16 de septiembre de 2024

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De Crónicas

TERESA DE ÁVILA EN ESCENA O SANTA TERESA DE JESÚS, UNA VIDA PARA LOS ESCENARIOS

TERESA DE ÁVILA EN ESCENA O SANTA TERESA DE JESÚS, UNA VIDA PARA LOS ESCENARIOS
TERESA DE ÁVILA EN ESCENA O SANTA TERESA DE JESÚS, UNA VIDA PARA LOS ESCENARIOS
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 22 de Octubre de 2023

“Teresa de Ávila en escena” es el título elegido para en la conferencia que impartimos el lunes 23 de octubre de 2023 (Palacio de los Serrano, 19:00 h.) en el marco de las XX Jornadas de Formación e Información Ciudadana que organiza la Asociación de Vecinos Puerta del Alcázar, Zona Centro, de Ávila. Para ello tomamos como punto de partida la representación teatral en 1906 de la obra La Vierge d'Avila: Sainte Thérèse y su repercusión en Ávila y en el panorama cultural durante más de un tercio de siglo.

La narrativa que trazamos en esta ocasión es de una temática sobre la que ya nos ocupamos en fechas pasadas (Diario de Ávila, 1.04.2019 y 16.04.2023), la cual recuperamos de nuevo adentrándonos en la poética de cuántos autores y medios se ocuparon de la dramática estampa teresiana, la cual dibujaron en versos, relatos, pinturas y arquitecturas, así como de comediógrafos y actrices que indagaron en la personalidad desbordante de la andariega de Ávila en el periodo en el que nos detenemos, o que tomaron su nombre como una carga de profundidad o referencia inquietante en la que bastaba con pronunciar su nombre.

También nos aprovechamos para ello de las recientes celebraciones patronales del 15 de octubre y del fin del jubileo con el que concluyen los actos conmemorativos del IV centenario de la canonización de Teresa de Cepeda y Ahumada que rememoran aquella elevación a los altares producida el 26 de marzo de 1622. Igual que en otras ocasiones la excusa fueron las distintas efemérides, también centenarias, como su nacimiento (1515), muerte (1582), beatificación (1614), titulación como doctora “honoris causa” de la universidad de Salamanca (1922), doctora de la iglesia (1970), por ejemplo.

No se trata en este episodio de reproducir oficios de religión, si no, más bien rituales profanos y liturgias civiles, eso es el teatro, una exhibición artística, creativa y laica. A tal fin, nos detenemos en un apartado de la historia dramática de la representación teresiana cuyo eco abarcó desde el estreno de La Vierge d’Avila: Sainte Thérèse, de Catulle Mendès, en París el 6 de noviembre de 1906, hasta la “redención” de sus efectos inesperados en Ávila a cargo de Eduardo Marquina con la puesta en escena de sus obras La Alcaldesa de Pastrana (1911) y la exitosa Santa Teresa. Estampas carmelitanas (1932).

Ambas supusieron un interesante contraste de dramatización del Libro de la vida de Santa Teresa, las cuales también tuvieron una enorme repercusión mediática. Ávila se convirtió entonces en el centro de una inusitada actualidad, lo que ahora adornamos con secuencias y personajes de las letras y las artes que se cuelan en este periodo adornando esta etapa de esplendor teresiano.
Antes de aquel estreno parisino, y tiempo después, la prensa y la literatura española y francesa se ocuparon de la santa abulense de una forma abrumadora, lo que nos llama poderosamente la atención y nos sirve para trazar este relato de aparentes contradicciones.

No nos detenemos ahora en las efemérides que aglutinaron otras numerosas manifestaciones religiosas, sociales, intelectuales, culturales y festivas que también enriquecieron la personalidad y el protagonismo de la Santa sin doctrinas.

No pretendemos un profundo e integral recorrido histórico, ni literario, ni tampoco doctoral o teológico, sino tan solo recrear singulares aspectos escénicos y su repercusión mediática en la prensa de la época, lo que hacemos por la implicación en ello del público y de lectores cómplices, y por el poso que dejaron en hombres y mujeres de las artes y las letras.

