Un segundo volumen de la obra “La dehesa abulense, tierra de señorío” ( Imp. Gráficas Le Cod d’Or, S.L.) es el título del nuevo libro de Luis Bendala González (Huelva, 1947) que ha compartido con el público en “El Episcopio” (Pza. de la Catedral, 2, 20:00h.) el 15 de noviembre. Se trata de una obra rigurosa y de fácil lectura que nos acerca a una parte de las historia de Ávila que hasta ahora permanecía casi “escondida” para el público, lo mismo que dijimos con motivo de la aparición hace dos años del primer tomo dedicado al territorio adehesado de la provincia de Ávila (Diario de Ávila, 16/12/2021). En el acto de presentación del miércoles, el autor estuvo acompañado acompañado por el escritor Dámaso Barranco y uno mismo.
Este segundo volumen viene a ratificar lo dicho en aquella ocasión, y es que la provincia de Ávila presume con razón de tener numerosos espacios adehesados, cuyos orígenes legendarios de tiempos de la repoblación y peculiares arquitecturas se ven nuevamente enriquecidas en el trabajo de Luis Bendala, quien ejerció de informático y ahora lo hace como consagrado titulado en historia. En la misma línea de entonces, cabe decir sobre las características agopecuarias de dicho territorios que «la dehesa es un ecosistema propio de los países del sur de Europa, con especial peso en la península Ibérica, originario del boscaje mediterráneo, convertido con el tiempo en un territorio que mezcla actividades agrícolas, ganaderas, forestales y cinegéticas, también lúdicas y turísticas, y que encierra una gran y rica biodiversidad».
Así, entre el centenar largo de dehesas abulenses que se cuentan, en el primer volumen publicado en 2021 fueron tratadas 29, a saber:
Albornillos (Sanchorreja), Aldealgordo (Tolbaños), Castellanillos (Tornadizos de Ávila), Castellanos de la Cañada (Zapardiel de la Cañada), Castronuevo (Rivilla de Barajas), El Cid (Sanchorreja), Duruelo de Riolamar (Blascomillán), Flor de Rosa (Martiherrero), El Fresnillo, Muñopepe y Torrecilla (Cespedosa, Salamanca), Garcipedro (Solana de Ríoalmar), Garoza de Bracamonte (Muñogalindo), La Gasca (Villaflor), Guterreño (Ávila), Manzaneros (Alamedilla del Berrocal – Ávila) , Mingoblasco (Muñoyerro), Navares (Peñalba de Ávila), Ovieco (Villaflor), Pajarilla del Berrocal (San García de Igelmos), La Pavona (Ávila), Pedrosillo (Ávila), Revilla de la Cañada (Pascualcobo), Revilla de Codes (Armenteros, Salamanca), La Serna (Ávila), Serracines (Gallegos de Sobrinos), Serranos de la Torre / La Solana (Zapardiel de la Cañada), Sobrinos (Gallegos de Sobrinos), Torneros de la Hoz (San García de Ingelmos), Valdeprados (Ávila) y Zurraquín (Cabezas del Villar).
