La poesía griega siempre se colma de materia legendaria pero sin hundirse en la costumbre indefensa y mustia de unos mitos encarcelados en sus propias singularidades. No. el poeta Yorgos Seferis huirá de esas raíces que recupera y que disemina en su grandes poemas, esos que hacen de él una voz secular, un conjunto de apuestas en la misteriosa serenidad de lo más hondo y sosegado de la gran cultra griega.
Huyó de la lengua cristalizada en el barro para acercarse al verdadero origen, la lengua demotikí, la originaria, la utilizada por él para salvarse de la quema del olvido y la pérdida de la identidad. Y desde ese puerto de sombras, llegar hasta la construcción de un universo mítico renovado, nunca repetitivo, nunca caduco ni superado por la inutilidad de lo valdío.
Seferis, como un Ulises eterno, siempre regresa a los orígenes, mira al punto de retorno, a la vuelta necesaria para encontrarse en las aguas de la memoria y de la vida.
En el momento en que los sueños se hacen realidad
cuando el día amanece
vi los labios abrirse
pétalo a pétalo.
Brillaba una delgada hoz en el cielo.
Temí que los segara.