Así pues, tomamos el teatro motivo de nuestra disertación, como ya dijimos en ocasiones anteriores, porque es en el escenario donde mejor se produce la exposición pública y la recreación biográfica de Teresa de Jesús, una monja cercana que es mujer, madre, esposa, hermana, amiga, paisana, activista y rebelde que se convierte en un personaje de carne y hueso que respira, habla, mira y te toca.

En el recorrido que hacemos aparecen autores hispanos e hispanistas asentados tanto en España como en Francia, por aquello de la diversidad creativa de ambos territorios y la percepción desigual que supuso el teatro de Santa Teresa en ambos países, lo mismo que la reacción popular y de la crítica fue tan heterogénea como ilustrativa de las corrientes ideológicas de la época.

No obstante, por encima de todo siempre estará Teresa.
Encontramos en este viaje de comediante detalles, declaraciones, reseñas, citas, titulares, versos, pensamientos, recuerdos, novelas, poemas, etc. que surgen en el este singular capítulo escénico que giran y giran alrededor de Santa Teresa de la mano de los dramaturgos Catulle Méndès y Eduardo Marquina, y antes de Lope de Vega; actrices como Sarah Berhardt, María Guerrero, Lola Membrives, María Palou y, Carmen Muñoz Gar; y hagiógraf@s y memorialistas como Gabriella Cunnighan y Marcelle Auclaire.
En medio, surgen impresiones de escritoras y escritores como, Emilia Pardo Bazán, Ramiro de Maeztu, Henri Guerlin, Jane Dieulafoy, José Manuel Ruiz de Salazar, Isidro Benito Lapeña y Poetas como Amado Nervo, García Lorca, Gerardo Diego, Unamuno, Juan Ramón Jiménez. Novelistas como Alberto Insúa, John Dos Passos y Azorín. Pintores como Sorolla, Alcázar, Chicharro y Caprotti. Arquitectos como Repullés y Louis Marie Cordonnier. Además de eruditos estudiosos carmelitanos. Seguramente, en este periplo habrán quedado otros muchos nombres y personajes de igual o mayor valía, pues como dijimos, no se trata de una exposición exhaustiva.

Todo empezó con la representación de la obra La Vierge d’Avila: Sainte Thérèse en París el 10 de noviembre de 1906 en uno de los teatros más señeros y exitosos de la capital francesa, el “Sarah Bernhardt”, que fue el escenario de más de medio centenar de funciones.

El autor de la obra fue Catulle Mendès (1841-1909), un reconocido y consagrado escritor que desde 2018 forma parte de la biblioteca de Alba de Tormes con la versión en castellano de su obra. La protagonista fue la actriz más famosa del momento, Sarah Bernhardt (1844-1923), una bella mujer, independiente, culta, carismática y admirada por Víctor Hugo, Wilde, Proust y Doré, que fue amante en Cuba del torero Mazzantini, (Le Figaro, 9/03/1887), quien fue gobernador civil de la provincia de Ávila en 1920. Y la música en directo corrió a cargo del prestigioso compositor venezolano Reynaldo Hahn de Echenagucia (1874-1947), mientras que el ambiente sobrecogedor creado fue decorado por M. Paquereau. Tal fue el éxito de la representación, que la prensa francesa de la época no dudó en calificar la figura de Santa Teresa, como: «patrona unánime venerada de la católica España» y celeste visionaria, pasional, emotiva, simbólica, triunfadora, cautivadora, dulce, misteriosa, piadosa, bondadosa, clemente, pacífica, rebelde y heroína como Juana de Arco (Le Figaro, 11.11.1906; Le Gaulois, 11.11.1906; Les Temps, 12.11.1906).

Y mientras Francia elogiaba a la obra, tanto el texto, como la interpretación y puesta en escena fue calificada por la prensa española de aberrante, blasfema, cínica, irrespetuosa, falsa, antinacional, bufonada, grotesca y ridícula, entre otros calificativos de rechazo. Y es que los franceses metidos a contar la historia de España hace tiempo que sólo dicen las “consabidas tonterías” llenas de prejuicios caricaturescos, había escrito Ramiro de Maeztu (La Correspondencia, 2.12.1906). La noticia teatral detonante de tan inusitada reacción había saltado a la opinión pública en el número de noviembre de la revista londinense Saturday Review, de la que se hizo eco la prensa española (Por esos mundos, 1.12.1906; La Correspondencia Española, 2.12.1906; El siglo futuro, 4.12.1906; y La Basílica Teresiana, 15.12.1906).