Y como ya adelantamos sobre el afán investigador de Luis Bendala, este ha seguido trabajando sin descanso en el inventario del resto de dehesas abulenses, y ahora nos presenta a lo largo de 220 páginas con ilustraciones en color una aproximación al estudio de otras 34, que según el orden del libro son:
El Quexigal (Cebreros), San Miguel de las Viñas (Ávila), La Lastra y Navalvillar (Hoyocasero), Palenciana (Ávila), Almarza (Sanchidrián), Adijos (Padiernos), Las Gordillas (Maello), Ventosa (Narrillos del Álamo), La Pelmaza (Ávila), Canillas de los Torneros (Matilla de los caños, Salamanca), Pancaliente (Narrillos de San Leonardo - Ávila), Pinar de Miraflores (Vicolozano - Ávila), Tabladillo (Ojos Albos), Pedro Gallego (Muñochas), Garoza de Bracamonte / Garoza de Arriba (Muñogalindo), Bezojimeno / Polentinos (Balbarda), Cerezo (Ávila) , Alameda Baja (Tornadizos de Ávila), Penarros (Narrillos de San Leonardo - Ávila), Ibangrande (Bularros), Arropino (Tornadizos de Ávila), Montefrío (Padiernos), Bercimuelle (Blascomillán), La Mata y Zurra ( Bercimuelle / Puente Congosto), Pedro Serrano (Martiherrero), Hernán Gallego (Casasola, antes perteneciente a Martiherrero), Zurra (Ávila), Pedro García (Martiherrero), Avellaneda (Piedralaves), Borona (Bularros), Mingopeláez (Maello), Becerril (Tornadizos de Ávila), Salobroso (Velada, Toledo) y Castellanos (Tornadizos de Ávila).
Ha continuado Luis Bendala con la misma mecánica en su forma de trabajar, tal y como nos dice: «en este segundo volumen, reafirmamos los postulados plasmados en la precedente publicación. Hemos expandido el ámbito de estudio a otras comarcas de la provincia abulense y en ellas se han repetido los patrones histórico y socio-econlomicos que ya habíamos descrito». Para ello, el autor «ha hablado con propietarios, ha recorrido las haciendas, ha intercambiado recuerdos con los últimos colonos o aparceros, ha visitado los pueblos y municipios, ha consultado los archivos públicos, ha buceado en la más variada bibliografía, y recabado valiosas informaciones que ahora comparte generosamente».
Y añade, en esta ocasión «creemos haber cubierto una larga época histórica de una serie de espacios naturales de Ávila no tratada hasta ahora por la Historiografía, lo que debería constituir un punto de partida para nuevas y más profundas investigaciones».
Una vez más, el libro viene a corroborar aquellos los aspectos que caracterizan el origen de las dehesas y sus señoríos cabe señalar que la mayoría proceden fueron concesiones reales a nobles en pago por los diversos servicios prestados a partir de la reconquista de Toledo por Alfonso VI en 1085, que facilitó la repoblación de la Extremadura abulense entonces prácticamente un desierto poblacional.
Antes de adentrarse en las posesiones señoriales en las dehesas de Ávila, el autor desglosa los siguientes apartados: 1) La diócesis abulense: Poblamiento, Los bandos nobiliarios, Señoríos: el ejemplo de los Dávila, Concejos, Despoblamiento y términos redondos, y Tributos de la Corona y municipales. 2) El Mayorazgo castellano. 3) La Iglesia como señor temporal. 4) Ecosistema e historia de la dehesa.
Más aún, el relato del primer volumen dedicado a las dehesa abulenses se conserva intacto en este segundo, donde, igualmente, se observa que el mantenimiento de la estructura territorial de las dehesas ha llegado a nuestros días merced a la institución jurídica de los mayorazgos, que permitía mantener intacto el patrimonio familiar a lo largo de los siglos. También mediante su incorporación al patrimonio de la Iglesia e incluso de los municipios. No obstante, la decadencia económica de una parte de la Nobleza a partir de las leyes de supresión de mayorazgos, así como de las leyes desamortizadoras del siglo XIX, permitió que numerosas dehesas fueron adquiridas por la emergente burguesía comercial e industrial. Con todo, concluye el autor: «esperamos haber saldado, al menos en parte, una deuda con la Hisrtoria y sus protagonistas, estando obligados a preservar y dar a conocer su magnífico e imprescindible legado».
Finalmente, apuntamos con Luis Bandela que «conviene incidir sobre el abandono y el olvido en que se encuentran algunos palacios, castillos e iglesias que aún perviven en las dehesas y que son verdaderas obras de arte», por lo que es muy importante dar a conocer estos monumentos, estudiarlos y, sobre todo, procurar su conservación, pues son patrimonio de todos.