¿Es el otoño una estación poética como aseguran tantos escritores ? O tal vez es un tópico muchas veces repetido.
Si recorremos la literatura en cada una de sus etapas estéticas, podemos leer en numerosos poetas textos que se han ido sucediendo en libros que dejan reflejada la imagen y la melancolía de un tiempo que solemos identificar con el final del verano, con el retorno, con la lluvia y la nostalgia de lo que perdemos y todo lo que se aleja escondido en la memoria de un sueño de rosas deshojadas... Y esto ha sido, y sigue siendo, un diálogo entre lo circunstancial y lo profundo, lo externo de la vida con lo esencial de la vivencia.
Acudimos al otoño para regodearnos en un color que la naturaleza va mudando en cada día, el oro de las hojas y los parques desnudos donde un tintineo de agua mansa se escucha en el fondo de los jardines. Acudimos al último sol transparente que ha sabido ser la diáfana transformación de la naturaleza, de la luz ahora transida de silenciosa sombra melancólica.
En el otoño se van desnudando los árboles que hasta ese momento han estado gozosamente envolviendo las cosas. Se escucha una suave música en el tiritar de las ramas y una brisa de plateados dedos se agita en la meditación de la lluvia, en el lagrimeo silente y plomizo de un tiempo lento y triste.
Acudimos a las canciones de entonces, las que nos acompañaban cuando en otoño la vida se queda como apostada en un desierto de palabras ocultas. Es esa sensación que solo la música sabe escribir en el alma de quien se deja aprisionar por su melodía. Puede parecer que el otoño es un tránsito, el paso hacia tiempos difíciles. Tal vez precisemos saber comprender la cálida sencilez de lo pequeño, de lo mínimo, de todo lo que un tiempo de luces atrapadas en el tul de la fascinación de los sentidos nos regala.
Una música que te renueve los recuerdos. Un atardecer escondido en el horizonte rosa de Castilla. Un libro de poemas que te meza el corazón con versos tenues. Un otoño con lluvia breve. Y todo será de nuevo parte de tus raíces sembradas en el territorio fértil del asombro de lo más necesario.
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