En la prensa reseñada, el escritor y político laborista escocés Robert Bontine Cunninghame Graham (1852-1936), cuya esposa, Gabriela de Balmondiere - Carrie Horsfall (1858-1906), había escrito en 1894 una interesante biografía de Santa Teresa, hizo una encendida crítica de la representación: «Aparte de una Biblia cómica, sería difícil imaginar nada de peor gusto que la última creación de Mme. Sarah Bernhardt, La Vierge d’Avila. No es necesario ser cristiano, no es necesario ser creyente en lo sobrenatural para asquearse de la astracanada de los señores Bernhardt y Mendès... que han querido ridiculizar en su melodrama sentimental».

En contra de la obra francesa los abulenses se rebelaron aclamando a su paisana en una manifestación histórica. La fecha elegida por la ciudad de Ávila para celebrar esta singular onomástica fue el domingo 25 de noviembre de 1906, un día en el que se mezclaron la festividad religiosa, la manifestación popular, la reivindicación identitaria y las muestras de protesta y desagravio.

Esta exhibición de unidad callejera se produce como reacción contra una afrenta imperdonable, dicen los organizadores, producida contra la Santa, cuya imagen preside la plaza del Mercado Grande, y contra el profundo sentir de los abulenses y de tantos devotos y religiosos carmelitas que oran en silencio ajenos a polémicas externas. Autoridades civiles, militares y religiosas arropadas por muchedumbres de fieles, niños y viejos, vecinos de la ciudad y de los pueblos circundantes, y la población entera se dieron cita todos a una para protestar contra los franceses. Con tal motivo «se celebró en la catedral (de Ávila) la solemne función religiosa de desagravio a Santa Teresa…

Asistieron al acto las autoridades en pleno y toda la población de Ávila. Después se ha organizado una procesión a la que han concurrido 50 cofradías, los niños de las escuelas públicas y particulares, los asilados de la Inclusa y muchos elementos de los pueblos cercanos, con sus autoridades al frente… Presidieron el gobernador interino, el alcalde y el presidente de la Diputación. Al llevar la imagen de la Santa al convento en donde se venera, diéronse numerosos ¡vivas!» (Mayoral, ABC, 26.11.1906; y Nuevo Mundo, 26.11.1906).

A pesar de tantas opiniones contestatarias por la interpretación francesa de la vida de la Santa abulense, Sarah Bernhardt se convirtió en esta época en el icono y rostro de Teresa de Jesús para los franceses. Así mismo, todo cuanto aconteció en Ávila, contrasta con el enorme fervor popular francés por el Carmelo a partir de su primera fundación en París en 1604 por las religiosas Ana de Jesús y Ana de San Bartolomé junto a otras cuatro monjas.

Mucho antes de que Catulle Mendès fijara su poética y dramaturgia en Santa Teresa, ya lo había hecho Lope de Vega, quien le dedicó dos obras de teatro y varios poemas, a la vez que participó activamente en los actos celebrados por su beatificación y canonización (1614). He aquí los primeros versos de un hermoso soneto: «Herida vais del Serafín, Teresa,/ corred al agua, cierva blanca y parda,/ que la fuente de vida que os aguarda,/ también es fuego, y de abrasar no cesa».

Por estos años paran en Ávila el arquitecto Enrique María Repullés (1845-1922), los pintores Eduardo Chicharro (1873-1849) e Ignacio Zuloaga (1870-1945), quienes, a su manera, testimonian el espíritu teresiano en sus obras. Repullés, que había proyectado en Ávila la Biblioteca-Museo Teresiano en 1898, se hallaba ahora inmerso en las obras de construcción de la Basílica de Santa Teresa de Alba de Tormes, cuyo proyecto neogótico había sido premiado en la Exposición Internacional de París de 1900. Esta obra contrasta con la impresionante basílica levantada en 1929 en París dedicada a su propia Santa carmelita de Lisieux, María Francisca Teresa Martín Guérin (1873-1897), conocida como Santa Teresita del Niño Jesús, canonizada en 1925.

