas con su espectáculo (Cap. XI).

De la misma manera, en los veranos de 1993 y 1994, el grupo “Elfo teatro” viajó con un carro y una mula por los pueblos de Ávila, Salamanca y Segovia haciendo sesenta representaciones en plazas de pequeñas localidades de la obra de marionetas y actores “La cabeza del dragón” de Valle Inclán. A la función, cada espectador se acercaba con su silla, como ocurrió en el 24 de julio de 1994.

Una experiencia similar la pusieron en marcha “Arena Teatro", primero, y Cía. "Porfínteatro", después, quienes trabajaron con un "escenario de farándula” o “carro de los cómicos de la legua”, una réplica en madera tratada de un carro-escenario de aquellos "Cómicos de La Legua" con el que recorrían Las Españas en el Renacimiento, el cual llevaba adosado al carro-camerino un escenario con el que dichos grupos hicieron de teatro popular sus señas de identidad.

En la misma línea, la compañía extremeña “Amarillo Producciones” representa también “El carro de los cómicos de la legua” en una evocación de los antiguos comediantes que recorrían los pueblos llevando en él un arsenal de gracias y desgracias teatrales.

El carro de los cómicos es el elemento central de la obra “Viva el duque nuestro dueño” (Premio Nacional de Teatro, 1986) de José Luis Alonso de Santos, autor ganador también del Premio de las Letras Teresa de Ávila 2010, la cual se representó en noviembre de 2016 en Sotillo de la Adrada, según adaptación de Carlos Hicario. Otro título es “El carro del teatro o llegan los cómicos”, de Vicente Romero. En estas obras el carro cobra un inusitado protagonismo como vínculo especial que existe entre la acción dramática y el elemento configurador del modo de vida de los actores y desarrollo de la pieza cómica.

CANCIONERO.

El poeta flamenco Emile Verhaeren, viajero por Ávila, hace alusión á las coplas que más le encantan en Andalucía, lo mismo que ya recogió Gustavo A. Bécquer»:

«En el carro de los muertos la vi de lejos venir, llevaba una mano fuera, por eso la conocí» (España negra, 1899).

Cierto que el chirrido era una de las señas de identidad con la que se caracterizaba cada carro, tanto que incluso se colocaban en los ejes de las ruedas unas arandelas de hierro con el único fin de hacerlas sonar con el mismo movimiento del carro, esta musicalidad no lleva entonces a las piezas que fueron dedicadas a este vehículo tan integrado en la vida rural, lo cual nos dan idea de su especial atractivo. Una de las canciones más hermosas dice así:

«Esta noche ha llovido, /mañana hay barro, / esta noche ha llovido, / mañana hay barro, / ¡pobre del carretero / que va en el carro/ quítate niña de esos balcones/ porque si no te quitas ramo de flores/ llamaré a la justicia / que te aprisione con las cadenas de mis amores».

Otra versión de los Pedroches (Córdoba) dice:

«Esta noche ha llovido, /mañana hay barro, / esta noche ha llovido, / mañana hay barro, / cinco mulitas tordas tiran del carro/ abre morena la ventana / ábrela morenita del alma». Y en Ávila, el grupo con raíces en la provincia “Tierra de Castilla Folk” ha sido el último en versionar la canción con la que recorren infinidad de escenarios de toda España.

En su origen se trata una canción de boda sefardita, bien conocida en el cancionero medieval leonés, que por la trashumancia llegó a Zamora, Valladolid y Salamanca, también a Ávila, Palencia, Burgos, Cantabria y Cáceres, incluso Jaén y Córdoba. La primera grabación fue realizada Joaquín Díaz (“De mi álbum de recuerdos”, 1969).

Pocos años después lo fue por otros grupos folk como “Mocedades” en 1972 y el grupo leones “Hierba del Campo” en 1977.

Otras versiones son de los grupos “Candeal” (Valladolid), “Son de León (León), “Vermuzazo” (León), “Nando Agüeros (Cantabria), “Erduida” (Guadalajara), Maximino Carchenilla "Tío Maxi" (Castilla-La Mancha), “Entavía” (Salamanca), “Quejío” (Cáceres), y “Retama Folk” (Jerez de los Caballeros). La música se apodera de “El carro de la muerte” de don Quijote en la zarzuela fantástica extravagante en un acto, del escritor y periodista Sinesio Delgado, estrenada en Madrid en 1907 con música de Tomás Barrera, y así canta Sancho:

«Así es, señor; que hacia aquí viene un carro y por lo que se puede ver con la claridad de un grande farol con que se alumbra el carretero, trae por carga mujeres con vestidos ricos y vistosos». Y se da la circunstancia de que Sinesio Delgado fue viajero por Ávila antes de 1897, cuando publica “España al terminar el siglo XIX”.

La obra está repleta de fotografías, y en ella se retratan todo tipo de carros, carretas, tartanas y galeras que circulaban por la península, como los que conducían mozos labradores en Arévalo, según la imagen donde aparecen tres carros tirados por otras tantas parejas de mulas.

En otro apartado, el autor amanece en Villatoro: «a los primeros albores del crepúsculo matutino, humean las chimeneas, úncense los bueyes, y por esta y la otra callejuela van apareciendo los labradores».

