El escenario era enorme. El grupo apareció sobre el tablado y comenzó a tocar mientras los espectadores seguían el ritmo vinculados con la música que sonaba a todo volumen. En el centro, un andamio sostenía el punto de control de luz y sonido mientras miles de decibelios mantenían una alucinante presión sonora sobre la campa, en la que la multitud se sostenía de pie a sí misma.
Algo pasó entonces. El interés de los asistentes fue secuestrado por el ritmo y poco a poco dejaron de hablar, comer o beber para interiorizarlo completamente. El espíritu comunitario se conectó profundamente con la música como nunca antes habían experimentado. Uno tras otro iban enganchándose. Las potentes luces cenitales se encendieron iluminándolo todo.
Todos notaron la interconexión que les hacía crecer. Un enorme ente cognitivo estaba nutriéndose de sus neuronas, interconectándolas y sintonizándolas. Una revolución sensorial permitía dirigir comunitariamente el camino de la música por derroteros no fijados. Las almas participaban de las emociones que aparecían consecutivamente, mientras el escenario se hacía pequeño y lejano, y los músicos se convertían en uno solo, fundiéndose entre halos luminosos intersectados entre sí y claramente visibles allá abajo, a lo lejos. La música comunitaria seguía fluyendo de sus mentes a la vez que las hacía participativas causándoles un placer inimaginable.
El suelo había desaparecido bajo sus pies, y la multitud flotaba en el espacio dentro de un resplandor azulado. Cada vez más lejos y más alto. Arriba, unas luces fortísimas iluminaban las cabezas, cada vez más cerca. Aquello se alimentaba de la energía que las mentes generaban.
De repente, la luz desapareció y la música cesó. Todos caían vertiginosamente en la oscuridad. Presa del pánico se agarró instintivamente a su vecino con todas sus fuerzas.
Éste se giró hacia ella, le pasó un brazo por los hombros y zarandeándola suavemente la despertó.
Cuando recupero las pulsaciones normales, se quitó los pequeños auriculares de sus orejas y juró por la música que no volvería a utilizarlos para dormir.