El misticismo teresiano se exhibe entonces en la Exposición Nacional de Bellas Artes abierta en Madrid en el mes de mayo de 1906, lo que se produce con el cuadro Éxtasis de Santa Teresa pintado por Manuel Alcázar (La Ilustración Española y Americana, 22.05.1906), sobre el que la crítica ya advertía:

«Casi todo el que trata literaria o artísticamente la figura da Santa Teresa, la maltrata. Es mucha, como que es incalculable, la excelencia de alma tan depurada, y muy difícil no calumniarla» (El Imparcial, 17.05.1906). Por su parte, Chicharro pinta el cuadro Las tres esposas donde destaca la figura de la Santa en primer plano arrodillada a los pies de Cristo crucificado, el cual fue galardonado con el primer premio de la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1908. Poco después Zuloaga pinta Los flagelantes (1909) y El Cristo de la sangre (1911) con Ávila de telón de fondo, cuadro éste que se exhibió en el Salón de la Société Nationale des Beaux-Arts de París de 1912, y del que Guillaume Apollinaire dijo: «Una imagen bastante precisa de la religión mística y sensual que subyace a las creencias de una España en la que se siguen celebrando procesiones de flagelantes y donde la alegría del dolor aún podría transportar las almas como en tiempos de Santa Teresa».

En la misma época, Alberto Insúa visita Ávila en 1907 y recuerda en sus memorias la atracción que comparte con Unamuno: «Sentía admiración por Santa Teresa: una admiración sui generis. De heterodoxo. Una simpatía inefable por la mujer.

Su ausencia de religiosidad le incapacitaba para comprender «del todo» a la Santa». Y años después, Amado Nervo, cautivado por Teresa de Jesús recorre Ávila en 1909 y escribe una glosa al poema teresiano Vivo sin vivir en mí:

«Vivo ya fuera de mí,/ después que muero de amor;/porque vivo en el Señor/ que me quiso para Sí/. Cuando el corazón le di puso en mí este letrero:/ Que muero porque no muero».

También casi coincidiendo con las funciones teatrales de Sarah Bernhardt, la revista que se edita en París Le Tour du Monde (nº. 30 de 27/07/1907) publica un reportaje sobre Ávila de Jane Dieulafoy (1851-1916), donde la autora, mujer fascinante e increíble, escritora feminista de novelas y libros de viajes, narra su paso por el convento carmelita de La Encarnación y se fija con atención en la figura de Santa Teresa por su valentía, entre otros muchos aspectos de la ciudad. Más aún, siguiendo a Germán Masid Valiñas en su estudio sobre “La mística castellana en la bibliofilia francesa” (Seminario de estudios medievales y renacentistas, Salamanca, 2011), diremos: «El interés por Teresa de Ávila y por San Juan de la Cruz cuenta con una tradición muy arraigada en Francia, ya sea en el ámbito popular, ya en el ámbito de la cultura, desde las primeras publicaciones en el siglo XVII hasta las más recientes».

Un primer desquite en España frente al agravio francés se produjo con la obra La Alcaldesa de Pastrana, donde Eduardo Marquina recrea la primera juventud de Santa Teresa de Jesús y su relación con la Princesa de Éboli. Con ello, sin olvidar lo sucedido en el teatro de Sarah Bernhardt, la crítica hizo bandera con la obra de Marquina:

«La comedia es sencillísima y tiene por principal objeto reconstituir la noble figura de Santa Teresa de Jesús, tal como fue en vida, llena de serenidad y de majestad, sin mojigaterías y sin nerviosidades. Los escritores extranjeros que han visto en ella una histérica no la han comprendido, ni se ha tomado el trabajo de informarse. La Santa Teresa de Catulle Mendès no tiene el menor parecido con la verdadera Teresa de Jesús. Eduardo Marquina ha querido destruir esas mistificaciones extranjeras y devolver al carácter de la Santa todo lo que tuvo de humano, comprensivo y simpático» (La Correspondencia de España, 2.05.1911).