Por su parte, Conchita Piquer popularizó la canción de Manuel López-Quiroga “Para el carro”:

«Carretero, para el carro, / para el carro, carretero, / y bebe vino en mi jarro / que yo beberé primero. /… Carretero dame el jarro / que ya has bebido bastante, / no vaya a ser que tu carro / no pueda seguir alante. / Sigue con Dios tu camino, / vete por la carretera / y no te olvides del vino / que te dio la mesonera. / ¡Carretero!»: Curiosamente, en el carnaval de Cádiz de 1936, uno de los coros se llamaba “El Carro de la Farsa”.

Lo mismo que la comparsa de Jerez canta en 1991: «Por un camino nuevo / llega con su carro el farandulero… /Con mi carro vago yo / por caminos y senderos / vagabundo y soñador / alma de titiritero». Por último, la canción más conocida quizá sea la que interpretó Manolo Escobar, cuya letra fue escrita por Rafael Jaén, letrista folclórico que pasó por Ávila y dedicó un poema a la duquesa de Valencia en el palacio de los Águila: «Mi carro me lo robaron, estando de romería / mi carro me lo robaron, anoche cuando dormía. / ¿Dónde estará mi carro? / Me dicen que le quitaron, los clavos que relucían, / creyendo que eran de oro de limpios que los tenía…».

DICHOS Y REFRANES.

La riqueza del lenguaje popular ofrece un gran abanico de dichos y refranes en torno a la figura del carro, lo que nos da una idea de la importancia que tenía en la sociedad rural, como lo demuestran los ejemplos que recogemos a continuación: «A dónde va el carro, va la burra. - Al asno, al barco y al carro, la carga al rabo. - Carro nuevo y con la tripa clara. - Carro que rechina, llega lejos. - Carro que se rompa en llano, de atrás le viene el daño.

- Cojo la vara y mi carro, y voy por la carretera, no hay venta que no me pare, y moza que no me quiera. - Cuando el carro se ha roto, muchos os dirán por donde no se debía pasar. - Con un carro y un borrico se hace un hombre rico. - Cuida del carro, los burros no imponen respeto. - Dios te guarde de aire colado, de un carro de costado y de fraile por todos lados. - Dos aguas de abril y una de mayo, valen los bueyes y el carro. Por san Jenaro, tira del carro. -Dirán si eres limpio o guarro, las costeras de tu carro.

- El carro que se unta, rueda, y el que no, parado se queda. - El que va en carro, ni va a pie ni a caballo. - En enero no hay galgo lebrero, ni buen carretero. - Fumas más que un carretero. - Flor de marzo, no quiebra el carro. - ¿Hablo yo, o pasa un carro? - Hasta que no se muere el carretero, no se sabe de quién es la reata. - Lo que no cuenta el carro, lo cuenta la carretera. - Lluvia de abril hinche al rey, el carro y el carril.

- Más valen las aguas de abril, que los bueyes y el carro del rey David. - Mejor en tren que en coche, mejor en coche que en carro. - Mejor en carro que en burro, mejor en burro que andando. - No pongamos antes el carro que los bueyes. -Siembra por san Lorenzo los nabos, y llenarás el carro. - Subirse al carro. - Seas feliz o desdichado, no dejes de tirar del carro. - Todo se andará, si el carro no se para. - Tiran más dos tetas que dos carretas. - Una buena fortuna: un poco de tierra, un carro y una mula».

PIEZAS DE MUSEO.

Finalmente, perdidas sus funciones originales de transporte, los carros han pasado a ser una pieza imprescindible en todos los museos etnográficos. En el caso de Ávila, presume de ello el Museo provincial, con cuatro ejemplares de distinta tipología: uno de vacas con aros de madera, de Narrillos de San Leonardo, dos de mulas y pintados, de Peñalba de Ávila y de Zorita de los Molinos, y 1 de vacas, de Navaluenga, más el mortuorio de Villatoro. El Museo Eugenio López Berrón, en Gotarrendura, exhibe un par de carros de mulas también pintados, igual que los museos etnográficos de Becedas y Riatas (Sotalvo) cuentan con ejemplares de su terruño.

Aparte, existen otros abandonados a su suerte, inmutables, en un rincón de las eras, o bajo un tinado medio arruinado. También los hay en buen estado de conservación y expuestos como piezas de museo entre el caserío de alguna finca o jardín particular. Otros museos de Castilla y León, que citamos a título indicativo, que exhiben antiguos carros de labranza son el Museo Etnográfico de Castilla y León (Zamora), el Museo provincial de Salamanca, el Museo etnográfico de Macotera (Salamanca), el Museo del trillo de Cantalejo (Segovia) y el Museo Numantino de Soria, etc.

Y lo mismo ocurre en otros tantos museos repartidos por la geografía española, como por ejemplo los de Buendía (Cuenca), Fonsagrada (Lugo), Gijón (Mº del Pueblo de Asturias), Madrid (Mº de Artes y tradiciones populares), Málaga (Mº Unicaja), Melgar (Burgos), Pedrosa del Rey (Valladolid), Peralejo (Salamanca), Socuéllamos (Ciudad Real), Tomelloso (Ciudad Real), Valencia (Mº Valenciano de Etnología), Vejer de la Frontera (Cádiz), Vigo (Mº de Liste), Villarrubia de Ojos (Ciudad Real), y un larguísimo etcétera. Todos ellos contribuyen así a la puesta en valor de estos carros y su enorme significación en la cultura popular. Todos ellos contribuyen así a la puesta en valor de estos carros y su enorme significación en la cultura popular.