La poesia de David Alberti bebe siempre de la observación de la vida, de todo su contenido esencial, de toda su profunda incertidumbre frente al dolor, la tragedia, el sufrimiento y la muerte. La voz de su sentir más hondo se construye con un pensamiento de generosidad, de búsqueda de la armonía, de dolor compartido... Alto voltaje del sufrimiento, de la guerra, de la destrucción y de lo que el abandono puede hacer brotar en la infancia maltrecha de millones de niños.
Urge poner cotas al vuelo de los buitres,
que no esperen más los cadáveres de la indomable brutalidad
de los covardes de la luz, de los criminales de la belleza del mundo.
Urge abrir las compuertas del sendero de los gorriones
donde el perfume de la mirada de los pájaros
destila secreto silencio, verdad tan firme.
Es cada vez más urgente ponerle nombre al dolor, rostro
al mortal espejismo de la noche,
color a la destemprada sensación del vacío.
Ahora estoy despierto y pasa por delante de mis ojos
un violento vuelo de palomas heridas en el pecho.