Igualmente, sobre la versión de Santa Teresa de Eduardo Marquina, y los mejores versos que había escrito, dijo el crítico Caramanchel:

«El interés del cuadro está en la pintura que hace Marquina de la Doctora de Ávila, devolviéndole aquel su carácter austero, sereno y llanamente castellano, tergiversado y desnaturalizado por algunos escritores extranjeros, especialmente por Catulle Mendès en su Vierge d’Avila» (La Vanguardia, 31.05.1911).

El auto teresiano forma parte, junto con otras dos piezas más, Las Cartas de la Monja y La muerte en Alba, de la trilogía Pasos y trabajos de Santa Teresa de Jesús que escribió Marquina en esta época. El papel de Teresa de Jesús fue interpretado magistralmente en esta ocasión por María Guerreo Torrija (1867-1928), la mejor actriz española del momento que ya había actuado en París en 1898 ante Catulle Mendès (La Vanguardia, 22.10.1898) y que bien podía competir ahora con Sarah Bernhardt cuando declama:

«No vengo a poner el suelo/ con lo celestial en guerra,/ sino a cultivar la tierra/ como un arrabal del cielo».

María Guerreo, como también gustaba a “la Bernhardt”, se retrató metida en la piel de Santa Teresa, estampa que utilizó como regalo íntimo, como lo prueba la copia que dedicó a Margarita Xirgu poco tiempo antes de morir.

Unos años después, en 1916, visita Ávila el joven Federico García Lorca, y escribe a sus padres:

«Estoy contentísimo, aquí la gente nos atiende una enormidad, y la ciudad es una joya del arte, es como si la Edad Media se hubiera levantado del suelo... son fiestas de la Santa Madre Teresa de Jesús…. Hoy ha sido el día teresiano. Acompañados del gobernador, alcalde, etc., etc., hemos recorrido los monumentos de la santa. Dónde nació, dónde fue bautizada, dónde fue monja, etc., etc., y hemos leído los versos de la sublime doctora por los caminos de las murallas» (Impresiones y paisajes, 1918).

Y sin olvidar este pasaje, Lorca escribe una nueva dedicatoria a la Santa: «Recordad el caso de la flamenquísima y enduendada Santa Teresa, flamenca no por atar un toro furioso y darle tres pases magníficos, que lo hizo; no por presumir de guapa delante de fray Juan de la Miseria ni por darle una bofetada al Nuncio de Su Santidad, sino por ser una de las pocas criaturas cuyo duende (no cuyo ángel, porque el ángel no ataca nunca) la traspasa con un dardo, queriendo matarla por haberle quitado su último secreto, el puente sutil que une los cinco sentidos con ese centro en carne viva, en nube viva, en mar viva, del Amor libertado del Tiempo» (Teoría y juego del duende, 1933).

Aparte del supuesto maltrato producido en la obra de Mendès, no olvidamos que en Francia las obras de Santa Teresa han sido históricamente objeto de especial atención por editores, intelectuales e hispanistas franceses como Paul Claudel, Paul Valéry, Louis Bertrand, Marcelle Auclaire o Florence Delay. En este sentido, nos llama la atención la recreación iconográfica del libro del historiador Henri Guerlin (marido de J. Dieulafoy) sobre la representación artística de la Santa a través de la pintura, incluyendo imágenes de su exhibición en andas procesionales que recorren la ciudad (H. Guerlin, Sainte Thérèse, 1917).

A la contra, algunos autores apuntalaron esa visión distorsionada, como ocurre en la novela histórica Sainte Thérèse (1921) de Edmond Cazal, seudónimo de Adolphe d’Espie de la Hire (1878-1956), donde se daba una visión rocambolesca de la biografía de la Santa, al decir de Joseph Pérez, al atribuir aquél éxtasis a un delirio místico de clara connotación sexual, lo que también fue duramente criticado por el hispanista Gaston Etchegoyen y por Azorín (ABC, 20.02.1921), siendo tal el rechazo que la novela se incluyó en el Index librorum prohibitorum.

