Ha sido un extraño año pasado por todos los límites de la dificultad, y la creación poética se ha visto alterada por esos aconteceres que tanto han estado presente, tal vez demasiado, en el acontecer de la vida...
La poesía ha sido para mí, en este año ya vencido, un espacio desde donde ejercer mi observación cotidiana sobre la vida y sus aconteceres: tal vez no sea esta la misión de un poeta sino la de ser ser cronista de lo más urgente del vivir, como si en esa presencia de lo que nos va sucediendo, la palabra poética sucumbiese en un mundo antes no nombrado, y en esa sensación de naufragio estuviera construyendo su propio lenguaje de urgencia.
La poesía es siempre liberadora, una capacidad de sugerir, de entreabrir ventanas cerradas al viento nuevo para que purifique las miradas, para que las abra de nuevo.
En el ángulo oscuro de cada día vivo rodeado de libros, de poemas, de creación y sueño, y llegan hasta mí un torrente de libros de la mano de sus creadores, y esto es inmensamente grande y a la vez intensamente esperanzador: vivimos para asumir una nueva sensación de contemplación, de búsqueda.
Sea este nuevo año el comienzo de un espacio creador y renovado, siempre nuevo.