En este tiempo, Gerardo Diego escribe: «Era ella./ Y nadie lo sabía./ Pero cuando pasaba/ los árboles se arrodillaban» (Rosa mística, en 1922). Por su parte, el escritor americano John Dos Passos anota: «Para el español Dios es siempre, en esencia, la más alta sublimación del alma humana. El mismo espíritu anima a los predicadores de la iglesia primitiva y a las obras de Santa Teresa» (Rocinante vuelve al camino, 1922), mientras que Azorín, en el discurso de ingreso en la Academia proclama:

«Teresa de Jesús (es) una fórmula en que la acción se alía, no a un fin terreno y limitado, sino a un anhelo espiritual, universal, y en que el sentido aristocrático llega a su más alta y refinada expresión: a la elegancia desafeitada» (Una hora de España, 1924).

A lo que Juan Ramón Jiménez apuntilló: «Son los dos hermanos de nuestro Don Quijote, porque Santa Teresa fue en todo la mujer quijote española: idealista y andariega de caminos como Unamuno».

Continuando en la batalla contra la “escandalosa” obra de Catulle Mendès, en 1932, Eduardo Marquina vuelve a la carga con el estreno en Madrid, en el teatro de la Infanta Beatriz, de Madrid la obra titulada “Santa Teresa: estampas carmelitas”, con la famosa Lola Membrives (1888-1969) como primera actriz (Nuevo Mundo, 02/12/1932), lo que constituyó un enorme éxito. Al año siguiente, la compañía de María Palou Ruiz (1891-1957) inició una larga gira por España con la obra de Marquina, y con igual éxito concluyó la gira por provincias que hizo la actriz madrileña Carmen Muñoz Gar (ABC, 5.03.1933).

Y tal fue el éxito de la obra de Marquina, que el Ayuntamiento de Ávila, en sesión del 31 de marzo de 1933, acordó dedicarle la calle de los Tallistas como reconocimiento a la labor divulgadora de la vida y obra de la Santa.

Por la misma razón, el consistorio abulense también inauguró el 27 de septiembre de 2011 una calle dedicada a la escritora irlandesa Kate O´Brien (1897-974), autora de pasionales textos protagonizados por la ciudad y Teresa de Jesús (Adiós España, 1937; Esa Dama, 1946; y Teresa de Ávila, 1951).

En esta línea reivindicativa de la obra de la Santa destaca la biografía novelada de la escritora, hispanista y periodista francesa Marcelle Auclair (1899-1893), con quien descubrimos su modernidad y plena actualidad (La vie de Sainte Thérése d'Avila. La dame errante de Dieu, 1950): Santa Teresa decía de las mujeres de su época cosas como éstas: «Basta pensar que soy mujer para que se me caigan las alas», «mujer y ruin», «de muchas mujeres juntas, Dios nos libre».

De las feministas actuales hubiera pensado lo que yo, que tienen mucha razón, pero que demuestran una agresividad excesiva y eso no les ayuda (El País, 31.05.1979).

Al mismo tiempo, en Francia vuelve la polémica con la dibujante dibujante Claire Bretecher (El País, 19.08.1979), por su discutible interpretación en cómic de la vida de la Santa, dicen los críticos, pero que defiende el teólogo Miret Magdalena (Triunfo, 15/09/1979). A esta corriente, el filósofo francés de origen rumano Emil Cioran (1911-1955), dijo: «Si España fuera cíclope, Teresa de Ávila sería su ojo». Al tiempo que en su etapa de juventud, atraído por el misticismo, Cioran presentó a Santa Teresa como la «una esposa de la canción, un corazón traspasado, el misterio del solitario, de una pasión divina imparcial, la misma fuerza» (Lacrime e santi, 1990).

Finalmente, otras creaciones literarias y representaciones teatrales sobre el personaje de Teresa de Jesús se han sucedido con profusión a lo largo del tiempo, si bien su desarrollo en estas líneas excedería del planteamiento del tema, lo que no impide que citemos la magnífica obra de Juan Mayorga, autor de la obra La lengua en pedazos (2013) y Premio Nacional de las Letras Teresa de Ávila de 2016.

Y por último, apuntamos la polémica que todavía colea por la cancelación en Madrid del monólogo poético Muero porque no muero (La vida doble de Teresa) de Paco Becerra, también tachada por algunos de escandalosa, cuando se trata de una merecida obra galardonada con el «XXX Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela 2021», y reivindicativa de la figura teresiana.